La Villana Quiere Vivir

Luego de que Emily y yo pasáramos alrededor de treinta minutos en la habitación, finalmente estaba lista. No entendía por qué le costaba tanto escoger un vestido; si solo era abrir el armario y coger cualquier cosa, al menos eso era lo que yo hacía en mi vida pasada. Además, no quiso decirme de qué invitado se trataba ni si venía acompañado. Me levanté del tocador y me acerqué al espejo de cuerpo entero, ubicado en una esquina junto al vestidor, para observar mi apariencia.

Desde los pies a la cabeza, todo lucía discreto. Llevaba unos zapatos de tacón bajo, bastante cómodos, que me daban una estatura media. El vestido, sin aro, caía de forma recta hasta los tobillos, con mangas largas y sin escote ni encajes. Como único adorno tenía un pañuelo blanco con bordes finos en el cuello, complementado con un broche azul pálido que hacía juego con unos pendientes mínimos. Todo el diseño era de un tono oscuro, como había pedido, pero no imaginé que sería azul Prusia. Para mí, ese color significaba preocupación. Por suerte, los guantes blancos que combinaban con el pañuelo y el cabello recogido en un moño alto en espiral le daban un aire sobrio al conjunto.

—Señorita, ¿está segura de que no quiere que le oculte la cicatriz con algo de maquillaje?

—Sí, estoy completamente segura.

«Cristal es pequeña, y su cuerpo delgado refleja que ha pasado por una mala alimentación durante mucho tiempo. Su rostro lleva una cicatriz notable que atraviesa el ojo izquierdo, gruesa y marcada. Sin embargo, hay algo que me incomoda…»

Me observé de pies a cabeza nuevamente, con expresión seria y los ojos rasgados bajo una sombra de duda. Entonces comprendí qué era lo que me molestaba.

A pesar del cuerpo frágil y delgado de Cristal, tiene curvas suaves. Si usara ropa de colores vivos y tacones altos, se vería como una dama refinada. Incluso ahora, vestida de oscuro, su piel es tan blanca que hace que cualquier color resalte. Su cabello es rojo como el fuego. Por más que lo recoja y evite adornos, sigue llamando la atención. Y su rostro… Cortes finos, ojos ligeramente rasgados, labios delgados pero con volumen natural, un color rosado tierno. Esa gran cicatriz que cruza desde la ceja hasta su mejilla, combinada con la expresión vacía y fría de sus brillantes ojos azul hielo, le da un aire misterioso e incluso intimidante.

Si tuviera un aura un poco más fuerte, sería la villana que infunde terror y a la que nadie quiere cerca.

—Emily, ¿cómo crees que me veo?

—Sencilla y elegante. Se ve estupenda, señorita Cristal.

—¿Tanto como para ser alguien cerca de debutar?

—Bueno… Quizás si cubrimos su cicatriz y cambiamos el color del vestido a algo rojo o violeta, tal vez...

—No —me di la vuelta y comencé a caminar hacia la puerta—. Déjalo así. Así está bien.

—Como usted diga, señorita.

El guardia que estaba en la entrada abrió la puerta. Su postura era tan rígida y firme dentro de aquel uniforme azul que por un momento dudé si realmente era humano. Salimos, seguidas por él, y nos dirigimos hacia la sala de espera. Con cada paso, la ansiedad crecía en mí. No dejaba de repetirme las mismas preguntas:

¿Por qué un enviado del emperador me busca?

¿Por qué a mí y no a la duquesa?

¿Por qué a mí y no al duque?

¿Por qué a mí y no a Kasir, quien es el primero en la línea de sucesión?

Tendría más sentido que buscaran a ellos, no a la bruja de la familia Lawnig. Incluso si fueran a ver a Eleonoro o a Vanessa, sería más comprensible que buscarme a mí.

Finalmente, llegamos a la puerta de la sala de espera. Le pedí a Emily que se quedara con el guardia y entré sola. El salón estaba tranquilo, en completo silencio. Maikel se encontraba en el sofá derecho, junto a una mujer mayor que vestía una túnica blanca. Su cabello plateado y su piel arrugada mostraban años de experiencia. A su lado, para mi sorpresa, estaba Vanessa, mirándolo con desprecio y regañándolo por todo, aunque él no le prestaba atención.

No entendía qué hacía Vanessa en esta reunión. Su apariencia excéntrica —vestido amarillo chillón, corsé apretado, y tantos adornos en el cabello que parecía un candelabro— demostraba que solo quería llamar la atención.

«Ahora que lo pienso... La duquesa no está en el ducado. ¿Será por eso que Vanessa se ve tan ridícula?»

—Con permiso —dije al entrar.

Maikel saltó hacia mí y se aferró a mi falda como un cachorro.

—¡Tía Cristal!

—Cariño, calma. ¿Quieres que ambos terminemos en el suelo?

La anciana rió mientras se levantaba, y yo le dirigí una reverencia como pude, pues Maikel me sujetaba con fuerza.

—Mis disculpas por las molestias que haya podido causar mi pequeño Maikel —dije suavemente.

—Oh, no se preocupe, señorita. Esta abuela se ha estado divirtiendo mucho con este pequeño prodigio.

Maikel rió.

—¡Tía Cristal! ¡La abuela también brilla como tú! ¿Lo ves?

Me quedé helada. El miedo me recorrió. No quería que nadie supiera sobre las habilidades de Maikel. ¿Y si algo malo le pasaba?

—Pequeño, ven aquí —lo cargué en brazos. Él rodeó mi cuello con sus brazos y mi cintura con sus piernas—. No debes decir esas cosas frente a los invitados. Podrías hacerlos sentir incómodos, ¿lo entendiste?

Le apreté la nariz con cariño. Él hizo una mueca divertida y no pude evitar reírme levemente.

