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El Rezo Del Cuervo

El Rezo Del Cuervo

Status: En proceso
Genre:Traiciones y engaños / Síndrome de Estocolmo / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Pareja destinada / Familias enemistadas
Popularitas:5.4k
Nilai: 5
nombre de autor: Laara

La cárcel más peligrosa no se mide en rejas ni barrotes, sino en sombras que susurran secretos. En un mundo donde nada es lo que parece, Bella Jackson está atrapada en una telaraña tejida por un hombre que todos conocen solo como “El Cuervo”.

Una figura oscura, implacable y marcada por un tormento que ni ella imagina.

Entre la verdad y la mentira, la sumisión y la venganza. Bella tendrá que caminar junto a su verdugo, desentrañando un misterio tan profundo como las alas negras que lo persiguen.

NovelToon tiene autorización de Laara para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

XVI. Promesa.

Bella se acurrucó bajo las sábanas de su habitación, envuelta en la tenue penumbra que ofrecía la lámpara del buró. El silencio era espeso, solo interrumpido por el leve sonido del viento rozando las ventanas altas. Había sido un día extraño, lleno de emociones dispares, y su mente no encontraba reposo.

Cerró los ojos, intentando conciliar el sueño, cuando de pronto la puerta se abrió sin previo aviso. Ni un golpe. Ni un aviso. Solo el lento chirrido de las bisagras.

Bella se incorporó bruscamente, con el corazón en la garganta. William entró como si aquella habitación también le perteneciera.

Lo hacía, de hecho.

Su presencia llenó el espacio con una gravedad que lo volvió más pequeño. Cerró la puerta tras de sí sin mirarla, sin decir una sola palabra. Iba vestido con un traje negro impoluto que acentuaba aún más su altura y figura esculpida. Se soltó la corbata con un solo tirón, sin apuro, y la dejó caer al suelo.

Luego, con movimientos firmes, comenzó a desabotonarse la camisa. Uno a uno, los botones cediendo a sus dedos hasta dejar su torso al descubierto.

Bella no podía apartar la mirada.

Su pecho era amplio de músculos definidos como piedra tallada, y podía ver cada detalle con claridad. Los abdominales descendían en líneas perfectas hasta desaparecer bajo el cinturón. Su piel estaba marcada por tatuajes oscuros que cubrían parte del pectoral izquierdo y bajaban por el costado, símbolos y formas que hablaban de algo salvaje, tribal, imposible de ignorar.

Era una visión imponente, intimidante… y profundamente desconcertante. Como un dios caído con intenciones oscuras.

—¿Q-qué estás haciendo? —logró preguntar Bella, con la voz temblorosa.

William no respondió de inmediato. Se desabrochó el cinturón con un clic seco, dejando que cayera al suelo. El sonido del cuero fue un latigazo en el silencio.

—¿De verdad necesitas preguntar eso? —dijo con tono bajo, sin mirarla aún.

Luego se despojó de los pantalones, y antes de que sus dedos bajaron los bordes de sus bóxers, Bella soltó un ahogado grito y se cubrió el rostro con ambas manos, ardiendo de vergüenza.

—¿Por qué te tapas la cara? —preguntó él, con una voz cargada de gravedad, como si cada palabra pesara—. ¿No somos acaso futuro marido y mujer?

Bella no respondió. Su garganta se cerró. Apenas podía respirar.

Él caminó lentamente hacia el baño privado que había en su habitación, y justo antes de entrar, se volvió hacia ella con una media sonrisa ladeada.

—Voy a darme una ducha —dijo con calma—. Y más vale que no estés dormida cuando salga.

Se detuvo, su silueta marcada por la luz del baño que ahora se encendía detrás de él. Ella no se atrevía a quitarse las manos del rostro.

—Porque esta noche, muñequita... no vamos a dormir.

Y cerró la puerta tras de sí.

El sonido del agua comenzó a correr tras la puerta del baño, pero Bella no podía moverse. Su cuerpo entero temblaba bajo las sábanas. Las palabras de William seguían resonando en su cabeza como un eco siniestro.

“No vamos a dormir.”

El corazón le golpeaba el pecho con tanta fuerza que le dolía. Su respiración se volvió errática. No sabía qué iba a pasar, pero lo que fuera, no estaba lista. Su instinto gritaba una sola palabra: huye.

