Balvin, un joven incubus, se encuentra en su última prueba para convertirse en jefe de territorio: absorber la energía sexual de Agustín, un empresario enigmático con secretos oscuros. A medida que su conexión se vuelve irresistible, un poder incontrolable despierta entre ellos, desafiando las reglas de su mundo y sus propios deseos. En un juego de seducción y traición, Balvin debe decidir: ¿sacrificará su deber por un amor prohibido, o perderá todo lo que ha luchado por conseguir? Sumérgete en un mundo de pasión, peligro y decisiones que podrían sellar su destino. ¿Te atreves a entrar?
**Advertencia de contenido:**
Esta historia contiene escenas explícitas de naturaleza sexual, temas de sumisión y dominación, así como situaciones que pueden ser sensibles para algunos lectores. Se recomienda discreción.
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Fidelidades Infernales
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Balvin se encontraba de pie frente a la imponente puerta. Los símbolos tallados brillaban débilmente, como si lo invitaran a entrar y, a la vez, lo retuvieran con un leve resplandor de advertencia. Sabía que dentro le esperaban los arcaicos menores. Respiró profundo, con una silenciosa plegaria a Lucifer para que lo dotara de astucia, y empujó la puerta.
La sala estaba inundada de una luz tenue. Los cinco arcaicos lo observaban desde sus asientos elevados, envueltos en sombras. Ephrial, en el centro, destacaba por su porte sereno. Su largo cabello blanco caía en cascada sobre los hombros, pero no suavizaba la agudeza de su mirada, que lo atravesaba como una ráfaga de viento helado. A su alrededor, una suave bruma parecía fluir, como si su presencia no solo marcara el espacio físico, sino también un aura de autoridad.
—Balvin —dijo, su tono bajo pero firme—. Sabes por qué estás aquí.
Balvin asintió, pero no dijo nada. El silencio era denso, pesado como una losa.
A la derecha de Ephrial, Icaris lo miraba con los ojos entrecerrados, evaluando cada movimiento. Su cabello cobrizo, cortado al ras, brillaba bajo la tenue luz, y sus facciones angulosas parecían aún más marcadas. Cuando habló, su voz cortó el aire con la misma frialdad que sus ojos.
—Tu reciente ausencia no ha pasado desapercibida. Todos lo hemos notado.
—Mis disculpas, arcaicos. No era mi intención preocuparlos. He estado concentrado en mi misión —respondió, manteniendo su voz neutral y controlada. Luchó por mantener la compostura, aunque sentía cómo el peso de la mirada de Icaris crecía en su pecho, casi tangible.
—Todos estamos ocupados —intervino Seris desde su lugar a la izquierda de Ephrial. Su piel dorada contrastaba con su cabello oscuro, que caía en suaves ondas sobre sus hombros. Una brisa ligera parecía seguirla, como si su presencia estuviera acompañada de un ligero aroma floral. Su voz era dulce, no menos incisiva—. Pero no dejamos de lado nuestras otras responsabilidades, Balvin. Sabemos que tu pasantía requiere dedicación, pero no puedes descuidar tus otras responsabilidades. Se espera mucho de ti, y queremos ver los frutos de esa expectativa.
Ella le sonrió, una sonrisa cálida y a la vez calculada, como una fiera antes de atacar.
Balvin apretó su mandíbula. Sabía que no podía titubear. Sentía los ojos de Dalthir, el más antiguo de los arcaicos, fijos en él desde el fondo de la sala. Su piel era oscura como la piedra pulida, con marcas que parecían relatar historias de épocas pasadas, y su cabellera, gris y corta, apenas se movía cuando inclinaba la cabeza en silencio, observando. Esa mirada siempre lo había inquietado, como si pudiera ver más allá de su cuerpo, más allá de su alma.
—Nos has intrigado, Balvin —dijo Xyren, su voz tan profunda como un eco distante. Su figura alta y robusta parecía casi imponente, mientras que su cabello negro azabache caía en mechones desordenados—. Has superado nuestras expectativas en varios aspectos. Sin embargo, veo sombras en tu camino. Espero que no te desvíes de tus objetivos.
