MI DUQUESA

A Constanza le sorprendió el comentario de su joven doncella, quien siempre había sido prudente, a pesar de su corta edad.

-Por qué lo dices?- pregunto.

-Porque... He visto cosas, señora.- respondió Inés con dudas.

-Siéntate y cuéntame.- la invitó la Duquesa curiosa, señalando el espacio vacío junto a ella.

-ES que si hablo... tendré que confesar un crimen.- dijo compungida.

-¿Un crimen? ¡Con más razón! Siéntate y cuéntame.- insistió Constanza.

-Está bien.- acepto la chica y se sentó -Es que hace unos días estaba en la biblioteca y llego el joven... Luego la Marquesa y... Se quedaron solos.-

-¿Eso es todo?- pregunto Constanza.

-ES que no es correcto que una señora casada se encuentre a solas con un joven soltero y apuesto.-

-Apuesto ¿eh?- bromeo la Duquesa, pero la muchacha seguía afligida así que tomo su mano -Yo también tengo mis sospechas al respecto, pero no tenemos pruebas.- luego se la quedó mirando por un segundo -Y de tu crimen ¿Qué? ¿Solo fue estar en la biblioteca?-

-No.- respondió Inés bajando la mirada -Tome un libro... ¡Pero juro que pensaba regresarlo!- confesó sacando el ejemplar de entre sus prendas.

-¡Oh! "El Quijote de la mancha" lo he leído, es muy lindo.- comento ella con una sonrisa mientras lo tomaba entre sus manos -¿Tú que opinas?-

-Ah, yo... Yo solo veo los dibujos, señora... No sé leer.- respondió apenada y Constanza se puso sería de repente.

-Pero ¿Por qué?- pregunto apenada.

-Al principio me lo prohibía mí padre, y ahora mí... mí tío.-

-Bueno, pero ¿sabes que?- propuso la Duquesa -Te presto el libro hasta que aprendas a leer ¡Yo misma te enseñaré!-

-¿De veras?- pregunto la joven muy entusiasta.

-Por supuesto, niña.- respondió ella acariciando su mejilla con una sonrisa.

Por la noche, Inés se encontraba en su pequeño cuánto, sentada en la cama, viendo el libro, imaginando todo lo que haría cuando, al fin, aprenda a leer.

Una llamada a la puerta la saco de sus pensamientos, cuando abrió se paralizó.

-Tio...- musitó casi sin aliento, no pudo evitar comenzar a temblar.

-Ya no te veo desde que trabajas con los señores.- reprochó algo severo.

-ES que... He estado muy ocupada.- respondió ella.

-¿Qué es eso?- pregunto él hombre viendo el libro sobre la cama -¿Estás robando?- pregunto tomándole el brazo.

-¡Claro que no!- Exclamó -Me lo ha prestado la Duquesa.-

-¿Para qué? Si no sabes leer.- pregunto endurecido, ella solo lo miraba, no quería contarle nada -Estás muy cambiada.-

-Tío... Me hace mal...- pronunció casi llorando.

-Ten cuidado con lo que haces allí arriba.- dijo Benavides apretando aún más, la joven lanzo un pequeño quejido, creyó que se lo quebraría -Ya sabes por quién te lo digo.- y la soltó bruscamente. Luego se marchó, no sin antes darle un último vistazo de arriba hacia abajo, meneando la cabeza en signo de desaprobación.

Azotó la puesta antes de irse e Inés quedó frotándose el brazo, derramando algunas lágrimas, pero aliviada porque su tío se hubo ido.

Un par de tardes después, Constanza se arreglaba en su cuarto junto a Inés cuando Raquel tocó a la puerta y le entrego una carta que le había llegado. La misiva le provocó un sentimiento extraño y estuvo así todo el día.

Por la noche todo estaba muy tranquilo, la Duquesa caminaba sola por los pasillos del palacio, en camisón y con bata, cuando vio luz en el despacho de su esposo y decidió entrar. Allí lo encontró, muy entretenido, leyendo un libro, cuando levanto la cabeza al oírla.

-Cariño ¿Qué hora es?, se me hizo tarde.- dijo.

-¿Estás trabajando?- pregunto suave, caminando muy lento.

-No, no. Luego de adentrarme en el bosque todo el día, llegue aquí y recibí una epístola de tu padre, donde me informaba de la muerte de Mariano me puse nostálgico y decidí leer para entretenerme.- respondió.

-¿Mariano? ¿Qué Mariano? ¿Moreno?- pregunto y él asintió, ella se tapó la boca con la mano -Que le sucedió? Es amigo de mí hermano Diego... ¡Oh! Pobre Lupe, quedar sola con un pequeño.-

-Era de imaginar que con sus opiniones molestaría a ciertas personas...-

-¿Quieres decir que fue as...?- trato de preguntar Constanza.

