Faltan once minutos para la media noche, Alejandra con el teléfono en mano espera ansiosamente que pasen esos sesenta segundos que la separan del "Hola" de su confidente desconocido. Con él puede ser ella misma, sin la máscara de estoica que desde su infancia se colocó.
Franco está en su habitación, ya ha escrito su acostumbrado Hola y cuenta regresivamente los 25 segundos para pulsar enviar. Él es un ser sensible sin saberlo, su oculta pasión por las artes lo llevó a ella, a esa mujer de la que no conoce ni su nombre, ni su rostro, ni su edad, pero que lo sensibiliza al extremo de sentir sus caricias en el alma.
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Diecisiete
De regreso a Nueva York, la pareja no quiere separarse, pero al día siguiente volverá cada quien a su rutina laboral y Alejandra debe tener todo preparado para impartir sus clases. En la puerta del edificio se despiden sin ganas y ella sube aún obnubilada con su experiencia del fin de semana...
—No puedo creer que hiciste eso— dice Alejandra que apenas puede hablar debido al ataque de risa que le produjo cuando su amiga le cuenta como dejó a Jesús cuidando de Marta todo el fin de semana.
—¿Qué?— agrega encogiéndose de hombros —además es un cochino, tiene novia y quiere conmigo.
—Tú sabes que siempre le has gustado— replica Alejandra.
—Asco— hace un gesto como tiene arcadas y suelta una sonora carcajada...
Los días siguieron transcurriendo, Es sábado y después de trabajar medio día, Franco busca a Alejandra para compartir la tarde aislados de todos, las puertas del ascensor se abren y de la caja metálica sale la pareja entre besos y arrumacos, para sorpresa de ambos, Julieta Alcázar se encuentra en la puerta del apartamento de su hermano, esperándolo con dos grandes maletas.
—¿Qué haces aquí?— es la pregunta automática de Franco.
—¿Así recibes a tu hermana y persona favorita en todo el mundo?— inquiere ignorando la presencia de su cuñada.
—Disculpa— dice abrazándola —Es que no me dijiste nada y tengo planes con Alejandra para hoy ¿dónde te quedarás?
—Obvio que aquí o és que ¿a tu novia le molesta?— expresa de manera satírica, mientras Alejandra se muestra impasible.
—No se trata de eso, sabes muy bien que debiste avisar.
Finalmente, el hombre abre la puerta de su apartamento, Julieta entra, él toma la mano de su chica para que siga también adelante, pero ella no se mueve.
—Anda, atiende a tu hermana, después nos vemos— le alienta a entrar, forzando una sonrisa y besando sus labios.
Alejandra sale del edificio y comienza a caminar sin prisa ni nada por hacer, su tarde la había liberado para compartir con el hombre que ama, pero sus planes fueron truncadas por la llegada de su cuñada. Siguió su andar y sin pensar la cúpula que forman los Olmos americanos de The Mall en el Central Park, le brindan la sombra que necesita al cruzar el parque, de pronto detiene sus pasos, quiere estar silenciosamente sola, mira a su alrededor y encuentra un lugar para sentarse debajo de un árbol, saca su libro, pero lejos de comenzar a leer, su mirada se pierde en sus manos mientras en su pecho se alberga el terrible temor de perder a Franco...
—Dime exactamente a qué viniste — cuestiona el canadiense a su hermana leyendo sus intenciones.
—Vine a visitar a mi hermano y pasar unos días con él, ¿no puedo?— pregunta con fingida inocencia.
—No creas que soy estúpido, nunca en tu vida te has quedado dónde yo vivo, siempre preferiste un hotel y sé perfectamente que no te gusta Alejandra— su semblante se torna serio —espero que te quede bien claro que es la mujer con la que compartiré el resto de mi vida y no voy a permitir una grosería de tu parte hacia ella— puntualiza tajante Franco.
Julieta asiente, pero secretamente el odio comienza a cobrar fuerza en su interior, se da cuenta de que esa mujer tiene un terreno demasiado grande ganado en el corazón de su hermano.
Más tarde la pareja de enamorados nuevamente se encuentra y dan un paseo, durante el recorrido Alejandra ha estado extrañamente ausente, ya frente al edificio donde vive la chica.
—¿Te pasa algo?— le interroga Franco, a lo que ella aprieta sus labios y niega con la cabeza. Él conoce cada uno de sus gestos y sabe que está conteniendo las ganas de llorar —Hey, ven acá ¿qué tienes?— pregunta dulcemente mientras la atrae hacia él y la encierra en su pecho.
Franco es consciente del temblor en el cuerpo de su novia e insiste en saber.
—Tengo miedo del final— responde en un susurro Alejandra, recordando que desde que vio a su cuñada un mal presentimiento se alojó en su interior, a la vez que una lágrima rebelde resbala por su mejilla.
—¿De qué final hablas?, ¿me piensas dejar?— pregunta Franco alarmado.
—No, pero, lo que siento por ti me sobrepasa y nunca lo bueno me ha durado mucho— sus palabras son acalladas por los labios de él.
—Te amo mi Galatea, óyeme bien mi amor— dice tomándola del rostro con ambas manos para mirarla a los ojos —ni la muerte me separará de tí.
Hace poco más de una semana que Julieta se encuentra en Nueva York instalada en el apartamento de Franco, como era de esperarse, Alejandra no ha vuelto a pisar ese edificio, prefiere evitarse el mal rato que pueda hacerle pasar su cuñada.
Un mensaje de texto llega al teléfono de Franco, la menor de los Alcázar los invita a ambos a cenar en un restaurante de la localidad, asegurándole en el mismo que su intención es limar asperezas con su pareja.
Al llegar al elegante lugar, la canadiense ya se encuentra esperándolos acompañada por Henry Brown, al principio la velada se torna un poco incómoda para Alejandra, espera en cualquier momento un comentario despectivo de parte de la rubia o su acompañante, sin embargo, pese a la reticencia inicial, el ambiente se va aligerando; no obstante, la pelinegra no confía en la sinceridad de ninguno de los dos, no está en su naturaleza confiar en los demás y menos en quienes han tenido actitudes desagradables para con ella.
—Buenas noches— se escucha la voz de una mujer que irrumpe en la cena.
—¡Ay, esto se pone bueno!— exclama entre risas Julieta —Melanie querida, esta es una sorpresa, ven siéntate con nosotros.
Todos en la mesa saben de quién se trata menos Alejandra; sin embargo, imagina que es una mujer que ha tenido que ver en la vida de Franco y su corazón se acelera ante la incertidumbre.
Gracias por compartirla, y tener el placer de leer los 61 capítulos.