Logan es un joven empresario destinado a heredar la dirección de la empresa familiar, pero hay una condición: debe estar casado. Seguro de cumplir el requisito, anuncia a su padre que pronto presentará a Irina, su novia, y le pedirá matrimonio durante el cumpleaños de su madre. Sin embargo, su mundo se desmorona cuando descubre que Irina lo engaña con su mejor amigo. Herido y lleno de rabia, un accidente de auto lo lleva al hospital, donde su vida toma un giro inesperado.
Cuando su padre le exige respuestas sobre su supuesta novia, Logan improvisa desesperadamente y señala a Emma, una joven y amable enfermera, como su prometida. Ahora, debe convencerla de participar en su farsa para salvar su futuro profesional.
Lo que comienza como un acuerdo temporal pone a prueba los corazones de ambos. ¿Podrán mantener la mentira sin caer en el juego de las emociones? Entre secretos, atracción y el riesgo de perderlo todo, Logan descubrirá si es posible volver a creer en el amor.
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Yo pongo las reglas
Esa misma noche, Emma se preparaba para su próximo turno de guardia en la clínica, para hacer frente a esos horarios extensos y extenuantes la muchacha necesitaba estar fresca y ligera, así que sin dudarlo se metió a la ducha.
El sonido del agua en la ducha cesó, dejando un silencio momentáneo en la habitación. Emma, acostumbrada a jornadas y horarios impredecibles, se sentía renovada después de su ducha. Su turno nocturno de treinta y seis horas en el hospital la esperaba, y sabía que necesitaba toda la energía posible. Envuelta en una toalla y con el cabello recogido bajo otra, abrió la puerta del baño sin sospechar que algo fuera de lo normal la esperaría.
Lo vio. Logan estaba tendido en la cama, aparentemente dormido, con el rostro relajado por primera vez en mucho tiempo. Su pecho subía y bajaba con un ritmo calmado, y su postura parecía ajena a la tensión que siempre llevaba consigo. Emma se quedó inmóvil, intentando decidir qué hacer.
—¿Por qué está aquí? ¿Acaso no tiene otra habitación? —pensó, sintiendo cómo el rubor le subía por el cuello.
Con movimientos cuidadosos, se acercó al pequeño banco donde había dejado su ropa y recogió las prendas. Sin querer arriesgarse a despertarlo, regresó al baño con la ropa en brazos para vestirse allí.
Pero su precaución fue en vano.
Cuando volvió a abrir la puerta del baño, ya vestida con su uniforme médico, la voz profunda de Logan la hizo congelarse en el umbral.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —preguntó, su tono bajo pero cargado de una furia contenida.
Emma levantó la vista hacia él, y lo encontró sentado al borde de la cama, con los ojos clavados en ella. Había algo helado en su mirada, algo que la hizo estremecerse.
—¿Perdón? —respondió, desconcertada.
Logan se levantó con calma, pero cada paso que daba hacia ella parecía estar cargado de intención.
—Te vi salir del baño envuelta en una toalla como si esta fuera tu casa. Como si no hubiera límites. —Su voz era cortante, casi como un látigo—. ¿Qué pensabas conseguir con eso? ¿Mostrarte así? ¿Provocarme?
Emma parpadeó, incrédula. Su sorpresa pronto se convirtió en indignación.
—¿Provocarte? —repitió, casi sin aliento por la acusación—. Logan, salí del baño porque no sabía que estabas aquí. Creí que estabas dormido, y no hice nada más que buscar mi ropa.
Pero Logan no parecía dispuesto a escucharla. Su mandíbula estaba apretada, y su mirada se endureció aún más.
—¿Eso crees? Que puedes andar semidesnuda y esperar que lo pase por alto. —Su voz bajó un tono, más peligrosa—. Te recuerdo, Emma, que todo esto es un contrato. Un negocio. Y yo estoy pagando por mantener ciertas apariencias, no por tu exhibicionismo.
La palabra "exhibicionismo" la golpeó como una bofetada. Emma sintió cómo el calor de la indignación subía por su pecho, pero también el dolor de sus palabras. Apretó los puños y se plantó frente a él, negándose a bajar la mirada.
—No tienes derecho a hablarme así, Logan. —Su voz era firme, pero había un temblor que no podía disimular—. He cumplido con todo lo que pediste. Estoy haciendo mi parte del contrato, y eso no te da permiso para tratarme como si no valiera nada.
Logan soltó una risa amarga, una que no alcanzó sus ojos.
—¿Tratarte como si no valieras nada? —repitió con sarcasmo—. Esto no es personal, Emma. Es simple: yo pongo las reglas, y tú las sigues. No me interesa lo que sientas o dejes de sentir al respecto.
Esas palabras fueron como un golpe en el estómago. Emma sintió que algo dentro de ella se rompía, pero se negó a dejar que él lo viera. Mantuvo la barbilla en alto, aunque su corazón latía con fuerza.
—Eres increíble, Logan. No sé cómo alguien puede ser tan frío, tan cruel... —Su voz se quebró un poco, pero respiró hondo y continuó—. Pero te diré algo: no importa cuánto intentes reducir todo a un "negocio", no soy un objeto que puedas controlar a tu antojo. Soy una persona, y merezco respeto.
Logan la miró en silencio por un momento, su expresión impenetrable. Pero había algo en sus ojos, algo que traicionaba una emoción más profunda, aunque él la escondiera detrás de una máscara de indiferencia.
—Termina de arreglarte y vete a trabajar —dijo finalmente, su tono más bajo pero aún cargado de autoridad—. Y recuerda esto, Emma: no confundas las cosas. Esto es temporal. Solo un contrato.
Emma apretó los labios, asintiendo con la cabeza mientras contenía las lágrimas que amenazaban con brotar. Pasó junto a él sin decir otra palabra, recogiendo su bolso y el resto de sus cosas. Pero antes de salir de la habitación, se detuvo y lo miró una última vez.
—Tal vez sea temporal para ti, Logan, pero las palabras que dices quedan. Y créeme, las tuyas pesan más de lo que imaginas.
Sin esperar una respuesta, salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella con más fuerza de la necesaria. Logan se quedó solo, mirando el espacio vacío donde ella había estado, con el eco de sus palabras resonando en su mente.
Emma caminó hacia la salida de la mansión, con pasos rápidos y decididos. Su pecho seguía apretado por la rabia y el dolor, pero también sentía una extraña satisfacción por haberse defendido. Sabía que Logan no cambiaría de un día para otro, pero al menos no iba a permitir que la tratara como si no tuviera valor.
Mientras tanto, Logan permaneció en la habitación, sentado en el borde de la cama. Sus manos descansaban sobre sus rodillas, tensas. Las palabras de Emma seguían dándole vueltas. "Las palabras que dices quedan..." Cerró los ojos y dejó escapar un largo suspiro.
—No es personal, soy yo quien debe mantener esto en su lugar—murmuró para sí mismo, como si intentara convencerse de ello.
Pero algo en su interior sabía que no era tan simple. Emma no era como las demás personas que habían pasado por su vida. Ella no lo enfrentaba con gritos ni con desprecio; lo enfrentaba con una honestidad que lo desarmaba. Y por más que intentara ignorarlo, esa honestidad comenzaba a romper las barreras que había construido durante años.
La habitación se llenó de silencio, pero el peso de lo no dicho permanecía.
Maldito logan espero que te quedes solo.
Emma aguanta que más da ya no intentes entenderlo porque te trata peor que zapato viejo.