-No me hagas caso cariño.- la tomo de la mano y la miro atento -Pero a ti, te sucede algo desde que entraste.-

Ella lo miro y suspiro.

-¿Además de que vamos por los 3 meses y no me embarazo?-

-Oh, cariño.- dijo su esposo sentándola sobre si regazo con delicadeza -Sigue siendo poco tiempo de casados.-

-Sí.- afirmó ella rodeándole el cuello con un brazo y acomodándose un mechón de cabello con la otra mano -Pero estamos intentando mucho...- continuo y él río -Además, yo también recibí una carta de mis padres, dicen que me extrañan y... debo de admitir que yo también a ellos.-

-Bueno, invitarlos a venir entonces.- propuso el Duque.

-No lo sé, amor mío.- dijo ella con dudas -A pesar de que hoy te amo como a nadie...- y apoyo frente con la de él -siento que me vendieron al casarme contigo.-

-¿Cómo que te vendieron?- pregunto Alberto -Yo jamás hubiese aceptado si fuese ese el caso ¿Quién te dijo eso?-

-Mi padre... Dijo que estaba en quiebra y que...-

-No, cariño, no. Tu padre solo no quería que entres al convento, le aterraba la idea de que tu destino sea el mismo que el de tu tía.- explico.

-¿Mi tía Carmen? Sí, fue novicia.-

-Afirma que murió por el frío, la humedad y mala alimentación del convento.-

-Pero, amor mío, si a todas les ocurriese eso, no habría monja adulta.- comento ella con una sonrisa

-En un principio me negué, pero luego, la historia de tu tía me recordó a la... La de Rosalía.- confesó y ella acarició su mejilla -Te amo desde en momento en que te vi, moriría si te ocurriese algo.- susurro.

Constanza sonrió y lo beso, él respondió, infringiendo cada vez más pasión, metió la mano por debajo del pantalón y trato de bajarle los bombachos. Luego la ayudo a pararse y a sentarse en el escritorio, se agachó y comenzó a besar su pierna, subiendo lentamente hasta llegar a su zona más íntima. Constanza, entre gemidos, enredo sus dedos entre los cabellos de su esposo, guiándolo, mientras él jugaba con su lengua, hacía a dónde a ella le gustaba.

-¡Alberto! ¡Alberto! ¡Te amo!- exclamó la Duquesa, él se paró y lo ayudo a deshacerse de los pantalones con mucha avidez, ya estaba lista para recibirlo. Se aferró a su espalda para acercarlo más a su cuerpo. Se sentía tan eufórica que en un momento, mientras el Duque se movía, apretó sus nalgas con sus manos para sentirlo más, no sé podía controlar. Siguieron así un tiempo, sus gritos y gemidos se oían por los pasillos del palacio. Cuando al fin terminaron, su esposo, muy agotado, apoyo su frente con la de ella, riendo.

-Terminamos lo que empezamos el día que nos interrumpieron.- bromeo y Constanza largo la carcajada abrazándolo y dándole reiterados besos por la mejilla y labios.

Justo en ese momento se escucharon gritos y ambos se miraron extrañados, se arreglaron rápido y salieron a toda prisa.

Allí vieron a Cristof con la pequeña Inés en brazos, pidiendo ayuda desesperado.

-¿Qué ha ocurrido?- pregunto Constanza preocupada.

-No lo sé.- respondió el muchacho -La he encontrado así en el bosque.-

-¿En el bosque?- pregunto Constanza -¡Ven, tráela a una de las habitaciones de aquí arriba!-

La pusieron sobre la cama y la Duquesa rápidamente la miro.

-Tienes un golpe en la cabeza, está sangrando.- informo rápidamente, mientras corría un mechón de cabello de su frente.

-¡Voy al servicio para que busquen a un doctor!- corrió el propio Alberto.

-¿Qué ha ocurrido?- pregunto la Marquesa entrando en escena, pero manteniéndose retirada.

-La he encontrado así.- repitió el joven.

-Venga, ayúdeme a abrirle el ropaje para que respire mejor.- dijo Constanza.

-¿Yo?- pregunto horrorizada la mujer.

-Bueno, ¡Entonces, hazlo tú!- le dijo a Cristof -¡Tiene que respirar! mí pobre niña.-

-Oh, sí.- acepto él y comenzó a ayudarla, pero llegó Raquel y lo relevo.

Cuando la mujer le despejó el torso.

-Constanza.- la llamo Cristof, quien estaba parado, mirando fijo a la joven.

La Duquesa lo miro y luego a la muchacha. Inés tenía golpes en todo su cuerpo, y marcas en su cuello, como si hubiesen intentado estrangularla.

-¡Mi pobre pequeña! ¿Quién ha intentado hacerte eso? ¡Mi pobre niña!- preguntaba la Duquesa, dejando caer sus lágrimas mientras acariciaba el cabello de la joven.