Los primogénitos de Luriel y Anahí deberán tomar decisiones que afectan a sus corazones y a las leyes de su pueblo. El amor en la Aldea representa el vínculo que los une y los protege de todo el mal que los acecha. Podrán prevalecer sus corazones para mantener la paz o deberán elegir sacrificar el amor por la Aldea.
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No fue mi intención
Camila lo vio alejarse completamente arrogante, el ego de ese hombre era tan grande que necesitaba que ese lugar estuviera solo como para poder caber…
Comenzó a reír de su propia afirmación, mientras lo veía sacándose la ropa, ahora estaba a menor distancia que la vez anterior y podía apreciar mejor el cuerpo de ese antipático y era verdaderamente atractivo.
Mientras lo veía empezar a nadar, se le ocurrió la maquiavélica idea de dejarlo sin ropa… una travesura que muchas veces le había realizado a su hermano o a sus amigas…
Se acercó y juntó apresuradamente sus ropas y sus sandalias indígenas, luego junto sus cosas en forma apresurada y sin volver a mirarlo comenzó a subir el barranco y luego comenzó a alejarse lo más rápido que podía del lugar, no quería que la alcanzara si se daba cuenta…
Cruzó apresurada esas casas que estaban en el camino y recién cuando llegó al camino del pueblo se animó a mirar hacia atrás para ver si la seguía, pero no se veía a nadie.
Cuando llegó a la casa de su abuelo, lo saludó con un abrazo, le dijo que solo andaba por ahí… como no dándole importancia y luego dijo que se iría a bañar…
No dejaba de pensar en ese chico, no podía recordar su nombre pero no era un nombre común… se sentó envuelta en una toalla en la cama y sacó la ropa que le había robado… la puso contra su rostro y la olió profundamente, tenía un aroma que no sabía definir, tal vez alguna planta o bien podía ser cualquier desodorante porque ese hombre no era indígena, solo le gustaba la ropa excéntrica. No sabía cuánto tiempo había estado recostada oliendo su ropa cuando unos golpes en la puerta la alertaron…
- Camila… - dijo su abuelo – ven inmediatamente a mi despacho…
- Me visto y voy abuelo… - dijo rápido porque por el tono de su abuelo no parecía que estuviera muy contento –
***
Karai llegó completamente furioso a su casa, cuando lo vieron casi desnudo, la mirada de desaprobación fue generalizada.
- Hijo… - la voz de Luriel era potente – no puedes andar así… podrían verte los de la aldea…
- Créeme papá que no fue mi culpa… - mirándole a su madre agregó – así me pagó la nieta del juez por el repelente… robó mi ropa y mis sandalias… ni siquiera pude volver por el monte… - volvió a mirarle al padre – pero no me cruce con nadie papá, estaba atento y me escondería si hubiera visto a alguien…
- Que no se repita hijo… - seguía serio pero no podía dejar de mirar a Anahí que se sonreía con complicidad
- Entonces ayúdame a quitármela de encima… - lo encaró – que Copiango la asuste así entenderá que no puede ir temprano al rio…
- Quieres que la asuste así… - estaba dudando – ¿no te parece mucho?
- Traté por las malas… - seguía furioso – por consejo de mamá traté por las buenas… y esa niña es lo más caprichoso que vi en mi vida…
- Pues a mí me ha enamorado el capricho de tu padre… - Anahí no podía dejar de reír
- No estoy bromeando mamá… - dijo cerrando la puerta de su dormitorio con un golpe…
- Le gusta esa chica – dijo Anahí en voz baja para que no la escuchara – y es la primera vez que nuestro racional hijo pierde los estribos por algo o por alguien…
- Pero andar desnudo es algo que no le puedo aceptar… - Luriel trataba de justificar su tono duro
- No estaba desnudo… estaba en bóxer – aclaró Anahí – y por este sector casi no viene nadie de la aldea y menos a la mañana… es más probable que haya gente del pueblo y a ellos no les ofende que el hijo del cacique este en paños menores… - y besándolo agregó – tu si caminaste desnudo por el camino y nuestro jardín más de una vez…
Todavía seguían cuchicheando entre los dos, cuando volvió a aparecer con ropa indígena nuevamente y otras sandalias…
- Voy a hablar con el juez, para que controle a su nieta – dijo decidido
- ¿Te parece buena idea…? – trató de hacerlo reflexionar – el juez podría enojarse con ella…
- Si alguien me hubiera visto… - dijo fuerte – papá tendría que castigarme también…
- Habla con ella – insistió
- Esa mujer no escucha…
Salió de la casa y fue caminando hasta el pueblo, eran unos 5 kilómetros más o menos y llegó acalorado, más por los nervios que por el esfuerzo. Llamó a la puerta del despacho.
