La Última Promesa

El día en que Simón dijo que se iría, creí y estaba segura de que no lo volvería a ver. Salió de aquella habitación sin siquiera decir adiós, estaba tan apurado porque su vuelo saldría pronto, que nisiquiera miró hacia atrás. Jamás olvidaré el cómo me sentí. Mil preguntas, ninguna respuesta. Sólo un inmenso silencio que invadía mi corazón. 

  _Ya te lo he dicho Simón, dejemos todo esto atrás. 

 _Entienda por favor, esto pasará. Propongase olvidar lo que cree sentír. -sus palabras tenían peso en mi corazón-. 

 _¿Lo que creo sentir?,¿Acaso quieres que me arrodille delante de tí? Tomaré mi corazón con mis propias manos y te lo daré si fuese necesario, todo para demostrarte lo que siento. ¿Porqué no lo entiendes?. -no podía seguir fingiendo, la frialdad y crueldad con la que intentaba hablarle desaparecen cada que sus profundos ojos azules se posaban sobre los míos-.

 _No se haga eso, no soy digno de usted. Jamás he sido digno de su interés o incluso su, amor. Yo no soy la persona destinada a cuidar de su corazón. Y siendo sincero, no vine aqui a escuchar ni a ver cómo está dispuesta a humillarse delante de alguien tan insignificante cómo yo. -a pesar de mantenerse alejado de mi con una postura firme, ahora podía ver que cada palabra que salía de su boca le dolía.-

  El dolor, la ira y una gran mezcla de sentimientos crecían en su interior. Puedo sentir cómo los latidos de su corazón son cada vez más rápidos, puedo sentir la fuerza con la que frena cada uno de sus movimientos. El deseo lo consume, pero su obligación para con los nobles es más grande que eso. Deseo que no lo haga, deseo que no se contenga más. Ojalá no fuera tan fuerte para resistir todo esto.

 _Huyamos juntos, volvamos a lo que éramos al principio. Sé que en tu interior aún arde con gran intensidad cada sentimiento hacía mi. Lo que alguna vez nos envolvió aún quema en lo profundo de tu alma. 

   Me acerco rápidamente y clavo mis ojos en él, toco su pecho y al hacerlo siento aún con más intensidad cada uno de sus sentimientos. Mirando a sus ojos logro ver que no ha olvidado nada de lo que vivimos. Él se aleja adentrándose en la habitación. Me apuro a cerrar las puertas. No logro contenerme y decido acercarme nuevamente a él. El sólo hecho de estar cerca de él, provocaban que mi corazón latiera con gran intensidad, y que mis deseos por tocar otra vez sus manos crezcan. Cuándo intentaba tocar sus manos él las aleja de mí. Podía sentir el deseo creciendo en su interior, opacando así la tristeza y preocupación que hace un momento lo invadía. Decido acercarme nuevamente pero él me sujeta de ambos brazos, alejándome así de él.

 _No puedo, no podemos. Tú eres una princesa de sangre pura, la única y última heredera de tu clan. Tu obligación es con tu pueblo, con tu gente. Esto que siente es pasajero Zharthis. -su voz se volvió fría y parecía molesto-.

 _Sabes que no es ese mi nombre y que no tengo obligaciones con nadie, ¡porque nisiquiera sé quién soy en verdad! -al decir esto me doy la vuelta y así logro aguantar un poco más las lágrimas- ¿Dime a que has venido Simón? - casi no podía contener mis lágrimas-.

 _Sabes que he sido asignado a ti el día en que llegaste, al igual que lo fue Ionela.

 _Si, ¿y que hay con eso?. ¿Acaso te irás de nuevo? Lo siento pero no sé a qué quieres llegar con esto.

 _ Después de esta tarde si, volveré con los soldados de mi clan y nuevamente estaré en mi antiguo puesto.

 _Soldados, ¿De tu clan? - estaba confundida-. Dijiste que fuiste asignado a mí, bueno, a mí guardia. 

 _Eso sólo fue momentáneo, mi misión era mantenerla a salvo. Al menos hasta que me lo ordenen, yo…

 _No creeré si dices que para tí sólo fui una misión. Sabes perfectamente que lo que sucedió entre nosotros va más allá que cualquier orden, misión o reglas. -no estaba dispuesta a aceptar que todo se destruya así tan fácilmente-.

 _Conoces las reglas y cómo tal debes de seguir el orden sagrado de las cosas. No interesa lo que sientas o no por mí, tú no estás destinada a mí, ni yo a tí. -su mirada fulminante sellaba lo que acababa de decir-.

_Si así lo desea, Teniente Alexander. -no podía negarlo y mucho menos ocultarlo. El dolor que sentía en mi interior era demasiado fuerte, dejando así que se me escapen las lágrimas-.

 _Yo no quería esto, pero es necesario que sepas de antemano que el príncipe Vlaryz y la princesa Ashleina llegaran esta tarde al castillo. Ese es mi último mensaje para tí. -su rostro y voz decían una cosa, pero su alma clamaba a gritos y su corazón sangraba de dolor. No lograba comprender porque se sometía a esto-.

  Ya no sabía si seguir insistiendo, él no mostraba intención alguna de luchar por lo que alguna vez sintió. ¿Acaso he sido una simple aventura? ¿Será que cada palabra que nos juramos, ahora han perdido su valor?. ¿Cómo es que llegué a esto? Debo de convencerme de que esto es el fin.

   Y pensar que aún lo recuerdo. Luego de la llegada de Ionela, me ví obligada a dejar el mundo normal en el cuál había crecido. Perdí a las personas que conocía allí, mi falta de control y el desconocer lo que podía hacer, me llevaron a destruir el hogar que conocía. Pasado dos meses del incidente, Ionela me aseguró de que estaba lista para entrar al mundo de los sagrados. Un lugar en el centro de la nada, un lugar en dónde todos los nobles de sangre pura estábamos destinados a reencarnar. Somos descendientes de los dioses, reyes, reinas, brujos, brujas, y cientos de seres que incluso caminaron sobre la tierra de los humanos o cómo aquí los llaman, mundanos. Fuimos elegidos por seres superiores para preservar la sangre, reencarnación tras reencarnación. 

 El descubrir esto dejó un completo caos en mi cabeza, ¿brujas, reinas e incluso seminobles? (Semi-noble\=noble con la capacidad de convertirse en animales).  Cualquiera en mi lugar hubiera enloquecido. Creí haber perdido a todos los que conocía, pero estaba equivocada. Cuándo llegué a este lugar mi sorpresa fue grande, en la entrada del gran castillo estaba el Teniente Alexander o cómo yo lo conocía, Simón.

   Recuerdo que fue en ese mismo lugar en dónde Ionela confesó que Simón había sido enviado al mundo de los mundanos, con la intención de protegerme. Él había estado cuidando de mí, ¿Pero cuidándome de quién?. Simón no era el único enviado allí, cientos de soldados fueron enviados para protegernos a nosotros los nobles, que nos encontrábamos esparcidos por todo el mundo. En su momento no comprendí la razón para tomar esas medidas. Pero la verdad era tan horrible que incluso llegaron a parecerme muy pocas las medidas tomadas para protegernos.