Secreto

Al día siguiente, a Laura se le dio la curiosidad de conocer está misteriosa mujer que atormenta Rodrigo.

- Mamá ¿Qué vas a cocinar hoy?

- Hoy se come paella.

- ¡Qué rico! Voy a llevarle la comida a Rodrigo.

- La muchacha le trae – dice papá – Rodrigo no puede dejarla plantada todos los días.

- Ese el plan papá, quiero conocer a esa misteriosa mujer que hace sufrir a mi amigo.

- Pobre muchacho, - Ana se compadece de Rodrigo – no se vayan a pelear frente a él.

- Descuida mamá, solo quiero conocerla y joder un poco. Me suena raro que una mujer corteje a un hombre.

- ¡Cuida tu vocabulario!

- Estoy tan antojada de jorobar a paciencia y vida de alguien.

- ¿Esta celosa? – papá le preguntó.

- No, al contrario, sólo lo hago para asegurarme de que no sea una arpía disfrazada de cordero.

- ¿Harás una prueba anti-Sara? – la curiosidad de papá está a flor de piel.

- Por supuesto. Rodrigo es muy inocente, no puedo quedarme de brazos cruzados y verlo sufrir. Qué tal si resulta que la tipa lleva el virus de Sara Montalván.

Laura se alista para ir a llevar la comida de Rodrigo, frente al espejo entrena unas palabras que podrían ser de utilidad.

Llegó la hora de la verdad, Laura llega al taller y saluda a su amigo.

- Mi amigo del alma ¿Cómo estás?

- ¡Laura! ¿Cómo estás tú? ¿Qué te trae por aquí?

- Te traje paella, mamá la hizo especial hoy.

- ¿De veras? Mi platillo favorito.

Laura ve los sillones que está restaurando. Hace gestos de que no están mal para el que le gusta ese tipo de vejestorios.

- ¿Son estos los sillones Luis XV que estás tapizando?

- No sólo los estoy tapizando, los estoy restaurando.

- Muchos entallados, debe ser difícil de trabajar.

- Ya tienen dos capas de selladora, que terminen de secar para aplicar el barniz, justo lo estoy preparando.

Alma está aproximándose al taller y no soporta ver a una tipa que habla con Rodrigo. Y su guardaespaldas le aconseja.

- Acelera un poco, tengo que saber quién es esa arpía que me está quitando a Rodrigo. - Alma habla consigo misma.

- Cálmese, puede ser una clienta con estatus como su tío. – comentó el guardaespaldas de los Casas.

- No me importa quien sea, Rodrigo tiene que fijarse en mí.

- Vaya con cuidado.

- No se meta, le voy a dar una lección. Nadie se mete conmigo. – Alma está enojada y muy celosa.

Baja del auto y se dirige directamente hacia el taller para atacar a la intrusa.

- ¡Ey, tía! ¿No tienes nada que hacer en casa?

- ¿Disculpe? ¿Se puede saber quién es la malcriada que tiene el cuajo de insultarme?

- Por favor, no se peleen. Laura ella es Alma, la sobrina del dueño de estos sillones; Alma, te presento a Laura mi amiga casi hermana.

Laura la observa como si estuviera escaneando la médula ósea, Alma está con una mirada que si fueran pistolas hace rato estarían echando humo.

- De modo que usted es quien coquetea con mi hermano. – está en modo despectivo.

- Yo no estoy coqueteando. Yo sólo le visito para saber que no se olvide que tiene trabajar en los sillones de mi tío.

- ¿Con comida?

- No es asunto tuyo, tía. Mi tío es una persona muy rica e influyente en España.

- De que sirve tener riquezas en el bolsillo cuando hay miseria en el corazón. Usted, al parecer soluciona todo con dinero y nada con neuronas.

- Por favor, no discutan. - Rodrigo las llama a la calma.

- Esta señorita te está comprando con comida, apesta a zorrillo tanto está celosa. Sólo para prevenirte Rodrigo, las mujeres celosas son totalmente desconfiadas, desequilibradas, peligrosas, posesivas. Son tóxicas, te harán la vida difícil y no voy a permitir que sufras en manos de una como ella.

- Te equivocas, tía. Yo no soy esa clase de mujer. Una mujer cuando está enamorada sabe cuidar lo que le pertenece.

- Una mujer enamorada se comporta como agente de servicio de inteligencia, jamás como una celosa, tu conducta muestra claramente que eres una posesiva.

Alma se quedó sin palabras, pero le reclama.

- Ni siquiera me conoce y me estás tildando de posesiva, te voy a demandar por agravios verbales, a mí nadie me trata así. Yo tengo un alto estatus en la sociedad.

- Sí no te gusta lo que te recibes, revisa lo que das.

Alma, nuevamente se queda sin palabras, Laura la bloquea con muy pocas frases y su temperamento se mantiene muy sereno, su voz firme con un trasfondo de seguridad la hacen fuerte como un muro de contención. La discusión es tensa, pero Laura su satisfacción personal, de joder la vida de la visitante, pero esa fiesta llegó a su fin con la presencia de Enrique.

- Señor presidente. – Alma muestra su total educación - ¿Qué gusto de verlo? ¿Usted también tiene la necesidad de contar con el servicio del señor Sáenz?

- Señorita Alma, el placer es mío de verla por aquí. No me diga que usted está supervisando el trabajo que es para su tío.

- Pues sí, me atrae el trabajo de la tapicería.

- Bien, yo sólo vine por mi esposa, sus padres me dijeron que la encontraría aquí.

- ¿Su esposa por aquí? En un lugar donde deambulan gente ordinaria, no creo que su esposa tenga gustos tan bajos.

- No se olvide que los “ordinarios”- Laura es muy enfática en esa palabra – son los que mueven y mantienen vivo el planeta. - se dio con el gusto de seguir pinchando la paciencia de Alma.

Enrique sonríe, le agrada escuchar la voz de Laura.

- ¿Qué es lo que le encuentra de gracioso a ese comentario? Esta tía, hija de puta, me quiere distraer al señor Sáenz de su trabajo.

- Encontré a mi esposa, ahora me la llevo de paseo.

Enrique toma a Laura por la cintura y se la lleva llenándola de cariño. Alma se quedó en shock, sin saber ha ofendido a la esposa del presidente. Rodrigo estaba dando la espalda, almuerza con total tranquilidad, disfruta cada bocado de la paella. Alma se quedó con la comida en mano, observa detenidamente el suelo y reflexiona en las palabras de Laura.

Esa actitud llama la atención del guardaespaldas, va por ella.

- Señorita Casas ¿Le ocurre algo? La veo pensativa.

- Me he comportado como una tonta, sin querer ofendí a la esposa del presidente ¡Qué vergüenza! Debo ir a la empresa y hablar con mi tío.

- ¿Y la comida?

- De eso lidiamos después.

Alma quiere despedirse de Rodrigo.

- Rodrigo, me despido. Que tengas una buena tarde.

Él no responde al saludo de Alma, está concentrado en el exquisito sabor de la paella. Alma está tan avergonzada que se fue sin más. Ella necesita meditar en cada palabra de la conversación y ver cómo preparar sus disculpas.