—Disculpe a Maikel. Es algo inquieto, pero es un buen niño. Aprenderá modales con el tiempo.

—No se preocupe por eso, señorita.

—Sácalo de aquí —intervino Vanessa con molestia—. Es solo un niño insoportable.

—Hermana, ¿qué dices? ¿Por qué algo tan horrible? —Mis ojos se llenaron de lágrimas. Agradecí haber aprendido a fingir en el club de actuación—. ¿Por qué eres así?

Vanessa enrojeció de furia, pero al mirar a Maikel en silencio, se le heló la sangre. Maikel, serio como un témpano de hielo, la observaba con sus ojos dorados sin parpadear.

—Por favor, calma, señorita Vanessa. Señorita Cristal —intervino la anciana—. ¿Podemos sentarnos y conversar?

—S-sí —me sequé las lágrimas falsas y me senté con Maikel en el regazo. Vanessa y la anciana hicieron lo mismo. Vanessa evitó mirar a Maikel el resto del encuentro.

Minutos después, el ambiente se había relajado. Con un pequeño pañuelo que guardaba para Maikel, me limpié las lágrimas. Luego miré a la anciana.

—¿Se siente mejor, señorita Cristal?

—Sí, muchas gracias por su preocupación. Lamento haber retrasado la reunión con mi comportamiento.

—No se preocupe. La señorita Vanessa fue algo dura con su sobrino. Escuché que tiene un hermano mayor... ¿Es él el padre? ¿Está casado?

—Oh, no, no es así.

Maikel jugaba con unos mechones de mi cabello que se habían soltado del moño.

—Maikel Lawnig es mi hijo adoptivo.

La sorpresa en el rostro de ambas era lo que había esperado… lo que no esperaba era notar a otra persona en la habitación, de pie en la sombra, en la intersección entre las paredes.

—Eso es una acción muy humilde, señorita Lawnig.

Mi sorpresa fue aún mayor que la de Vanessa.

—¿Su alteza, el príncipe heredero? ¿Qué hace aquí?

«No, no, no... ¿¡Esto tenía que pasar justo ahora!?»

—Vine como acompañante de la sacerdotisa Akum Serescero. Pero mis asuntos son con la cabeza de familia.

—¿Serescero? —repetimos Vanessa y yo al unísono.

—Así es, señorita Cristal —dijo la mujer con una reverencia—. He venido por la inspección mágica.

—¿Inspección mágica? —volvimos a repetir al mismo tiempo. Ya nos estaba molestando coincidir tanto.

—Y también por orden del emperador, para tratar otros asuntos con las damas Lawnig.

—Maikel —llamó el príncipe—, ¿te gustan los caballeros?

—¡Sí!

—A mí también —sonrió—. Dime, ¿te gustaría jugar con una espada de verdad ahí afuera?

Maikel me miró, indeciso. Yo acaricié su cabello rojo fresa y suspiré ante el brillo de sus ojos ámbar.

—Puedes ir, cariño. Pero ten cuidado y pórtate bien.

—¡Lo haré! ¡Gracias, tía Cristal! —Me besó la mejilla y se fue con el príncipe.

—Bueno, ya que el niño se ha ido con su alteza, ¿podemos conversar?

—C-claro, tome asiento.

—Gracias.

Las tres nos sentamos, y escuchamos con atención.

—El emperador ha solicitado que uno de los magos de la línea directa del duque Lawnig vaya a la guerra en el norte, como apoyo mágico. Estará un máximo de cinco años y será condecorado al regresar, con derecho a pedirle algo directamente al emperador.

Me quedé en silencio. Sabía que había algo más.

—Pero… —siempre hay un pero— el emperador me pidió hablar en privado con las señoritas Lawnig.

—¿Con qué objetivo?

—El emperador ya tiene cierta edad… y pronto tendrá que ceder el trono a uno de sus hijos. Considera a la familia Lawnig la más confiable. Y como tienen dos hijas en edad de casarse, pensó que sería una buena oportunidad para que una ascendiera a emperatriz.

«¿¡Qué!? ¿¡Escuché bien!?»

—¿¡Ser emperatriz!? —gritó Vanessa, emocionada.

«No, no escuché mal.»

—Así es, señorita Vanessa —dijo la anciana, masajeándose la sien—. Pero no he dicho que el emperador me haya enviado a pedir su mano específicamente, pues el duque tiene dos hijas.

Nos miramos. Yo me llevé una mano a la cabeza. Si Vanessa se convierte en emperatriz, mi venganza será casi imposible. Si huyo, me encontrarán. Si soy yo, mi vida será una pesadilla. Si voy a la guerra, podría morir.

«Mundo, ¿por qué eres tan cruel conmigo?»

—Señora, ¿ha visto la apariencia de Cristal?

—La estoy viendo, señorita Vanessa. Y la señorita Cristal es alguien muy encantadora.

—¿Aún con el rostro marcado?

—Una emperatriz no se mide por su rostro ni por su tamaño, sino por lo que es capaz de hacer.

—Pero… no puede… Cristal aún está de luto.

—Son solo algunas jóvenes las que están por debutar. Pero al ser de la familia más cercana al emperador, es probable… aunque no significa que vaya a ser emperatriz. Además, escuché que la señorita Cristal ya ha levantado su luto.

—Sí, así es. Han pasado muchos años desde que mi madre falleció. Mi vida no ha sido la misma sin ella, pero he aprendido a vivir con su ausencia.

—¿Fue solo por su madre su luto?

—Por mi madre y… —miré al suelo— por las heridas del pasado que no volverán a dañarme.

Sí. A partir de ahora, lo que sienta, lo que haga y lo que diga… será porque yo lo decido, no porque me lo impongan.

Así podré decir con orgullo que no me arrepiento de nada.