—No voy a desviarme. Demostraré que soy digno de su apoyo. No fallaré en mis deberes, arcaicos —murmuró, tratando de mantener su voz firme.
Ephrial asintió lentamente, como quien aprueba una decisión ya tomada hace mucho tiempo.
—Eso esperamos. Recuerda, Balvin, cada paso que des de ahora en adelante será observado. No solo por nosotros, sino por toda la Academia. No hay espacio para el error.
Los arcaicos permanecieron en silencio, dejando que sus palabras calaran en lo más profundo de Balvin, hasta que Seris habló de nuevo.
—Puedes retirarte. Recuerda que la expectativa sobre ti es enorme. Todos tenemos los ojos puestos en ti.
Balvin inclinó la cabeza con solemnidad y salió de la sala. Mientras lo hacía, sentía cómo la presión de las palabras de los arcaicos crecía en su mente. Sabía que, literalmente, no había margen para el error. No para lo que venía a continuación.
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Siwel se quedó en silencio, su mirada fija en Balvin mientras abría la boca para decir algo, pero ningún sonido salió de sus labios. Sus ojos reflejaban una mezcla de asombro y preocupación, incapaz de procesar del todo lo que acababa de escuchar. Balvin, ajeno a la tormenta emocional que se desataba en su amigo, le hacía el favor de revisar una molestia en la muñeca del caparazón de Siwel, concentrado en su tarea.
El silencio entre ambos se hacía más pesado con cada segundo. Siwel, inmóvil, no podía creerlo. ¿Un vínculo chamánico? No podía ser verdad.
De repente, Siwel soltó un profundo suspiro y, con un movimiento brusco, levantó un domo de energía que envolvió el templo. La atmósfera se cargó de tensión. Balvin frunció el ceño, reconociendo los signos: Siwel estaba a punto de explotar, como tantas veces antes.
—¡Bal! —rugió Siwel, arrodillándose frente a él y sacudiéndolo violentamente—. ¡¿Qué diablos has hecho?! ¡¿Morirás por esto, Balvin?! ¡¿Qué demonios te pasa?!
Balvin lo miró con calma, sin oponer resistencia. Sabía que oponerle fuerza solo prolongaría el arranque de Siwel.
—¡Por Lucifer! —continuó Siwel, con la voz quebrada por la desesperación—. ¿A quién desafiaste esta vez? ¿Nos vas a arrastrar a todos al abismo?
El rostro de Siwel estaba rojo de furia, sus ojos desorbitados. La desesperación en su voz lo hacía parecer al borde del colapso.
—Sabía que eras temerario, pero esto... ¡esto es una locura, Balvin! —gritó Siwel, su voz resonando dentro del domo como un eco que se negaba a desaparecer.
Cuando al fin el arrebato de Siwel comenzó a calmarse, el templo se sumió en un silencio aún más profundo. Balvin seguía de pie frente a él, con la expresión endurecida.
—No puedo creer que estés metido en esto —murmuró Siwel, su voz más baja, pero aún impregnada de preocupación—. Un vínculo chamánico,en tu examen final, Balvin... ¿Quién sería capaz de sabotearte así?
—Podría hacerte una lista interminable —respondió Balvin, con un tono seco.
—Te advertí sobre tu boca altanera, sabías que esto te traería problemas.
—Lo que oí fueron tus aplausos.
Siwel soltó una carcajada amarga. —Es cierto, a veces tu audacia es admirable... ¡pero ahora no importa! Necesitamos vigilar a los posibles sospechosos.
—No llames la atención sobre ti, Siwel —respondió Balvin con frialdad.
—eres quien no debe atraer más ojos. Hoy tuviste suerte con los arcaicos, pero imagina si te hubieran pedido una inspección del caparazón.
Balvin miró su muñeca, donde la irritación de la marca chamánica comenzaba a hacerse visible.