- Hola muchacho – saludo contento el juez – supe que ya volviste como médico… ¡te felicito!
- Gracias Señor – dijo respetuosamente – tengo que pedirle un favor…
- Si por supuesto… - le dijo abriendo más la puerta – pasa… ponte cómodo… - lo vio sentarse en uno de los sillones y luego se sentó en el más próximo – dime ¿Qué puedo hacer por ti?
- Necesito que le prohíba a su nieta ir al rio a primera hora… - como lo miraba confundido agregó – ya trate de explicarle que es peligroso y no hace caso igual… yo voy temprano a nadar, pero yo se cuidarme solo y si aparece algún yaguareté no puedo protegernos a los dos… - lo vio quedar asustado – hoy no solo fue de todas maneras… también me robo la ropa… - lo miró sorprendido – seguro que pensó que era una broma inocente… pero usted sabe que por ser hijo del cacique no puedo exhibirme indecorosamente, si me hubieran visto mi padre tendría que castigarme en la plaza de la aldea y luego cargar por siempre esa vergüenza…
- Te pido disculpas Karai… - dijo apenado – desde pequeño te has conducido siempre con un honor y una integridad irreprochable… - bajo la vista – me siento muy avergonzado por mi nieta… - se puso de pie – espérame un momento…
Salió de la habitación y se dirigió a su casa, al poco tiempo regresó y le hizo señas para que esperara nuevamente. Unos minutos después la vio entrar, tenía un pantalón corto y una remera, no pudo dejar de mirarla en cada detalle, se le notaban las picaduras en los brazos y piernas y no pudo evitar recordar el momento en que tocaba la piel de su espalda.
- ¿Qué necesitas abuelo? – dijo contenta antes de entrar y cuando lo vio a Karai sentado no pudo decir nada mas
- ¿Le has robado la ropa a Karai…? – preguntó el juez inflexible y ella negó con la cabeza tímidamente – no me mientas porque voy a ir a tu habitación…- la vio palidecer…
- Era una broma abuelo – trataba de justificarse – porque ese hombre es muy antipático… - se giró a verlo y Karai no había movido ni un ápice su expresión ofendida – trata muy mal a las mujeres…
- No solo eres ladrona… sino también mentirosa – dijo el juez enojado – conozco la integridad de este muchacho… jamás trataría mal a una mujer… - no vio como Karai bajaba la vista un poco turbado porque en realidad era antipático con ella – y no tienes idea a lo que lo expusiste…
- ¿Qué se burlen por verte en calzoncillos? – dijo a punto de llorar mirándolo de frente – me parece un poco cobarde venir a acusarme… ¿no era solo una niña caprichosa? me castigas como si hubiera lastimado a alguien…
- Si lo hubieran visto las personas de la aldea, su padre tendría que castigarlo en la plaza frente a todos… - trataba que entendiera – es el hijo del cacique Camila… tiene mucha responsabilidad sobre sus hombros como para andar cuidándote… ve a traer sus cosas…
Camila miró a su abuelo y luego miró a Karai y las lágrimas cayeron antes que pudiera salir y evitar que las vieran… Casi corrió a su habitación y cuando tomó las ropas las doblo cuidadosamente y las volvió a oler antes de regresar apretando sus cosas contra su pecho.
Cuando ingreso los hombres ya estaban de pie esperándola, se acercó a él y le pasó las cosas, pero cuando Karai las tomó y quiso estirarlas, ella las sujeto más fuerte, lo que obligo a Karai a prestarle atención.
- No fue mi intención… - dijo mirándolo a los ojos, con una tristeza infinita – te pido que me perdones…
- Está bien… - también se sintió que había sido exagerado y hasta cruel con ella – solo evita ir temprano, cerca del mediodía es mucho más agradable el lugar y hay gente menos antipática que yo…
- Lamento haber dicho eso también… - por fin soltó las ropas y girando hacia su abuelo pregunto - ¿Me puedo retirar abuelo? – cuando lo vio asentir salió corriendo.
Se sentía humillada como nunca, realmente era una niña caprichosa y ese hombre la había puesto en el lugar que le correspondía. Siguió llorando compungidamente con la almohada sobre su rostro. Tampoco quería que su abuelo tuviera esa imagen de ella.