El Aliento De Los Suspiros

Tan pronto como su alteza se había marchado Leticia corrió hasta el pie de la cama y tomó la mano de su princesa, la miró con gran felicidad de saber que en esos pocos días en los que estuvo lejos de ella, se encontraba a salvo y como pudo ver, su alteza el rey, aún no tenía idea de quién era ella.

—Oh, no sabe cuanto me alegra que este bien, princesa

Dijo acariciando el cabello de la joven muchacha que lentamente abrió sus ojos al sentir aquel toque que jamás había sentido desde que su abuela murió.

—Leticia

Evangeline despertó con emoción al ver aquella mujer que aunque no podía salvarla siempre estuvo allí para ella. Se enderezó rápidamente y la abrazo con fuerza mientras las lágrimas salían de sus ojos por lo feliz que estaba de haberla visto desde aquella noche en la que la había visto siendo empujada por el soldado pelirrojo.

—Leticia —Dijo separándose de ella— Como fue que saliste, como es que estas aquí

Se separo de ella y empezó a verla de pies a cabeza, buscando algún rasguño, moretón, lo que aquellas bestias eran capaces de hacer con tan de dañarla al haber perdido a la princesa tan fácilmente.

—Tranquila, esa noche logré escapar del castillo, por eso estoy aquí frente a usted

—Y como lograste entrar, este es el reino enemigo...

La tomó por los hombros y la miro fijamente sin pestañear, no hacía falta dar explicaciones, eso lo comprendió en el momento en que la vio a sus ojos castaños, se cubrió la boca con la mano por la sorpresa de haber descubierto que Leticia había llegado a Hermea como una espía del rey.

—Lo sé, entiendo la confusión que puede albergarán ahora mi niña, pero ahora eres libre...

Tenía razón, ahora era libre, se encontraba lejos del alcance de su prometido, de su familia y sobre todo de su hermano.

—Esa misma noche volví a sus aposentos y tomé su valioso tesoro

Saco un bolso de tela y de este saco un lindo collar, una piedra dorada en forma de estrella. La tomó entre sus dedos y lo miró con detenimiento.

《Ahí, yace el su lecho de muerte, una mujer de ojos azules y cabellos rubios yace recostada sobre las pulcras almohadas, ya sé en su último momento, en su último aliento sé disponía a oír el llanto de aquella pequeña damita que se aferraba a su mano con la esperanza de que con eso ella permanecería a su lado.

—¿Por qué? ¿Por qué tienes que dejarme?...

Dijo entre lágrimas sin apartar la vista de esos ojos ya arrugados por los años que había vivido. Sonrió con cansancio y su mano que estaba siendo apretada la levantó llevándola a la mejilla de la pequeña princesa a su lado.

—Mi cielo, nunca te dejaré, siempre me tendrás aquí —Señaló su corazón— Siempre estaré contigo mi niña hermosa...

Con su mano la invito a subir a su cama y así lo hizo, subió la pequeña niña con su vestido rosa esponjoso y le dio un enorme abrazo a la madre reina Alejandrina III Valyrian quien acaricio la espalda diminuta de su querida nieta.

Lo sabía, sabía que dejarla en ese momento comenzaría el sufrimiento en su vida, pero su vida vital se había agotado, solo le quedaba una última opción para fortalecer el espíritu de la pequeña princesa.

—Mi niña, hay algo que debo pedirte...

Alejándose de ella sin apartar sus pequeños brazos de su cuello, ambas se vieron a sus ojos, con su mano libre llevó un mechón rubio por detrás de su oreja, dejando libre su rostro.

—Lo que se avecina ahora para tu vida sin mí será mucho peor que ahora —Limpio una lágrima— Por eso te daré mi mayor tesoro que fue heredado para todas las mujeres de la casa Valyrian...

Una estrella dorada que colgaba de su cuello portada por una cadena de oro fue desabrochado y por primera vez estaba fuera de un cuello en muchos años, lo tomó entre sus dedos pálidos y se lo coloco en el pequeño cuello de la única que sería su verdadera heredera, la única que nacía con el poder de la luz, la estrella que brillo en su vida.

—Este collar, me fue entregado como el mayor tesoro que tras paso a lo largo de los siglos desde la muerte de la reina de las estrellas, ahora tú, eres aquella que dará la sabiduría al verdadero regente, cumplirás la tarea que yo no pude finalizar...

—Pero abuela yo no soy fuerte, no puedo ser libre si tú no estas a mi lado...

—Mi querida niña, tienes más poder del que imaginas, solo tienes que creer, en ti...

Menciono dejando el collar sobre la pequeña heredera y esta lo miró como el más grande tesoro que su abuela pudo haberle dado. Una parte de ella creía que aquel collar portaba un siento espíritu de su abuela.

—Lo lamento tanto, no sabes cuanto me duele dejarte en este sufrimiento, darte la tarea que yo no pude cumplir, pero debes prometerme algo...

—Lo que sea abuela, prometo que averiguaré la tarea que me has heredado, lo are en tu memoria

Sonrió con amplitud mostrando su dentadura y abrazo con fuerza a la niña quien se aferró una vez más, sus ojos cansados y arrugados se abrieron y soltaron las lágrimas por la tristeza que le provocaba dejar a su pequeño ángel que lloraba por ella, acompañando el dolor que ambas comprendían.

—Te amo Evangeline, siempre estaré contigo a donde sea que vayas, y aferrarte a la vida, busca la libertad que yo no pude encontrar y cuando lo hagas, no la sueltes por nada, vive, vive y jamás te rindas...》

Tomó el collar entre sus dedos y lo deslizó por sobre encima de su cabeza y volvió a portarlo en su cuello como su abuela le había dicho.

—Leticia, ¿podrías ayudarme a ser libre?

La mujer castaña con mechones plateados asintió con una gran sonrisa y la ayudo a colocarse de pie.

Estando ahí, en los magistrales puentes colgantes a lo largo de las cataratas su princesa se encontraba ahi en el centro de uno de los dos puentes y ahí se encontraba, con un vestido que logró salvar en la noche de escape, la había peinado en un recogido debido a los feroces vientos.

—¿Que hace aquí?

Rafael VI las había visto salir del castillo tomadas de los brazos, con un semblante de tristeza en la pequeña mujer rubia que ahora se encontraba extrañamente en el puente acompañado con el ensordecedor rugido del agua que caía al vacío.

—Dejando un pedazo de ella, su alteza...

—Me dirás quien es ella...

—Ella, esta preparada para responder a sus preguntas, su alteza...

La evasiva respuesta de la que fue su institutriz lo molesto, pero aun así, camino hasta la mujer que sin ningún sentido se encontraba viendo al vacío, lentamente a pasos agigantados fue acercándose a la mujer que extendió su mano hacia el aire y dejó caer un reluciente objeto que brillo ante sus ojos.

—Me dirá quien es usted

Su cabeza se había girado en su dirección y mostró aquellos ojos azul cielo, pero extrañamente, los vio vacíos.