Quédate Conmigo

Edgar odiaba que Morgana fuera una persona diferente ahora que la verdad había salido a la luz, era sumisa y mantenía la mirada perdida y la actitud cabizbaja en cualquier situación.

Y ahora, que necesitaba a la mujer fuerte, solo encontraba a la mujer que se abrazaba a si misma para no llorar.

Edgar quería decirle la verdad de su astuto plan que traía en mente, pero simplemente el dolor impidió que él mantuviera su mirada fija y alejado de ella. Tenia miedo de ceder a sus encantos y perderse como lo había hecho desde la primera vez que la vio.

Morgana era una mujer que llamaba la atención incluso pisando cualquier lugar que pisara y se dio cuenta cuando el ginecólogo la observó llegar a su consultorio ignorando por completo al hombre que la acompañaba. Edgar no pudo evitar tomarla de la mano y apretarla a su cuerpo.

Aquella mujer era la madre de sus hijos y próximamente iba a ser su mujer.

—Buenos días ¿En qué puedo ayudarles?

Morgana levantó la mirada y le entregó los papeles que confirmaban el embarazo.

—Bueno, principalmente felicidades ¿Te estabas cuidando con algún método anticonceptivo o fue planeado?

La chica se ruborizo y busco la ayuda de Edgar que entro a su rescate.

—Condón— El chico cuadro los hombros y levantó una ceja al hombre que se comía con los ojos a Morgana—Sin embargo, creo que una vez no lo utilizamos.

—Bueno, eso nos quita un peso de encima. —El doctor ignoró completamente a Edgar y miro los papeles de registro, el hombre abrió los ojos de par en par divertido—Bueno, tienes un embarazo primerizo ¿Es de la misma pareja sexual?

—Creo que esta pregunta esta de más...

—Si, es la misma.

—Bueno, vemos que por el grado de incompatibilidad sanguínea tendremos un problema. Tendremos que mantener el embarazo lo más tranquilo posible, aún es muy pronto para ver que la incompatibilidad afecte al feto, pero la probabilidad de que lo haya, es alta.

—¿Hay algún problema?

El hombre giró en su dirección y le dio una mirada de queja en su rostro. Edgar estuvo a punto de gritarle que hiciera su maldito trabajo y que dejara de ver a su mujer.

—Si, el niño tiene un tipo de sangre que es incompatible con la madre, al parecer el primer niño lo tiene por lo que es difícil que el cuerpo de la señora pueda aceptar al feto aún cuando su cuerpo le está dando los nutrientes y la vida misma. La señora necesita estar en completo reposo a partir de ahora.

—¿Y puede viajar?

—Por ahora recomiendo que no, el embarazo puede sufrir complicaciones.

Morgana sintió por dentro una pequeña Victoria, por vez primera vez pudo sentir la luz al final del túnel.

—Ahora mismo, por el riesgo del embarazo y lo poco avanzado que está, es poco probable que podamos ver al feto, mandaré estudios de sangre, orina y ETS por cualquier situación. Y pues señora Thompson, felicidades.

El hombre extendió los brazos hacia ella e intentó darle un abrazo que Edgar detuvo. No iba a permtir que él médico de cuarta la tocara. Tenia que cambiar de ginecólogo ahora.

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La casa de los Thompson era una pequeña mansión a las afueras de la gran ciudad. Edgar había mantenido su compostura incluso cuando los periodista llamaron preguntando su relación con la familia.

El se había dedicado a no decir ninguna palabra, sin embargo su idea de derecho de paternidad permaneció en su mente hasta que Jacob estuviera listo para llevar un juicio de esa magnitud y así también, esperaba que el próximo bebé saliera del vientre de la chica para poder reclamarlos como suyos.

El estaba dispuesto a mantenerse a un brazo de distancia hasta que el niño tuviera la ayuda psicológica y pudieran decirle la verdad sin causarle ningún trauma que lo afectara a futuro. Por lo que mantenerse cerca iba a ayudar a mantener su corazón seguro y también al de Morgana.

Porque a pesar de todo, Edgar seguía amando a Morgana como si fuera la primera vez que notó que su corazón había sido robado. Pero a pesar de todo, el dolor permanecía ahí, dándole un recordatorio que las cosas con ella habían empezado mal.

Ronald permanecía a un brazo de distancia de él y aunque ambos no tuvieran un tema de conversación era obvio que tenían que trabajar en conjunto para la felicidad de Jacob. Sin embargo, su tristeza era evidente y a pesar de tener a un animado niño a su lado, simplemente asentía mientras Jacob hablaba del cualquier cosa que le importaba.

Pero Morgana era otro cantar, la mujer se la pasaba vomitando, quejándose y manteniendo su oficina en casa el mayor tiempo posible. Aún el proyecto no había terminado por lo que ella trabaja a marchas forzadas para terminarlo antes que su tiempo se agotara.

Y ahora mismo, se encontraba en la puerta mirando como la mujer regañaba a alguien por el altavoz. Su cuerpo había cambiado solo un poco a pesar de tener solo algunas semanas de embarazo.

—¡Maldita sea, Robert! ¿Tengo que volver a la empresa para que hagan las cosas bien? Mi hijo de seis años dibuja mil veces mejor que ustedes...

—Creo que debes tranquilizarte, el bebé.

Morgana se giró en su dirección y su furia aumentó, ella estaba a punto de echar fuego sobre sus ojos.

—¡ No me interesa que tiempo tengan!, si no lo terminan para el fin de semana, espero su carta de renuncia para el lunes. —Y en un solo movimiento colgó.

El silencio era demasiado incómodo para los dos, sin embargo mantuvieron la distancia suficiente para ignorar lo que ambos estaban sintiendo. Morgana había sentido sus hormonas demasiado exaltadas por lo que se mantenía lo suficiente alejada para no cometer una locura.

Aún tenía la duda en el aire que iba a suceder después de que el confesara la gran verdad, aunque ellos no habían hablado al respecto su idea de llevárselo a California estaba presente y eso la hacía estar completamente nerviosa pensando en lo que posiblemente podría pasar.

Muchas noches se había despertado, sudorosa imaginando que Edgar se llevaba a su hijo sin decirle absolutamente nada y eso la llevaba a nunca estar tranquila con su presencia. Pero el embarazo estaba haciendo estragos con su sexualidad, por lo que cada vez que su cuerpo se acercaba lo suficiente miles de terminaciones nerviosas buscaban a tientas el tacto del hombre que siempre deseo.

—Creo que estás demasiado alterada, debes pensar en él bebé. —Edgar tocó su hombro y ella se alejó.

No podía permitirse ahora mismo ser débil y entregarse a él, su vida y la vida de su hijo estaba en juego.

—Con Jacob siempre trabajé el mismo ritmo, no es necesario que me recuerdes que estoy embarazada, atada a una silla y manejando unos empleados incompetentes. —Ella se alejó lo más posible. Necesitaba mantener su cabeza en su lugar. Y más ahora que su excitación crecía aún más.

—¿Que te parece un masaje? ¿Un baño? Necesito que te relajes.

—Haré lo que me pidas pero... No me toques.

Entonces el chico se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y una sonrisa malvada apareció en su rostro demostrando que él no era capaz de pribarla de los deseos carnales.