Millonario Ceo Prometido Bajo Contrato

CAPÍTULO DIESIOCHO:ME ENAMORÉ EN UNA NOCHE.

Mónica Moretti.

Tenía tiempo sin salir a divertirme, invitar a Nella fue lo mejor. ¡Sacarla de su zona de confort ya es todo un logro! No es que a mí me guste andar de fiesta en fiesta, pero de vez en cuando no está mal divertirnos. Se dio la oportunidad y no me arrepiento de dejar a un lado el estrés generado por los estudios durante años. Al fin tengo mi título, estoy recién graduada. Ahora tengo que encontrar un empleo donde pueda ejercer lo que me gusta y me apasiona.

Perdí tres años de estudio antes de ingresar a la universidad. Me dediqué a trabajar, a ayudar a mis abuelos con los gastos del hogar. Lo que mi madre enviaba era muy poco, me vi en la obligación de buscar y ahorrar un poco de dinero para mis estudios. Siempre tengo contacto con mi madre; a pesar de su ausencia, ella está pendiente de la familia. Jamás la juzgaría, sé que en la vida hay sacrificios y este es uno de ellos. No sé quién es mi padre, hasta ahora no he preguntado por él, tampoco me importa. Si no me han hablado de él, por algo será.

Desecho la idea de mi progenitor y sigo pensando que debo esperar a que algún lugar me llame. He enviado mi currículum a varios bufetes de la ciudad, espero que me den la oportunidad de aprender de ellos y demostrar mi desempeño, todo lo que aprendí. Tengo veintiséis años, puedo ser una excelente abogada y sé que lo voy a lograr con mucho esfuerzo. Mi nombre, Mónica Morrone, resonará como el de la mejor abogada femenina de la ciudad de Roma.

Llegué a mi casa casi con la luz del sol. Quería dormir un rato más; la noche para mí fue más de lo que esperaba. Pensarlo me pone los pelos de punta. Y si Nella supiera lo que hice, no lo creería.

FLASHBACK

Mientras tú bailabas con tu amor, él llegó y me invitó a bailar. El condenado huele rico y se mueve bien, ¿cómo será en la cama?, se preguntó mentalmente mientras se mordía los labios.

FIN DEL FLASHBACK

Uff, ya tengo la respuesta a lo que me preguntaba. Me estremezco solo de pensarlo.

Aunque estoy segura de que Nella también lo disfrutó igual o más que yo. Sonrío de mis ocurrencias.

Sí, le dije eso, es solo por molestarla porque quería encontrar a un millonario, pero no estoy interesada y ella lo sabe. Llevamos años conociéndonos, desde la universidad. Mejor dicho, aunque ella estudió una carrera distinta a la mía, nos tocaron juntas algunas materias. Soy lo suficientemente inteligente para obtener mis propios logros. Además, también quiero un hombre que me ame y tener a quien amar. ¿Quién no sueña con uno? Y yo no soy la excepción. Marcos Vacille movió algo dentro de mí, sentí una corriente eléctrica en todo mi sistema. La verdad, no quise darle importancia, pero a medida que pasaban los minutos y las horas que compartimos fue lo mejor. La química entre los dos dio paso a una noche agradable. Después de que nuestros amigos nos dejaron solos, bailamos, bebimos y hablamos un poco de nuestra vida. Aunque Marcos es un hombre guapísimo, la palabra se me queda corta. Es caballeroso y un tanto coqueto y pícaro, diría yo, y sin duda me gustó eso de él.

Sé quién es, su nombre lo reconozco por su trayectoria. La prensa no deja de hablar de él, todos lo conocen. Nunca en mi vida se me pasó por la cabeza conocer al hombre más mencionado en toda la prensa, el flamante "lo squalo" (El tiburón).

Llegué a mi cama, me lancé. ¡Qué alivio! No encontré a mis abuelos mientras venía a mi recámara.

Suelto un suspiro, sigo pensando en él y desde hoy le pondré mi lobo personal. Me muerdo el labio, creo que me enamoré en una sola noche.

¡¿Eso es posible?! ¿¡Enamorarse de alguien el mismo día de conocerle!?

Con mi exnovio no pasó así, lo nuestro se dio después de un tiempo y con él tuve mi primera vez. Con Marco es distinto, siento un frío que recorre mi estómago de un lado a otro cuando pienso en él. Creo que estoy más loca de lo costumbre. Decido no pensar más, busco conciliar el sueño.

HORAS MÁS TARDES…

Me encuentro en la sala, con mi abuela Tomasa y mi abuelo Mariano.

—Hola, abuelos —llegué y le doy un abrazo a mi abuela primero—. ¿Cómo está la abuelita más linda de toda Italia?

— ¡Cuánta alegría tienes, niña! —sonríe—. Estoy bien, con mis achaques de siempre, pero bien.

