Código Cupido

Zoe cerró la puerta de su departamento con un suspiro pesado. Dejó su bolso en el pequeño mueble de la entrada y se quitó los zapatos de un golpe, sintiendo un agotamiento que iba más allá del físico.

—¡Por fin llegas! —exclamó Lili desde el sofá, con un tazón de helado en la mano y envuelta en una manta.

Zoe apenas la miró mientras caminaba hacia la cocina en busca de agua.

—El primer evento al que asisto y fue horrible.

—¿Más horrible que un lunes sin café?

—Mucho peor.

Lili arqueó una ceja y dejó el helado a un lado.

—A ver, cuéntamelo todo.

Zoe apoyó las manos en la encimera y cerró los ojos unos segundos, tratando de calmar el torbellino de emociones que tenía dentro.

—Leonardo apareció en el evento de la compañía.

El rostro de Lili se iluminó con sorpresa.

—¿Qué? ¿Y qué quería ese idiota?

—Se me acerco cuando estaba con mi jefe. Y cuando dije que iba al baño me siguió, y me dijo que quería hablar, pero lo único que hizo fue recordarme lo injusto que fue. Apareció con su actitud arrogante como si nada hubiera pasado, como si no me hubiera humillado cuando me echó de la empresa.

Lili frunció el ceño.

—¿Y qué le dijiste?

Zoe tomó un sorbo de agua antes de responder.

—Le dije todo lo que tenía guardado. Y que no tenía nada más que hablar con él.

Lili la miró con incredulidad.

—¿Y eso fue todo?

—Sí.

—Ajá… —Lili entrecerró los ojos, analizándola.

Zoe suspiró, dejando el vaso sobre la mesa.

—¿Qué? ¿Por qué me miras así?

—Porque te conozco, Zoe. Y sé que aunque estés enojada, no puedes dejar de pensar en él.

—No es cierto.

—¡Por favor! —Lili rodó los ojos—. Mírate, estás furiosa, pero debajo de toda esa rabia hay algo más.

Zoe cruzó los brazos.

—No. No hay nada más. Solo rabia, decepción y… y…

Lili sonrió con suficiencia.

—¿Y?

Zoe apretó los labios y desvió la mirada.

—No quiero hablar de esto.

Lili se levantó del sofá y se acercó, poniendo las manos en las caderas.

—Zoe, te guste o no, Leonardo te importa.

—¡No! —negó rápidamente, pero su tono de voz sonó más a defensa que a seguridad.

—Sí. Puedes engañarte a ti misma, pero a mí no.

Zoe sintió un nudo en la garganta.

—Me sacó de la empresa como si fuera una cualquiera. Me juzgó sin escucharme. Me trató como si no valiera nada para él.

Lili suavizó su expresión.

—Lo sé, amiga. Y tienes todo el derecho de estar molesta. Pero si de verdad no te importara, no estarías así.

Zoe sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—No quiero volver a pasar por lo mismo, Lili. No quiero encariñarme con alguien que al final va a destrozarme.

Lili la miró con ternura y tomó sus manos.

—Tal vez, en el fondo, lo que realmente temes… es que todavía lo quieres.

Zoe sintió que su corazón se detenía un segundo. Pero en lugar de responder, solo apartó la mirada.

Lili suspiró y le dio un apretón suave en las manos.

—No tienes que decidir nada ahora, pero al menos sé sincera contigo misma.

Zoe cerró los ojos, sintiendo que su mundo estaba más revuelto que nunca.