Pia es vendida por sus padres al clan enemigo para salvar sus vidas. Podrá ser felíz en su nuevo hogar?
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capítulo 13
El estruendo de la puerta al cerrarse de golpe sacudió la mansión. Francesco entró al despacho con pasos firmes, con el rostro contraído por la tensión.
—Lo descubrió —dijo, sin rodeos.
Leonardo, que estaba revisando unos papeles junto a la ventana, giró lentamente. Sus ojos celestes brillaron con una furia contenida, helada, y el papel que tenía entre los dedos se arrugó sin darse cuenta.
—¿Qué cosa?
—Pia y Vittorio —respondió Francesco—. Estaban juntos. No pasó nada... todavía. Pero iban a hacerlo. Alguien los vio. Un guardia de confianza. No hay dudas.
El silencio se volvió espeso. Leonardo se acercó al escritorio, con pasos lentos, cargados de una rabia que apenas podía controlar. Apoyó ambas manos sobre la superficie de madera y se inclinó hacia adelante.
—Traelo —ordenó, con voz grave—. Ahora.
Francesco dudó por un segundo. Luego asintió, sabiendo que discutir con Leonardo en ese estado era inútil.
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Vittorio no opuso resistencia. Lo escoltaron entre dos hombres armados hasta el salón principal, donde Leonardo lo esperaba de pie, en el centro, con el rostro completamente impasible. Llevaba puesto un traje negro sin corbata, la camisa blanca abierta en el cuello. Parecía tranquilo, pero sus ojos decían otra cosa. Celestes, helados, como si no quedara ni una chispa de humanidad en ellos.
—¿Sabés por qué estás acá? —preguntó Leonardo, sin levantar la voz.
Vittorio lo miró sin miedo, con la frente en alto.
—Sí.
—¿Y no vas a negar nada?
—No.
Francesco se colocó detrás de su primo, cruzado de brazos. Había intentado hacerlo entrar en razón, pero Leonardo estaba cegado por los celos, por la traición, por algo que ni él mismo sabía cómo controlar.
—¿La tocaste? —preguntó Leonardo de pronto.
Vittorio apretó la mandíbula.
—No. Pia se detuvo antes.
Leonardo caminó hacia él. Cada paso era como una amenaza silenciosa. Se detuvo a pocos centímetros y lo miró con una intensidad que casi quemaba.
—¿Pero la deseás?
—Sí —respondió Vittorio, sin bajar la mirada.
Fue suficiente.
Leonardo sacó el arma de la parte trasera del pantalón y la apuntó directo al pecho. El salón se congeló. Francesco avanzó un paso, tenso.
—Leonardo, pensalo bien...
—Callate —gruñó, sin apartar la mirada de Vittorio—. Este hijo de puta se metió con lo único que no tenía permitido tocar.
—No es una cosa —dijo Vittorio—. Es una persona. Y vos la tratás como una prisionera.
—¡Cerrá la boca! —gritó Leonardo, y le apoyó el cañón del arma en la frente—. Vos no sabés nada. ¡Nada!
—¡Leonardo, por favor!
La voz de Pia irrumpió como un rayo. Entró corriendo al salón, jadeando, con el rostro desencajado. Se colocó entre ambos, empujando a Leonardo con fuerza para apartar el arma.
—¡No lo mates!
Leonardo la miró, furioso, fuera de sí.
—¡Pia, salí de acá! No es asunto tuyo.
—¡Claro que es mi asunto! —gritó ella, con lágrimas en los ojos—. ¡Yo lo busqué! ¡Yo fui a su cuarto! ¡Si lo matás a él, entonces también vas a tener que matarme a mí!
El arma tembló en la mano de Leonardo. Bajó la mirada hacia ella, que lo miraba sin miedo, con los ojos vidriosos y el cuerpo firme frente a él.
—¿Qué dijiste?
—Que si lo matás —repitió Pia, temblando pero decidida—, yo también me voy a matar. Te lo juro.
El silencio que cayó fue absoluto. Francesco tragó saliva. Vittorio cerró los ojos. Leonardo soltó un suspiro cargado de rabia, y bajó el arma muy lentamente.
—¿Te enamoraste de él? —preguntó con voz rota.
Pia dudó. Lo miró a los ojos, esos ojos celestes que ahora estaban rojos de la bronca contenida.
—No lo sé —murmuró—. Pero me siento viva cuando estoy con él. Me escucha. Me respeta. No me golpea.
Leonardo se quedó quieto. Respiraba rápido, con el pecho agitado. Luego, sin decir una palabra más, le dio el arma a Francesco y salió del salón, sin mirar a nadie.
Pia cayó de rodillas, respirando como si recién hubiera salido del fondo del mar. Vittorio se acercó y la abrazó fuerte, en silencio. Sabían que nada volvería a ser igual.
Autora te felicito eres una persona elocuente en tus escritos cada frase bien formulada y sutil al narrar estos capitulos