Se deslizó fuera de la cama sin hacer ruido, descalza, y corrió hacia la puerta, entrecerrándola con extremo cuidado para no hacer ruido. Salió al pasillo y se pegó a la pared, con el corazón latiendo en los oídos. El mármol frío le calaba los pies, pero ni lo sentía.

Pasó junto a las habitaciones contiguas, cerradas. Demasiado lejos de Arianna, y gritar no era una opción. No en esa casa. No con él tan cerca.

Al final del pasillo, justo antes de que se abriera hacia la gran escalera central, vio una pequeña puerta entreabierta. No pensó. Se metió dentro, y la cerró.

Era un enorme armario de ropa de cama, lleno de estanterías con sábanas, mantas, almohadas. Se metió entre las pilas de tela como un gato asustado y se sentó abrazando sus rodillas, respirando con dificultad.

Intentó no llorar. Intentó que no se notara su presencia, como si fuera invisible. Pero el silencio era espeso, y el golpeteo de su corazón era ensordecedor.

Unos minutos después, escuchó pasos. Lentos. Imponentes. Los reconocería entre mil. Se detuvieron frente a la puerta.

Un largo segundo de absoluto silencio.

Luego, la puerta se abrió con lentitud.

William.

De pie. Con el torso desnudo, aún húmedo por la ducha. Unas gotas le bajaban por el pecho hasta desaparecer bajo la toalla que llevaba atada a la cadera. El vapor aún se elevaba de su piel caliente.

Sus ojos fríos recorrieron el pequeño espacio hasta detenerse en el bulto encogido entre las mantas.

Un silencio sepulcral.

—¿Estás... escondida en un armario de sábanas? —preguntó con voz baja, sin pizca de emoción.

Bella no respondió. No podía. Solo deseaba que el suelo se la tragara.

Entonces, de forma inesperada, William ladeó la cabeza y su boca se curvó apenas. No era una sonrisa cálida. No lo sería nunca. Pero era... divertida. Como si no pudiera creer lo que estaba viendo.

Una carcajada corta escapó de su pecho. Grave, seca, como si le resultara demasiado absurdo hasta para enojarse.

—Vaya... —murmuró, negando con la cabeza—. Esto sí que es nuevo.

Bella sintió cómo su cara ardía de vergüenza. Bajó la cabeza aún más entre las mantas, deseando desaparecer.

William dio un paso dentro del armario.

—¿Crees que puedes esconderte de mí en un montón de almohadas?

La amenaza en su tono seguía ahí. Inmutable. Pero había una sombra de diversión. De burla peligrosa.

Él se inclinó un poco hacia ella.

—Sal de ahí, Bella. No tengo intención de ir a buscarte... pero tampoco voy a esperar.

Bella no respondió. Apenas alzó el rostro, asomando los ojos grandes, desbordados de miedo, desde entre las mantas dobladas. Su cuerpo temblaba como una hoja azotada por el viento, la respiración entrecortada, el pecho subiendo y bajando con desesperación.

William no dio un paso más. La miraba desde arriba, los brazos cruzados sobre su torso desnudo, marcado por músculos definidos y surcados de tatuajes oscuros que se extendían por sus costados, subían por sus clavículas y se perdían bajo la toalla. Su presencia llenaba el pequeño espacio, imponente, irreal, como una tormenta a punto de estallar.

—Sal de ahí, Bella —repitió, esta vez con voz más baja, grave, sin espacio para discusión—. Ahora.

Con torpeza, temblando, Bella se puso de pie. Sus manos le fallaban, apenas podía mantenerse erguida. Sentía que las piernas le flaqueaban, como si su propio cuerpo estuviera traicionándola.

William la observaba sin parpadear, su rostro tallado en hielo. Cuando por fin logró salir del armario, parecía una niña pequeña, frágil, desarmada.

—Mira cómo tiemblas —dijo con deseo apenas contenido—. ¿De verdad crees que puedes esconderte de mí?

Bella bajó la mirada al suelo, el labio inferior temblándole. No se atrevía a hablar.

Entonces él dio un paso más, colocándose tan cerca que pudo sentir el calor de su cuerpo, y con una voz dura, cortante como una orden militar, volvió a decir.

