La Puerta Negra

Al llegar al orfanato algo inesperado surgió, en la entrada estaba Diego, como un guardián nocturno esperando por verla. El sacerdote ya vestía sus ropas habituales y se puso algo tenso al verlo allí. Diana sonrió inconsciente de la emoción de verlo, gesto que cambió al instante al recordarlo besando a otra. Ambos bajaron del auto.

- Tienes visita, nos vemos mañana. Espero mantengas la promesa de no decir a nadie sobre el lugar donde fuimos. Dijo el sacerdote antes de entrar.

- Claro tienes mi palabra, contestó.

- Recuerda lo que te comenté. Le dijo y seguidamente antes de dejarla sola citó una cita de la Biblia El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.

(1 Corintios 13:4-5)

Diana no dijo nada solo espero a que Diego fuera a su encuentro. En el trayecto hacia ella Diana pudo observar como ambos hombres intercambiaron miradas durante un corto tiempo. Al llegar frente a ella Diego la saludo con un beso en la cara el cual ella no rechazo.

- Te he llamado un montón de veces, dijo él una vez que comprobó que no había nadie husmeando. Quiero explicarte lo que ocurría.

- Tranquilo no me debes explicación, no hay nada que explicar, dijo ella de manera cortante.

- Igual quiero hacerlo y que sepas que esa chica no es mi novia, que no hay nada serio allí y que estoy dispuesto a entregarte mi amor solo a ti de tu aceptarlo. Creo que te he dejado más que claro que me gustas y de alguna manera siento que te gustó igual o me equivoco.

Diana ante este último comentario sobre si le gustaba se quedó muda, Diego no andaba con rodeos.

- Lo que yo sienta ahora mismo no es importante. Dijo ella.

- Para mi sí, contestó él.

Diana dudó por un instante sobre si confesarle que igual lo quería, pero temía ser solo un juguete en sus brazos.

- Piénsalo. Le dijo casi suplicando.

Diana asintió con la cabeza y fue a dentro. Su cerebro quería explotar de tanto pensar. Había pasado de una proposición a dos. La hermana sol Inés la esperaba en su habitación. Ella la abrazo en cuanto loma vio y estuvo así por un largo tiempo.

- ¿Qué ocurre mi niña? Le dijo con preocupación la monja.

- Mañana buscaré un lugar donde vivir, creo que ya es hora de que me marché de aquí. Dijo Diana.

- ¿ Ocurrió algo con el sacerdote Alexander que deba saber?

- No nada, solo que creo que es hora de vivir por lo cuenta. Le explicó Diana.

- El chico de la entrada tiene que ver con esta desición. Le preguntó la monja.

- No.

Luego de charlar un poco más de despidieron para disponerse a dormir. Diana encendió el móvil que había dejado allí y comprobó que había un gran número de llamadas de Diego en el, sin mucho que hacer lo volvió a colocar en la mesita y cerró los ojos con la esperanza de irse a dormir rápidamente. Al día siguiente tendría mucho trabajo que hacer con lo de encontrar un lugar donde vivir.