Intentos desesperados para recibir amor fue lo que condenó a la joven señorita Vertron y un intento de asesinato fue el motivo de su ruina, de su muerte y del dolor más profundo que pudo recibir; la realidad de que no fue amada por nadie. Pero... ¿La muerte fue el final para la que era Villana para todos?
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...Es la Única Opción?
...PERSPECTIVA DE TERCERA PERSONA...
—La página 6 trata del Reino de Cameleot, de como fue originado a mediados del siglo X y cómo se fue revolucionando gracias al rey Arturt, quien fue el invasor y gobernador de ese tiempo. A medida que pasaba los años, el reino que por consiguiente es en el que vivimos; se nombró Argatha por el rey Namian segundo que murió después de cinco años de haber establecido el nombre, y por sus grandes atributos al reino, cada 5 de agosto se celebra un festival en honor a él.— Explicó Anya con una expresión neutra, sin voluntad de discutir por una petición inútil para ella.
Alonso quedó anonadado ante la excelente respuesta de Anya. Él simplemente aún no podía creer que una alumna aún sin darle un vistazo a la página pudiera responder así de resumido y entendible.
—¿Me faltó algo, profesor?—
Preguntó Anya sin mostrar alguna expresión en su rostro. El profesor reaccionó y con su mano presionando levemente su barbilla habló.
—Oh, si, si. No le faltó nada señorita. Su respuesta fue muy precisa y acertada. Muchas gracias, puede tomar asiento.—
Todos quedaron asombrados por su excelente respuesta. Pero extrañamente el joven que se encontraba sentado a la par de ella solo le sonreía como si supiera que iba a responder perfectamente y a lo que Anya ignoró.
Anya tomó asiento y el profesor reanudó la clase un poco avergonzado por subestimar y juzgar a alguien precipitadamente.
Y después, los minutos pasaron para la pequeña villana quien veía el tiempo tan impredecible ahora y la vida tan frágil. Simplemente se mantuvo mirando fijamente en algún lugar del aula mientras su mente se encontraba divagando en interminables pensamientos relacionados a su subsistencia misma.
El sonido del timbre hizo eco por todo el lugar. Hubo bullicio por el salón pues después de unas largas y cansadas clases, era hora de refaccionar y tomar un pequeño descanso.
Anya se levantó del asiento y caminó ignorando todo a su paso. Compró su refacción de lo cual consistia de dos pasteles de chocolate, algo inusual que se le había antojado y un batido que lo acompañaba.
Se sentó algo lejos de los demás alumnos y se dispuso a comer. Poco después de haber terminado su capricho peculiar, no pudo evitar escuchar la "conversación" que tenían unas jovenes señoritas.
—Allí esta ella. La señorita Vertron quien dejó a su hermana para que se perdiera.— Cotilleaba una pelirroja.
—¡Sí! Que cruel persona, y aún sabiendo que su hermanita era nueva en este instituto.— Prosiguió otra señorita, seguramente amiga de la pelirroja.
—Qué descarada.— Exclamó la pelirroja burlonamente.
Las demás señoritas asintieron de acuerdo a la opinión de la pelirroja, mientras sonreían maliciosamente mirando a la joven señorita de cabellos plateados grisáceos.
Anya no pudo evitar empuñar su mano por la exasperación que sentía por esa conversación. De por sí, Anya era una persona que no podía tolerar ni la más mínima cosa que pudiera molestarla, ella nunca había llegado a tener tanta paciencia y misericordia.
Sentía como que todo lo que había aguantado en los pocos días que había hecho regresión en el tiempo, estaba llegando a su límite. La poca paciencia que había creado con tal de no ser la "Villana" se estaba acabando. Hasta se preguntaba si su vida era tan importante como para fingir ser débil y sumisa.
—"¿La derrota y la humillación es la única opción que tengo?"— Indagó Anya mientras expresaba sufrimiento en sus opacos ojos color plateados. Sin duda, esto le frustraba.
—Que desvergonzada es la primera Señorita Vertron. Jamás me agradaría tener una hermana así.—
Exclamó otra señorita mientras todas veían a Anya, era como si desearan molestarla a propósito.
—¡Qué insolentes! Ja, ¿A ustedes no les da vergüenza estar hablando asi de otra persona? Pero ¡¿Qué falta de conducta es esa?! Acaso son tan pobres sus padres que ni para la educación básica les alcanza.—
Dijo una Villana enfurecida mientras se dirigía con pasos elegantes hacia aquellas jóvenes señoritas que permanecieron inmóviles por el intenso insulto.
—¿O sus pobres hijas padecen de idiotez? (Pregunta levantando la barbilla de la pelirroja) Si es así... Me dan lástima.—
Lamenta Anya mientras tira su barbilla bruscamente.
—Usted ¡¿Cómo se atreve...?!— Cuestionó molesta y a lo que Anya sonríe.
—No sabía que la hija del conde Ethan tuviera esa vergonzosa conducta. No sé si sea la culpa de su estúpida hija o de su incompetente padre, pero alguien debe pagar por ofender al ducado Vertron y lo mismo va para las demás señoritas.—
Dijo cubriendo levemente sus labios con sus finos dedos, evitando que se viera la risa que no pudo contener al observar los rostros de las señoritas expresar pánico.
—Me da tristeza ver a nobles señoritas comportándose de esa humillante manera. No, no, no ¡Qué indecencia! ¿Qué dirá el conde Ethan cuando escuche que su adorada hija anda por allí hablando de lo que no debería?—
Prosiguió Anya con burlas. Elena, la joven pelirroja, se encontraba arrodillada pues sus pies temblaban por el miedo y su rostro se encontraba pálido mientras sentía pavor por esas amenazantes palabras.
Dos de las señoritas que la acompañaban se encontraban sosteniéndola una en cada brazo, tratando de levantar a Elena sin logro; ellas también yacían aterrorizadas.
La Villana las observó fijamente, con una leve expresión de sorpresa. Ante tal escena de las señoritas aterrorizadas, recordó la ¿enseñanza? que le había inculcado su madre.
"""—Oh, querida Anya. ¿Te duele mucho?— Pregunta con tristeza la bella Duquesa, observando las leves gotas de sudor frío que aparecían en el rostro de la pequeña niña de cabellos plateados que se encontraba apoyada con dificultad en una silla con una expresión que reflejaba claramente su dolor.
La aparente madre de la indefensa niña, cedió el látigo a una de sus sirvientas mientras se quitaba los guantes blancos pintados con diminutas manchas rojas. Las piernas descubiertas de la hermosa niña de ojos grises, yacían tan severamente maltratadas por arderosas líneas que cortaron capas de su pálida y delicada piel.
—M,ma... Duquesa...— Musitó apenas audible la niña en un quejido.
—Tu madre siente pena por ti, pero entiende querida. Todo error tiene un precio, se debe castigar. Siempre hay que castigar a los que comenten errores.—"""
—Pero ¿Qué pasa aquí, señoritas...?—