—Hola, abuelito —lo abrazo y le doy un sonoro beso en su cachete arrugado.

—Tomasa tiene razón. Estás muy risueña, te veo contenta más de lo normal, podría decir que en tu rostro hay algo diferente.

Me siento feliz, de alguna manera lo estoy. Amo la vida, el ayer, hoy y mañana y todos los días de mi vida.

—Nada, abuelos, solo me siento feliz —cambio de tema—. ¿Mi madre ha llamado?

Mis abuelos no han preguntado por Nella y menos a qué hora llegué. Están viejos y quizás se les están olvidando las cosas.

Mientras ellos toman el café con pan y yo me muero de hambre —me levanté después de mediodía y todavía no he probado bocado—, voy a la cocina buscando qué comer mientras mi abuela menciona:

—Tu madre te llamará en cualquier momento, no te preocupes por ella.

Me siento a comer devorando todo. Pienso que se acerca la quincena, necesito hacer mercado y comprar medicina para mis abuelos. Los dos son importantes, ya que uno sufre de diabetes y el otro de la presión. Pensarlo me comienza a angustiar, la alegría con la que amanecí se me esfuma y la reemplazo por la angustia, la preocupación, la ansiedad. Suelto un suspiro.

Tomo mi teléfono y le envío un mensaje a Nella. Quiero saber si ya llegó, supongo que sí, no han llamado para saber de ella.

Sonrío por lo que le voy a decir.

«¿Dónde se encuentra la que dice llamarse mi mejor amiga? La ingrata, mala amiga, que no dudó ni un segundo en dejarme tirada con un desconocido que a duras penas conozco. Mi pobre corazón está decepcionado. Años de amistad, se fueron al caño por un recién llegado.» Le pongo caritas tristes llorando y corazones rotos.

—No comiences con el drama, que no estamos en una telenovela. Además, te dejé muy bien acompañada y muy bien te vi bailando, ignorando al mundo.

—Sí, sí, ajá, como sea, ya voy para allá. Necesito que me cuentes todo el chisme que no se me ha olvidado. Además, me porté bien, trato es un trato —le coloco otra cara de tristeza.

—Sí, ya. Te espero. Chismosa.

Voy al fregadero, lavo lo que ensucié, guardo.

—Abue, voy a casa de Nella y regreso más tarde.

—Está bien, dale un saludo a ella y a sus padres.

MEDIA HORA MÁS TARDE…

Toco la puerta y me abre la señora Georgina.

—Buenas tardes, señora Georgina, ¿cómo está? ¿Bella está arriba?

—¡Hola, Mónica! Sí, sube, ella ya te está esperando. Yo voy a la cocina a prepararles una merienda de esas que tanto les gustan.

Sin más, voy directo arriba, antes de que a la señora Georgina se le ocurra preguntar algo que yo no sé qué responder sobre la salida de anoche.

—Gracias, muy gustosa, lo acepto —le digo a medida que avanzo.

Toco la puerta: toc, toc, toc, tres toques avisando que ya estoy aquí. Ella sabe que soy yo, siempre lo hago. Agarro la manilla, no espero que me abra la puerta, empujo y me voy asombrando. La veo acostada en la cama, entro con cuidado, no se ha dado cuenta de que estoy aquí, está en las nubes. Me lanzo a su lado, dándole el susto de su vida.

—¿Estás loca o qué? ¡Casi me mataste del susto, tonta! ¿Por qué no tocas antes de entrar?

Suelto una carcajada riendo por la tontería que me dice, y la cara de espanto que tiene hizo que el color de sus labios desapareciera, está blanca como un papel.

—Hola, Nella, ya estoy aquí, no estoy loca. Toqué como siempre, lo que pasa es que andas en las nubes o quién sabe en qué planeta que ni cuenta te diste de que llegué. Cupido te flechó el corazón y enterró bien la flecha, tanto que andas suspirando como tonta y estás más embobada botando la baba por tu jefecito.

—Ya cállate, te veré. Y si no me di cuenta de que llegaste, tampoco escuché el timbre, estaba pensando en otras cosas.

—¿No será que esas cosas se llamen Emiliano Ferrer?

La miro a los ojos y ella me ve sonriendo como diciéndome: es así.

—Ya estoy aquí, cuéntame todo el chisme, que estamos perdiendo el tiempo y, por favor, no omitas ningún detalle. Quiero saberlo todo, me lo merezco por dejarme tirada, abandonada con semejante personaje. Fui la más envidiada de la noche, veía cómo las mujeres se lo devoraban con los ojos.

—¡Sí que te pasas, Mónica!

—Curiosa, él es el tiburón, me supongo que es por eso. Y agradece que te dejé en buena compañía.