ENTRE LAS SOMBRAS

MELODY

Bueno, si termine subiendo al jodido coche en el que Colin -gracias a Dios- dejo de hablar, un momento después llegamos a aquel deteriorado edificio en el que vivía. Baje junto a mi poco equipaje y Colin me imito.

—Es para ti. —Me tendió un sobre y lo tomé, fruncí el ceño al abrirlo y ver qué había algunos billetes ahí. —De parte de Dominic.

—No puedo aceptarlo, solo dale las gracias por acogerme en su casa estos días y por ayudarme a reformarla, se lo pagaré.

El río entre dientes.

—Tómalo. —Insistió, negué. —Se enojará si sabe que no lo tomaste.

¿Qué más da? Si hoy se había portado como un absoluto patán conmigo.

—Lo lamento pero no, gracias por traerme.

Sin esperar respuesta, camine dándole la espalda y subí hasta mi apartamento, tenía una puerta nueva y al abrirla ví algunos muebles de mucha mejor calidad que los que tenía antes, para hacer esto en un día era jodidamente bueno. Beneficios de tener poder adquisitivo, supongo.

La casa se veía espectacular, comenzando porque ya tenía un comedor con sillas y una sala de estar que parecía ser más cómoda. Tire mi mochila en la sala y me senté en el sofá disfrutando de la comodidad del mismo.

Dios...

Muchos pensamientos comenzaron a golpearme la cabeza, ¿que había pasado con Dominic? ¿Dónde demonios estaba mi madre? ¿qué estaba pasando? Realmente estaba preocupada por ambos temas, pero también porque por orgullo no había aceptado el dinero y no tenía nada en ese momento, ni siquiera para comer.

Mi celular vibró y una notificación de mensaje llegó, Dominic.

Dominic: Acepta el dinero que te dio Colin, por favor. Me comunico después.

Iba a responder pero la puerta sonó, abrí enseguida y Colin estaba ahí con una sonrisa y el sobre, suspiré agotada.

—Órdenes son órdenes, querida.

—Gracias y adiós. —Tome el sobre y cerré la puerta en su cara.

Ese hombre era exasperante cuando quería, realmente no me había caído muy bien. Tampoco era como que pretendía aceptar el dinero pero ciertamente no tenía muchas opciones, era eso o morir de hambre. Me faltaban algunos días para volver al club.

Algunos días habían pasado, no tenía noticias de mi madre, mucho menos de Dominic, solo esperaba que los dos estuviesen bien. Estos días no hice mucho, únicamente estar en casa subsistiendo, esperando a que cualquiera de las dos personas que esperaba golpearan la puerta, pero no sucedió.

Quisiera tener una bola mágica y ver lo que pasaba, enterarme de todo, sentía que había algo que yo no sabía y necesitaba saberlo pero ni siquiera sabia a quien preguntarle.

Intenté contactar a Dominic, respondí a su mensaje aquel día pero no obtuve respuesta, llame a mi madre incontadas veces pero claro su celular arrojaba directo al buzón de voz, estaba apagado.

Me siento frustrada, agotada, si bien es cierto que mi madre es un dolor de cabeza para mí, pero aún así es mi madre y la quiero por increíble que suene, había salido a buscarla algunas veces y ninguno de sus amigos drogadictos sabían sobre su paradero, era extraño que nadie hubiera visto algo cuando mi apartamento quedó destrozado, nadie vio o escucho, muy extraño.

Todas esas ideas rondan por mi cabeza mientras me rizo el cabello en el camerino del Mobbs, el club donde trabajo, mi show comienza en cinco minutos y estoy a punto de terminar. También eso era agotador, estoy cansada de esta vida, de todo... Hay muchos pensamientos que rondan por mi mente, tantas cosas que no sé y espero descubrir pronto. Suspiré.

—¿Estás bien?

Levanté la mirada hacia el espejo y por el reflejo observé a Andy asomándose por la puerta, negué.

—No me haz llamado estos días, te envié mensajes pero no respondiste.

—No tenía ganas, lo siento.

—¿Ya vives en tu casa de nuevo? Podría pasar cuando termine mi turno.

—Gracias, estoy bien Andy.

—Melody, te conozco desde hace dos años cuando llegaste al mobbs... No estás bien. —Entro al camerino y cerró la puerta, se sentó en la silla de al lado y me miró atenta. —Quiero pensar que soy tu amiga.

—Mi única amiga. —Corregí. —Pero si lo eres.

—¿Quieres hablar después? Yo invito las cervezas.

—Está bien, gracias Andy.

Ella se inclinó y me brindo un dulce abrazo, era reconfortante recibir un abrazo de parte de alguien a quien aprecio después de tantos días de mierda. Las lágrimas se comenzaban a asomar pero no me di el tiempo de liberarlas, me separé de ella y bajé la mirada.

—Ve a dar ese maldito show, enamora a los ancianos y que te den mucho dinero. —Me ánimo, sonreí débilmente y me puse de pie.

Con el alma rota, pero lista para trabajar.

DOMINIC

¿Qué me hizo esa mujer para que no pueda sacarla de mis pensamientos? ¡Es ridículo, apenas la conocí! Cuando cierro los ojos no puedo evitar recordar su piel bronceada, sus ojos grandes color verde y su cabellera castaña clara, sin mencionar su gran trasero y sus pechos de tamaño normal, era asfixiante. De solo recordarla me ponía realmente duro.

Estos días no me permitía mucho pensar en ella pero ciertamente lo hago, he estado de muy mal humor y sé que es porque simplemente la eche de mi vida como si no me importara, la última vez que la vi fue cuando subí las escaleras y me fui, como un cobarde.

—¿Entonces? —Dijo Colin impaciente, sacudí brevemente la cabeza y lo mire.

—¿Qué? —Dije bruscamente.

—¡Des, estás desquiciado, ni siquiera me pones atención!

—Ve a joderle la vida a otro, Colin.

—¡Dije que fuéramos al mobbs!

—No. —Dije tajante.

—Oh vamos... Sé que quieres ver a Kitty.

—Melody. —Lo corregí entre dientes.

—Como sea, ¿quieres o no?

—No. —Repetí. —¿Qué haz sabido sobre Cristina? —Dije para cambiar el tema, por mucho que quiera ver a Melody no podía, no podré resistirlo y estoy seguro que le pediré que se vaya conmigo.

No quiero que sepa que soy un monstruo.

—Ah, esa perra sigue desaparecida... Si me preguntas, Purcell la mato o la secuestro.

—Lo dudo, si es tan inteligente como pienso que es, no se dejará morir.

—Bueno, no lo sabremos hasta que no cruce está puerta. —Sonrió burlonamente. —Tengo a unos hombres vigilando el edificio de tu Melody y los alrededores para ver si llega la madre.

Asentí.

—También secuestramos a dos drogadictos del callejón aledaño, quizá nos den información. —Vacilo.

—¿Dónde están? —Pregunté apresuradamente.

—Muertos.

—¿Los mataste?

—¡Ah no, esos muertos no son míos!

—¿Entonces? —Dije entre dientes.

—Sabueso obtuvo la información que quiso y los desapareció.

—¿Y dónde está?

—Deshaciéndose de los cuerpos, genio... vendrá en un rato a darte el informe. —Dijo mientras encendía un cigarrillo y lo imite. —Súbele el sueldo, es bueno.

—¿Defensor de sicarios? —Dije y le di una calada al cigarrillo. Él se encogió de hombros.

La puerta sonó y di el acceso, Sabueso entro limpiándose las manos con un paño y me miró sonriendo.

—Ya tenemos a Kitty.