En sus últimos momentos antes de morir en las manos del héroe del mundo, Sirius aquel que eligió ser un villano cae en conciencia de sus acciones y se arrepiente de todo el mal que ha causado en especial a los que un día fueron sus seres queridos. Solo al enfrentar la muerte entiende lo lamentable que fue el camino que eligió y con sus últimas fuerzas pidió a los cielos por que le dieran una nueva oportunidad. Sin saber que era escuchado por alguien en las alturas que le otorgó tal milagro.
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Capítulo 19: Condena del alma
Un silencio cálido envolvió a los dos hermanos durante su abrazó. Nanabel se acercó al oído de Sirius y le susurro:
-No oscurezcas el corazón, que tu hermana siempre estará contigo, no dudes de ese amor, no miento, nunca te mentiría
Sirius no respondió no sabía que decir, ante aquellas palabras su ingenio se quedaba callado.
-Mi pequeño hermano es listo de mente, pero tonto al actuar, ya deja las acciones viciosas y tranquiliza tu alma - Lo reprendió
Sirius se quito del abrazo y dio unos pasos hacia atrás.
-La hermana es dulce, pero me temo que no puedo enderezar mis pecados son tantos que ya no hay retorno, además realmente no quiero retornar - Le dijo
Probablemente era Nanabel la única persona a la que Sirius jamás le mintió. Tenía sentido ya que ella podía ver a través de toda mentira con esos sentidos tan agudos que poseía. Al mirar a su joven hermano, miraba un corazón que apenas latía, qué no temía, que no dudaba y que no amaba. Mirándolo solo veía oscuridad, aunque a ella no le aterraba, lo aceptaba, sin embargo, quería que su hermano experimentara más placeres de la vida.
-Sigues el camino de un solitario, puedo verlo, al final nuestra naturaleza tal vez no pueda ser cambiada
-La hermana es lista, en verdad...
-Pero quien sabe-Dijo interrumpiendo Nanabel-Las fuerzas inmutables no son ciertas, todo está sometido al cambio y la evolución
Sirius sonrió con una mueca.
-He oído que ahora tienes una prometida - Dijo de pronto
-Es cierto, hermana, su nombre es Rebecca Luna - Respondió
-Es terrible, toda una calamidad, no puedo creerlo - Comenzó a decir fingiendo estar histérica
-¿Qué sucede hermana Nanabel? - Pregunto Sirius con extrañeza
-¿Cómo puede ser esto posible Sirius? - Pregunto Nanable tomando por los hombros al joven - ¿Cómo puedo tener una posible nuera y no conocerla? Es terrible ¿Acaso ya me consideran un fantasma en esta casa?
-Ja, ja, ja nada de eso hermana Nanabel, es solo que es una cosa de poca importación y apenas y se celebró la noticia en la casa, yo soy más un fantasma para ellos que tú-Comentó Sirius
-Quiero conocerla hermano, hasta ahora solo la conozco por los latidos de su corazón, lo único que puedo decir de ella es que es amable y miedosa, una mujer como una hoja en blanco-Comentó Nanabel
A Sirius le asombro que su hermana pudiera descifrar la naturaleza de Rebecca tan fácil sin siquiera verla ni una vez de frente. Si pudiera describir a Nanabel usaría dos palabras “Genio extraño".
-Hermana hablas como si nunca hubieras conocido a un cuñado de esta familia, Alejandra y Foreman hace mucho que te presentaron sus parejas - Dijo Sirius
-No son interesante Sirius, son solo peones escogidos por mi padre, pero esta joven Rebecca es especial puedo saberlo sus latidos son los más hermosos y únicos que he oído después de los tuyos- Comentó Nanabel
-Bah hermana le das demasiado crédito, tu misma lo has dicho, Rebecca es solo una mujer dócil alguien fácil de manipular - Se burló Sirius - Al final de cuentas ella también es gente escogida por mi padre
-¡Oh hermanito! Esa arrogancia de pensar que ves más allá de los demás la heredaste de nuestro padre - Dijo Nanabel con ojos pícaros
Sirius arqueo las cejas molesto ante el comentario, que no podía negar.
-Aunque Rebecca fue elegida por padre como los demás, ella tiene algo único que la hace escapar del control de nuestra familia - Dijo en tono misterioso
-Mm ¿Y qué sería eso? - Preguntó Sirius intrigado
Nanable lo señaló con su fino dedo de jade.
-Ella es la mujer que eligieron para ser tu esposa, eso la hace escapar de su destino como peón - Dijo sonriendo Nanabel
Nanable tembló de pronto estaba cansada de durar demasiado tiempo de pie. Sirius se acercó para que se apoyara en él, la joven aprovechó el momento para poner su mano en su pecho y escuchar su corazón.
