son amigos de la infancia se quieren como hermanos pero ella siente algo más que una amistad ¿un amor no correspondido por él?
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capitulo 14 el cambio de Stiven y el adiós de Amelia
El sol brillaba con fuerza aquella tarde, el aire fresco parecía prometer un descanso de la rutina de siempre. Amelia caminaba por los pasillos de la escuela con una ligera sonrisa, su corazón aún palpitando por la conversación que había tenido con Stiven el día anterior. Había sido difícil, pero ahora se sentía más fuerte que nunca. No importaba lo que él pensara o dijera, ya no tenía poder sobre ella.
Sin embargo, Stiven no podía dejar de pensar en lo que había sucedido entre ellos. Durante días, se había alejado de Amelia, ignorándola y burlándose de ella a su manera habitual. Pero después de lo que había ocurrido, algo había cambiado en su interior. Algo que no podía ignorar.
Stiven se encontraba en su casillero, ajustando su mochila, cuando vio a Amelia desde lejos. La veía más tranquila, más segura de sí misma, y esa imagen lo hizo detenerse por un momento. Sentía una extraña mezcla de arrepentimiento y frustración. Sabía que había cometido un error, pero también entendía que ya no podía volver atrás.
En ese momento, Stiven decidió acercarse a ella. Sin pensar demasiado, caminó hacia donde ella estaba conversando con sus amigas, Deniss y Vanesa. El grupo lo miró con desconfianza, como si esperaran cualquier tipo de provocación. Amelia, al darse cuenta de que Stiven se acercaba, levantó la mirada. En su interior, algo le decía que esa conversación podría ser diferente.
— Amelia, ¿puedo hablar contigo un momento? — preguntó Stiven, su voz menos confiada que de costumbre. Ella lo miró, sorprendida, pero no dijo nada. Deniss y Vanesa, notando el cambio en Stiven, se apartaron discretamente, dándoles espacio para hablar.
Amelia se cruzó de brazos, manteniendo su postura firme. Estaba lista para escuchar lo que tuviera que decir, aunque ya había tomado su decisión. Sabía lo que sentía y lo que no quería en su vida.
— ¿Qué pasa, Stiven? — dijo con una calma que sorprendió incluso a ella misma. — Si vienes a seguir con lo mismo, ya no tengo nada que decirte.
Stiven hizo una pausa, sintiendo la tensión en el aire. Sus ojos se encontraron con los de ella, y por un instante, la arrogancia que siempre había mostrado se desvaneció. No sabía cómo empezar, cómo pedir perdón por todo lo que había hecho. Pero las palabras finalmente salieron, aunque con dificultad.
— Amelia... he estado pensando mucho en lo que pasó entre nosotros — comenzó, rascándose la nuca, un gesto que raramente mostraba. — No sé en qué momento dejé de darte el respeto que merecías. Y no sé por qué actué así contigo... pero me equivoqué. Me equivoqué contigo y con tus amigas. Y... lo lamento.
Amelia lo miró en silencio, esperando más. Sabía que Stiven no era alguien acostumbrado a pedir disculpas, mucho menos a admitir sus errores. Pero al ver la sinceridad en sus ojos, algo dentro de ella vaciló, aunque solo por un momento. Se le pasó por la cabeza que él podía estar diciendo la verdad, pero ya no importaba.
— Stiven... — comenzó ella, su voz firme pero tranquila. — Yo también me equivoqué. Estuve enamorada de ti, de la idea de lo que podíamos ser. Pero ahora... ya no siento lo mismo. Ya no quiero estar con alguien que me haga sentir pequeña, que me humille. Y aunque fue difícil, estoy bien sin ti.
Stiven la miró, con una expresión entre sorprendido y algo dolorido. No esperaba escuchar esas palabras. Había pensado que Amelia seguiría esperando por él, como lo había hecho durante todo el tiempo que la había ignorado y maltratado. Pero ahí estaba ella, más fuerte que nunca, dejando en claro que no había vuelta atrás.
— ¿Nunca más, Amelia? — preguntó Stiven, con una mezcla de tristeza y desesperación en su voz. — ¿Ni siquiera después de todo lo que hemos pasado juntos?
Amelia respiró profundamente antes de responder. Era un adiós definitivo, una liberación que necesitaba expresar para poder seguir adelante.
— No, Stiven. Ya no. Y aunque lo lamento, no puedo seguir mirando atrás. Ya no te quiero de la misma manera. Y no lo haré nunca más. Ya no soy la misma chica que estuve a tus pies. Ahora soy alguien diferente. Y lo mejor es que, por fin, lo sé.
Con esas palabras, Amelia dio un paso atrás y se dio la vuelta, dejándolo ahí, con su orgullo herido y la sensación de haber perdido algo que nunca supo valorar. Pero no era su problema. Amelia ya había tomado el control de su vida, y no iba a dejar que nada ni nadie la hiciera retroceder.
Al día siguiente, Amelia decidió hacer algo diferente. Necesitaba un respiro, algo que la hiciera sentir viva, feliz, sin preocupaciones ni sombras del pasado. Así que, sin pensarlo demasiado, aceptó la invitación de Axel para ir al parque de diversiones que ambos habían planeado visitar.
Era un lugar lleno de risas, luces brillantes y el bullicio de la gente disfrutando de las atracciones. Axel y Amelia caminaban entre la multitud, riendo y bromeando como dos personas que realmente disfrutaban de la compañía del otro. El parque de diversiones representaba todo lo que Amelia necesitaba en ese momento: diversión, alegría y un escape de las tensiones que había vivido en los últimos meses.
— No puedo creer que me hayas convencido para subirme a esa montaña rusa, Axel — dijo Amelia, riendo nerviosamente mientras miraba la gigantesca atracción que se alzaba frente a ellos.
Axel la miró con una sonrisa traviesa. — Vamos, ¿te has subido a tantas cosas peores que esto? ¡Ni te vas a dar cuenta de lo rápido que pasa!
Amelia lo miró con los ojos brillantes, confiada en que esa tarde iba a ser diferente. No estaba pensando en Stiven, ni en las heridas del pasado. Estaba viviendo el presente, disfrutando del momento, y por primera vez en mucho tiempo, sentía que las cosas estaban encajando.
Al final, Amelia y Axel se subieron a la montaña rusa. La emoción de la velocidad y el viento en sus rostros los hizo gritar de risa y emoción, dejando atrás todas las tensiones y dudas. Axel la miraba con esa mirada especial, como si pudiera ver más allá de las palabras, entendiendo que lo que Amelia necesitaba en ese momento era alguien que estuviera dispuesto a estar a su lado sin condiciones.
Después de varios juegos y risas, ambos se sentaron a descansar cerca de una de las tiendas del parque. Axel, en un acto espontáneo, le ofreció una manzana caramelizada.
— ¿Sabes qué? Este es el tipo de cosas que hacen que el mundo sea mejor, ¿no? — dijo Axel, ofreciéndole la manzana.
Amelia sonrió, sintiendo que sus palabras eran ciertas. El mundo podía ser mejor cuando, por fin, dejaba ir lo que le hacía daño.
— Tienes razón — respondió, mientras tomaba un trozo de la manzana caramelizada. — Y lo mejor de todo es que lo estoy viviendo ahora.
Aquella tarde, en el parque de diversiones, Amelia se dio cuenta de algo importante: el pasado no podía definir su futuro. Y aunque Stiven había sido una parte importante de su vida, ya no era más que una sombra en su historia. Ahora, con Axel a su lado, podía mirar hacia adelante con la certeza de que las cosas mejorarían.