—Camina. Quiero verte volver a la habitación... delante de mí.

Bella tragó saliva con dificultad. Le temblaban tanto las manos que se las sujetó contra el pecho mientras comenzaba a moverse, lenta, como si cada paso fuera una sentencia. William la siguió en silencio, como una sombra peligrosa pisándole los talones.

Cada crujido del suelo, cada respiración, se amplificaba en el pasillo en penumbra.

La tensión era tan densa que dolía.

Cuando llegaron de nuevo a la puerta de la habitación, William la abrió sin tocarla, sin mirarla siquiera. Luego sostuvo la puerta abierta con la misma mano que segundos antes parecía capaz de romperla si quería.

—Entra —ordenó sin levantar la voz.

Bella entró, sintiéndose como una presa guiada de vuelta a su jaula. Él cerró la puerta con llave detrás de ellos, dejando el mundo afuera.

El silencio volvió a caer como un manto. Y entonces él habló, en un susurro cargado de promesa oscura.

—La próxima vez que intentes huir de mí, Bella... te aseguro que no terminará tan bien.

Ella retrocedió en cuanto la puerta se cerró tras ellos. No podía evitarlo. Como un animal acorralado, miraba la habitación buscando un punto por donde escapar. Su respiración se volvía más agitada, el pecho le subía y bajaba con violencia mientras su mirada recorría la estancia como si en cualquier rincón pudiera abrirse una salida que la salvara de él.

William se mantuvo inmóvil, observándola con calma feroz, como un depredador que da margen a su presa, no por clemencia, sino por juego. Ella dio un paso hacia un rincón, luego otro, y justo cuando intentó girar para correr de nuevo, él se movió.

En un parpadeo, William cruzó el espacio que los separaba, y sin darle tiempo a reaccionar, la sujetó por el brazo con fuerza y la estampó contra su pecho desnudo.

El contacto la quemó. Su respiración se detuvo.

El calor de su piel, los músculos endurecidos de su torso, y los tatuajes que ahora sentía contra su mejilla la paralizaron por completo. Todo en él era fuerza, autoridad, dominio absoluto.

—¿Te crees lista? —murmuró cerca de su oído, con la voz baja, tan grave que se le coló por la piel—. ¿Olvidas tan fácil lo que me prometiste en el taxi?

Bella, temblando, alzó el rostro apenas. Sus labios se movieron antes de que su voz saliera, frágil y quebrada.

—Tú… tú me obligaste a prometerlo...

Los ojos de William chispearon con algo peligroso. No la soltó. Más bien, su agarre se volvió más firme. Y su voz se volvió aún más seca, más cortante.

—Una promesa es una promesa, Bella. O... ¿eres una niña que solo parlotea sin saber lo que dice?

Bella apretó los labios, las lágrimas formándose en sus ojos, la impotencia apretándole el pecho. Su mirada se perdió en el tatuaje que tenía cerca del hombro, un símbolo oscuro que no sabía qué significaba, pero que parecía gritar: pertenencia.

—Dime —continuó William, bajando la voz como un cuchillo lento—. ¿Vas a cumplir tu palabra... o quieres que te enseñe lo que pasa cuando se rompen las promesas?

El silencio en la habitación era espeso como humo. Y Bella, atrapada entre el miedo y su propia promesa, no tenía hacia dónde correr.

Sin previo aviso, William la besó.

Fue un beso salvaje, cruel, como si quisiera marcarla, romperla. Bella se tambaleó, y solo pudo aferrarse con fuerza a sus brazos para no caer, mientras él la atraía más hacia su cuerpo como si su cercanía fuera una orden y no una elección.

Ella forcejeó, pero era inútil, casi cómico siquiera intentarlo. Él era una muralla de fuerza implacable. En un parpadeo, la levantó como si no pesara nada, y en segundos, la tenía contra el colchón, su cuerpo imponente sobre el de ella, acorralándola con el calor abrasador de su piel desnuda.

—¡No…! —intentó gritar, pero su voz apenas fue un susurro sofocado por el miedo.

William descendió por su cuello, dejando una estela de fuego y presión con sus labios, su respiración rugosa agitando el ambiente entre ellos. Sus manos se deslizaron por su cintura con la clara intención de quitarle la blusa del pijama.

