Dicen que la historia la escriben los vencedores.
Que los héroes son solo villanos que supieron contar mejor su versión.
Yo no crecí con cuentos de hadas.
Crecí con sus sombras.
Mi nombre es Hope Michelson.
Soy la hija de una loba alfa y del híbrido más temido del mundo.
Llevo en la sangre la magia de los brujos, la furia de los licántropos y la sed eterna de los vampiros.
Mi linaje está marcado por la tragedia, la traición… y el poder.
Durante siglos, mi familia fue temida por todos.
Hasta que fueron malditos, encerrados en un sueño del que solo yo puedo liberarlos.
Pero para hacerlo, debo encontrar al Doppelgänger.
Y tomar su sangre.
Esta es mi historia.
La historia de una heredera sin reino,
de una hija sin padre,
de una bestia con corazón humano.
Mi historia… y la de un linaje maldito.
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capítulo 13
POV Hope
Al llegar a la azotea, el aire fresco de Roma me golpeó con fuerza, como si intentara disipar la tormenta que rugía dentro de mí. La vista de la ciudad —con sus edificios antiguos y calles serpenteantes— era hermosa, pero en ese momento, no podía disfrutarla. Mi mente estaba atrapada en el caos de mis emociones y en la sensación de traición que me carcomía por dentro.
Me apoyé en la barandilla, observando el horizonte, y traté de calmarme. ¿Cómo había llegado hasta este punto? Había pasado años construyendo mi vida desde las sombras, protegiendo mi legado, y ahora, en un abrir y cerrar de ojos, todo parecía tambalearse. La confrontación con Sergei había sido, en el fondo, insignificante, pero no había anticipado la intensidad de mi reacción. La magia que desaté, la forma en que lo asfixié por un simple desliz... me hizo sentir poderosa, sí, pero también brutalmente vulnerable.
**Recuerdos del pasado**
Mientras contemplaba el cielo nublado, los recuerdos de mi madre me envolvieron. Su risa, su mirada firme, la elegancia con la que siempre había manejado cualquier situación. Ella jamás habría permitido que alguien tratara su legado con desdén. Su ausencia me pesaba como una losa, y la rabia que sentía hacia Stefan no era solo por él... era porque, por primera vez, me había permitido confiar en alguien. Me había mostrado vulnerable, y él no dudó en traicionarme.
La puerta de la azotea se abrió de repente, y Stefan apareció con paso inseguro. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación, curiosidad y... ¿culpa? Se acercó con cautela, como si temiera que cualquier palabra mal dicha desencadenara otra explosión de mi parte.
—Hope, ¿estás bien? —preguntó con voz suave, casi temerosa.
Me giré lentamente. Por un instante, consideré abrirme con él. Pero la desconfianza seguía aferrada a mi pecho como una garra.
—No estoy aquí para hablar de mis sentimientos, Stefan —respondí con frialdad—. Estoy aquí para recuperar a mi familia.
—Entiendo... pero lo que hiciste con Sergei... —comenzó a decir, pero lo interrumpí.
—No tienes idea de lo que está en juego —solté, mi voz más dura de lo que quería—. No puedo permitirme ser débil. No puedo permitir que nadie, ni siquiera tú, me detenga.
Frunció el ceño, visiblemente confundido. La tensión entre nosotros era tan espesa que casi podía cortarse con un cuchillo. Sabía que sus intenciones eran grises, pero aún intentaba salvar su fachada.
—Hope, lo que hiciste fue... extremo. No puedes simplemente usar tu magia de esa forma.
Su tono era firme, pero debajo de esa firmeza se ocultaba una preocupación genuina que no quería admitir que me tocaba.
—¿Y qué sugieres? ¿Que me quede de brazos cruzados mientras la gente en la que confié juega con mi herencia? —respondí, incapaz de contener la furia que aún me hervía por dentro.
Él dio un paso atrás, como si mis palabras lo hubieran empujado físicamente.
—No estoy diciendo eso. Solo creo que hay otras formas de resolver las cosas, sin recurrir a la magia... sin usar el miedo.
Su comentario me hizo detenerme. Llevaba años luchando contra esa parte de mí, la parte oscura que heredé de mis ancestros, la que sabía que podía controlar a los demás con solo alzar una ceja o conjurar un hechizo. Pero ¿acaso no era esa ira justificada? ¿No me habían fallado?
—La magia es parte de mí, Stefan. No puedo ignorarla. —Inspiré hondo, intentando aplacar el huracán interno—. Pero tienes razón en algo: no puedo permitir que me controle.
El viento agitó mi cabello mientras trataba de encontrar ese equilibrio que tanto me costaba. Roma, con toda su belleza e historia, parecía susurrarme que aún había tiempo para salvar lo que quedaba de mí. Que aún podía hacer esto bien.
—Ya no hablaremos más de esto —dije finalmente, recobrando mi tono firme—. En cuanto traigan mis cosas, iremos a mi residencia. Allí esperaremos el momento indicado para romper la maldición. Hasta entonces, no interfieras en mis asuntos.
Me giré, decidida a marcharme, pero su voz me alcanzó antes de llegar a la puerta.
—¿Sucede algo? ¿Por qué este cambio? Creí que podíamos ser amigos...
Me detuve por un segundo. Tragué saliva y sin girarme, respondí con un filo helado en la voz.
—Yo también lo creí... pero ya ves. No se puede confiar en las brujas.
Lo dejé atrás, sin mirar atrás. Pero mientras atravesaba la puerta de vidrio, vi su reflejo. Su rostro estaba desencajado, sus ojos abiertos por la sorpresa. Lo entendió. Sabía que yo ya lo había descubierto. Sabía que yo sabía sobre su doble juego.
Aún no tenía todos los detalles de su plan, pero lo averiguaría pronto. Y cuando lo hiciera... esta vez no habría advertencias, ni compasión.