Mis Tres Vidas

Arón marcha enojado a su nuevo destino, sube al carruaje maldiciendo una y mil veces a sus padres por lo que lo obligan hacer. No le apetece casarse tan rápido, mucho menos con alguien que no conoce se nada. Dice insultos a viva voz, pero se resigna de alguna forma a su destino y marcha sin mirar atrás, ni siquiera se despide de sus padres.

No desea mirarlos, ya que ellos lo obligan a vivir por tiempo indefinido en otro lugar, en otra casa, con otras personas que no conoce de nada y serán su supuesta familia ahora. Y lo peor es que deberá casarse con un matrimonio arreglado cosa que detestaba. El trayecto hacia su destino se le hizo eterno.

Mil inquietudes le pasaban por su mente en todo el viaje. Que si era fea, poco inteligente, sino le gustaba su voz. De algo si estaba seguro y era que si la chica no era de su agrado ni aunque Dios se lo ordenara se casaría, nadie podría hacer que enlazara su vida a una persona que no quisiera. Aunque se utilizaba mucho en esa época casarse por negocios y tener amantes por placer, en su cabeza no corría esa opción.

La mujer que él escogiera para ser su esposa sería alguien de la cual amara realmente, sería su única amante, su única esposa, su confidente y amiga. Sería todo o nada. No estaba dispuesto a tener una esposa florero, de apariencias. Por eso estaba tan molesto con sus padres, por obligarlo a ir en busca de lo desconocido, a pesar de saber sus ideas sobre el matrimonio.

Al llegar a su destino era casi de noche, miró el castillo, estaba muy bien cuidado, unos sirvientes fueron a su encuentro. Dentro lo esperaban todos así que le indicaron el camino a seguir para reunirse con ellos. El padre de Elizabeth, su esposa y hermanas estaban allí, todos menos ella.

Le habían ordenado no aparecer ese día, no querían espantar al futuro marido de su hermana con su defecto. Tal vez saldría huyendo creyendo que era genético y no se quedaría allí. Las mujeres debían ser funcionales,sin defectos para una buena alianza. No era cosa de débiles. Un pie en falso les costaría una anulación de boda y una futura deshonra, por eso era mejor esconder a Elizabeth, que ser pobres toda una vida.

Arón siguió a los sirvientes por el lugar. El castillo era grande y muy bien decorado. La madre de Elizabeth se aseguraba de obtener lo mejor para alardear de poderío y riqueza, cosas que ya no tenían mucho. El caso es que habían acumulado grandes deudas y peligraba su situación financiera, por eso la importancia de esta alianza. La familia esperaba a Arón en el salón de reuniones. Él mientras iba a reunirse con ellos sintió un sonido casi celestial y siguió el trayecto de esa música hasta dar con su origen, olvidando por completo las indicaciones de los sirvientes.

El sonido provenía de un piano y una chica vestida de blanco, con encajes azules. Su rostro era de una belleza tan pura semejante a los lienzos de ángeles del cielo. La chica estaba tan concentrada en su música que no se percató que él la miraba, el tan conectado con ella y su música que ignoró las señales de los sirvientes y fue automáticamente hacia la chica, con pasos suaves casi imperceptible para no molestar tan bella sinfonía de la chica en el piano y lo que le hacía sentir.

Elizabeth no se había percatado que había alguien más en la habitación, que el estaba allí. Solo hasta que el sirviente se le acercó a Arón para mostrar el camino hacia la sala de reuniones no volvió en sí. Ella se disculpó y salió corriendo hacia su habitación, sabía el camino de memoria. A él no le dio tiempo a reaccionar, quería preguntar su nombre, pero fue incapaz de seguirla ya que el sirviente se colocó delante de él impidiendo el paso.