—Tienes razón —admitió Balvin—. No pasará mucho tiempo antes de que empiecen a hacer preguntas serias.
—No pensemos lo peor por ahora. ¿Qué necesitas que haga? —preguntó Siwel, evidentemente preocupado.
Balvin lo miró con una sonrisa irónica. —Voy a ir al infierno.
Siwel lo miró, sus ojos chispeando de locura mientras se inclinaba hacia él, tomando sus hombros con fuerza.
—¡Balvin, estás completamente loco! Sabes que eres excepcional en todos los sentidos, pero esto... Esto es suicida. ¿Ir al infierno con un alma humana, y además, un hijo de Adán? No tienes idea de cuántas leyes estamos a punto de romper. El castigo sería inimaginable. Si algo le pasa a esa alma...
—Doce mil quinientas leyes, Siwel —interrumpió Balvin—. Y no te estoy pidiendo que vengas. Pero sé que conoces una manera de entrar.
Siwel respiró hondo y asintió. —No necesitas pedirlo, sabes que iré contigo. Pero debes entender, esto va a desatar un caos como nunca antes hemos visto.
—Lo sé.
—Necesitamos a alguien que conozca las rutas —añadió Siwel, su tono más serio—. He oído rumores de un demonio renegado en los límites del Infierno. No es leal a nadie, pero podría ayudarnos a atravesar las puertas.
—¿Y cómo piensas convencerlo? —preguntó Balvin, frunciendo el ceño—. No somos precisamente los favoritos de los demonios renegados.
—Tengo algunas ideas —Siwel sonrió con una chispa de picardía—. Pero primero necesitamos resolver lo del armero del Limbo. ¿Vamos a... asesinarlo? —preguntó Siwel, dubitativo.
—No. Eso sería demasiado arriesgado. Lo mejor es trasladarlo.
Siwel asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Se acercó a una mesa, pensativo.
—Lo llevaré a un lugar seguro. Te avisaré cuando esté todo listo.
—Gracias, Siwel. Y por cierto... sin ese rostro encantador, no serías nada —bromeó Balvin, entregándole la ubicación de Agustín.
Siwel sonrió, apretando su mano con fuerza. Aunque la situación era crítica, todavía había espacio para esa camaradería que los unía.
Siwel suspiró, aún sin poder imaginar cómo Balvin planeaba atravesar el Infierno con un alma chamánica viva, pero decidió confiar en su amigo.
—Ten cuidado, Balvin. No sé cómo harás que ese humano acceda, pero no te precipites.
Con esas palabras, Siwel se acercó y lo abrazó brevemente. Balvin, aunque disgustado, no lo apartó.
—Yo me encargaré del armero. Y, por cierto…¿ no crees que sea buena idea pedirle ayuda a Nephil?
Antes de que Balvin pudiera responder, la vibración en el aire cambió. En ese preciso momento, escuchó su nombre desde la entrada del templo. Ambos se giraron hacia la voz.
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Nota de la autora:
Al llegar al clímax de este capitulo, me complace presentarles a mi gracioso Siwel, un personaje que ha dejado una huella imborrable en este mundo. A continuación, se revela su apariencia.
Presentación de Siwel:
Siwel se destaca en cualquier multitud, con su piel clara salpicada de una constelación de pecas que adornan su rostro. Su expresión serena y misteriosa se ve acentuada por una sonrisa calculadora y juvenil que irradia simpatía y confianza. Los ojos, de un color claro y penetrante, poseen una intensidad casi inhumana, sugiriendo una sabiduría oculta y un poder extraordinario.
Su pelirrojo cabello oscuro y desordenado enmarca su rostro de forma despreocupada, añadiendo a su aire juvenil y rebelde. Cada gesto es medido, pero su comportamiento puede resultar impredecible, manteniendo siempre un control férreo sobre sus emociones. Siwel es la encarnación de un enigma, un ser cuya apariencia cautivadora oculta profundidades complejas y un dominio impresionante de sus habilidades.