El corazón de Bella latía con tanta fuerza que creyó que se le saldría del pecho. Sentía las lágrimas al borde, pero no las dejaba caer.

—P–por favor… —susurró con voz ahogada, temblando—. No... ahora no... hazlo después… después del matrimonio...

William se detuvo.

No del todo. Su respiración seguía pesada, sus labios aún rozaban su piel. Pero sus manos se congelaron justo cuando rozaban el borde de la tela. Entonces alzó la cabeza, y sus ojos helados se clavaron en los de ella. Estaba tan cerca que podía sentir cada palabra que él dijo contra su boca.

—¿Después del matrimonio...? —repitió, con un tono que no supo si era burla o reflexión.

Ella asintió con desesperación, respirando como si acabara de salir a flote de un naufragio.

William no dijo nada.

Solo la miró. En silencio. Como si estuviera decidiendo algo. Sus ojos, fríos y oscuros, no parpadeaban. Y el silencio era tan pesado que dolía más que cualquier palabra. La tensión entre sus cuerpos era densa, cargada de algo que ella no podía controlar, ni comprender del todo.

—Por favor... —susurró Bella de nuevo, más bajo esta vez, temblando bajo su mirada. Su voz era apenas un suspiro quebrado—. Te lo suplico... después de que nos casemos...

Entonces él se incorporó lentamente, apartándose solo lo suficiente para dejar que volviera a respirar. Su rostro no cambió, seguía inmutable, dominante, tan imponente que hasta su silencio parecía una amenaza.

Se puso de pie sin decir nada. Su cuerpo musculoso cubierto de tatuajes, proyectaba una figura casi inhumana. Como una estatua esculpida con rabia. Su presencia llenaba la habitación entera.

Solo cuando estuvo de espaldas a ella, recogiendo su ropa con parsimonia, habló. Su voz fue baja, pero firme, y cada palabra cargaba el peso de una promesa sellada con acero.

—De acuerdo, muñequita... pero no habrá nada ni nadie en este maldito mundo que pueda impedir que seas mi mujer ese día, Bella. Ni siquiera tú.

Sin volver la vista, caminó hacia la puerta y la cerró tras de sí.

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Cristina Rodriguez
Interesante novela.... pero no Sta completa
Paz Bach
Así me gusta Bella!!!! Dale no te quedes atrás jajaja
Paz Bach
Si cuervo y llegará el día que esa mujer te ponga una correa... 😌
Paz Bach
🤣🤣🤣😂 no puedo de verdad estoy como loca me enfado luego me rio
Paz Bach
Já! ahora resulta, disque su mujer, veremos a ver si consigues que sea tu mujer 😉😏
Paz Bach
no ya... mataste a tu padre muchacha con eso
Paz Bach
😭😭😭😭
Paz Bach
William tendrás que besar el piso por donde camina bella porque lo que estás haciendo es de ser un desgraciado!!!!!
Paz Bach
entiendo que está haciendo todo esto para salvar a su padre... pero aún así Bella... agh! ya no sé estoy que me como las uñas 😭
Paz Bach
esooo no se deje comisario será muy Cuervo y toda la cosa pero el amor de padre puede con todo!!!
Paz Bach
ay no pues la ironía personificada... 🤣
Cristina Rodriguez
excelente novela.. gracias escritora por compartir su historia... es mi tema de lectura mafia
Lina Montoya Blanquicett
pégale duro Chama !!ahora es cuando comienza la guerra de poderes!! dale dónde le duele más al hombre en su eterno orgullo
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que es más para el!! idiota yo veré cuando esté llorado pidiendo cacaoo !! miserable
Lina Montoya Blanquicett
yo creo que más para el...idiota te vas tragar tus palabras yo veré cuando estés llorando pidiendo cacaoo!!! miserable
Lina Montoya Blanquicett
que dolor como padre saber que tú conoces a tu hija cuando miente y que te lo sostenga en la cara eso hace doler el alma inmensamente 😭
Lina Montoya Blanquicett
este hombre es un depravado!!! depravado ..que dolor
Lina Montoya Blanquicett
hay bendito!!
Lina Montoya Blanquicett
mato al papá !! con esa palabras
Lina Montoya Blanquicett
desgraciado!!! en verdad y lo más triste que así hay gente
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