-Eres un hombre retorcido Sirius, un enfermo, un malvado, vicioso, un truan...
-Oye -Mascullo molestó Sirius
-Pero aún así, no puedo evitar amarte a ti mi roto hermano y rezar por que cualquier camino que eligas te lleve a ser feliz, no olvides que dónde quiera que estés, tu hermana siempre te encontrará para salvarte- Dijo Nanable con una brillante sonrisa
Sirius no pudo evitar soltar un leve risa.
-¿Incluso si ese lugar es el infierno? - Preguntó el villano
-Arderemos juntos-Respondió sin dudar la joven
-Nanabel será mejor que descanses, no pienses más en mis problemas de personalidad eso te hará daño- Le dijo llevándola de nuevo a la silla de ruedas
-Hum, siendo tú creo que jamás dejaré de preocuparme, al menos espero que esa joven pueda ablandar un poco el negro corazón que posees - Dijo inflando las mejillas la joven de cabello blanco como la nieve
-Je, je, je, yo también espero sea así
- Ya empezaste con tus mentiras, mejor ve a tu habitación y recuerda traer a Rebecca a verme la próxima vez - Ordenó
-Que descanses hermana - Se despidió Sirius
-Y ya no atormentes a los débiles, ni hagas cosas vulgares en las noches- Dijo por último riendo Nanabel
Sirius salió y se dirigió directo a su habitación, estaba cansado y le dolía el pecho, esperaba que ese dolor fuera por la pelea con Anton y no por otra cosa.
Al estar entrando a su cuarto de pronto se puso inquieto al sentir una presencia en la habitación.
(¿Un enemigo tan pronto?) - Pensó
Al ver con detenimiento se dio cuenta de que había alguien en su cama, cubierto por las sábanas.
-¿Quién eres? Sal en este instante - Ordenó liberando su aura
De golpe saltó un delgado cuerpo desnudo qué se agachó en señal de respeto ante Sirius.
-Joven maestro, soy solo yo Edith - Dijo la mujer temblando
Sirius no la recordaba, era una joven de piel morena clara, su cuerpo era fino, pero algo maltratado, era una sirvienta sin duda.
-¿Trabajas para mí? - Preguntó Sirius
-¿Cómo dice joven maestro? - Pregunto confundida Edith
-Responde - Ordenó molesto Sirius
La joven tembló protegiendo su cuerpo como si temiera ser golpeada y entonces respondió:
-Soy su sirvienta personal joven maestro, Edith Ponce, usted mismo me eligió hace un año
-Entiendo - Dijo Sirius tomando una sabana y dandosela a la chica para que se cubriera - ¿Y por qué estabas en mi cama desnuda? - Pregunto por fin
-Joven maestro esa es mi tarea principal, como usted sabe no soy buena como sirvienta soy un desastre que no puede ni preparar su café, por eso me ordenó que al menos le calentara la cama todas las noches - Respondió Edith ruborizándose
Sirius suspiró avergonzado, no recordaba ser tan vicioso de mujeres en el pasado. Era algo terrible e inútil. Ahora entendía lo último que le dijo su hermana, ella realmente podía saber todo lo que pasaba en la casa. Ante esa idea, pensó que le debía una disculpa a Nanabel.
-Ya no es necesario que hagas eso nunca, márchate - Dijo con molestia
-Pero joven maestro - murmuró inquieta Edith
-No me hagas repetirlo, marchate - Ordenó casi gritando Sirius
-Sí - Respondió cabizbaja
Una vez la joven se marchó, Sirius se recostó sintiéndose cansado por todo lo vivido, había sido un día largo.
De pronto en sus oídos comenzaron a entrar susurros oscuros, llenos de venganza, eran las voces de todos lo que Sirius había matado, aunque eso pasó en su otra vida, los pecados aún se conservaba, lo podía ver claro en su aura rojiza al quitarse el anillo. Ese color representaba toda la sangre que había regado en el mundo. Esos susurros venían de las almas de sus víctimas, aunque tenía mucho que no las oía presentarse para atormentar su descanso.
Se decía que un asesino con alma roja podía escuchar los lamentos y tormentos de sus víctimas debido a que su conciencia los llamaba, esta era una señal de que el alma del pecador aún se podía arrepentir y buscar el perdón.
Algo había despertado, sentimientos que Sirius creía muertos y traído consigo viejos fantasmas del pasado.
-De haber sabido, hubiera dejado que esa mujer siguiera, calantando mi cama - Dijo Sirius riendo
Sería una noche tormentosa.