Cuando sabemos que la vida nos tiene deparado un futuro, pero somos nosotros mismos quienes creamos los caminos que nos llevan ya sea a la toma de buenas o malas decisiones, todas las que he tomado de ninguna me arrepiento me han hecho el hombre que soy y llegar a ser lo que soy y nada ni nadie me hará cambiar de parecer eso era lo que creía hasta que supe que jamás tendría una oportunidad en su vida
NovelToon tiene autorización de Deyanira Noguera para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
16
El "fin del fislack", como solía llamarlo en mi mente, fue el momento en que me juré a mí mismo que nunca más perdería lo que realmente importaba. Había aprendido la lección de la forma más dura. Y ahora, esa misma lección me mantenía siempre alerta, siempre dispuesto a proteger lo mío.
Volví a la realidad cuando me di cuenta de que el joven Andrew seguía ahí, de pie frente a mí. No había cambiado la expresión de duda en su rostro. Me acerqué lentamente, evaluando cada detalle de aquel chico que tanto me recordaba a mi yo más joven. Era apuesto, eso era innegable, y tenía una tenacidad que rara vez veía en los más jóvenes. Su pasión por este proyecto me había impresionado, y por eso lo respetaba. Sin embargo, había algo que no me gustaba: la forma en que mi esposa, Eileen, le había sonreído.
Esa sonrisa. Sabía que no significaba nada más que gratitud, pero, aun así, me molestaba. Siempre había sido posesivo con todo lo relacionado con ella. Eileen era mía, solo mía, y odiaba la idea de que otro hombre, por más inocente que fuera, recibiera esa sonrisa tan cálida y reconfortante que solía ser solo para mí. Aun así, sabía que estaba siendo irracional. Ella me amaba, y nuestra vida juntos era sólida. Pero en ese instante, la sombra de mi propio pasado oscureció mis pensamientos.
Extendí mi mano hacia Andrew, buscando no dejarme llevar por esas emociones primitivas que aún residían en lo más profundo de mi ser. Cuando nuestras manos se encontraron, le agradecí una vez más por haber salvado a mis hijos. Ya habíamos hablado por teléfono, pero ahora, cara a cara, el agradecimiento se sentía más tangible, más real.
Lo que no esperaba era lo que vino después. Al mirarlo a los ojos, me quedé sin palabras por un momento. Sus ojos… ese tono verde con destellos dorados. Eran exactamente iguales a los míos. Un pensamiento inquietante cruzó mi mente, uno que rápidamente intenté desechar. Pero no pude evitarlo: sus ojos también se parecían a los de ella. La mujer que había quedado enterrada en lo más profundo de mi ser, la que no quería recordar. Ella, cuyo recuerdo, aunque doloroso, aún ejercía un poder sobre mí que jamás pude destruir.
Ese pensamiento me sacudió. El pasado, siempre listo para emboscarme cuando menos lo esperaba. Era como si aquel trágico día, el día en que perdí tanto, me atrapara una vez más. Por un segundo, todo lo que había construido, todo lo que había logrado, pareció temblar bajo el peso de ese recuerdo. Mi mente viajó atrás, a esa noche, cuando una serie de decisiones equivocadas me costaron todo.
Pero no. No podía dejar que ese fantasma me atrapara otra vez. Me forcé a volver al presente. Andrew seguía allí, mirándome con respeto, sin saber el torbellino que se agitaba dentro de mí. Le di una sonrisa, intentando que no se notara el tumulto emocional que me invadía.
"Lo que hiciste por mis hijos no tiene precio, Andrew", dije con sinceridad. "Pero lo que te ofrezco ahora no es por gratitud, es porque tu trabajo lo merece. Lo que hemos visto de ti es impresionante, y si unimos nuestras ideas, creo que podemos crear algo que superará todas las expectativas."