Damián Blackwood, es un Alfa dominante que ha construido un imperio oculto entre humanos, jamás pensó que una simple empleada pondría en jaque su autocontrol. Isabella, con su espíritu desafiante, despierta en él un deseo prohibido… pero lo que comienza como una peligrosa atracción se convierte en una amenaza cuando descubre que ella es su compañera destinada. Una humana...
Bajo la sombra de antiguas profecías y oscuros secretos, sus destinos colisionan, desatando fuerzas que nadie podrá contener.
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Momento de expectativa
Para Damián la situación no era muy diferente a la de Selene. En su pecho se había instalado una extraña sensación, y su lobo no ayudaba para nada repitiendo constantemente la frase: "Hoy van a cambiar muchas cosas"
La camisa negra hacía contraste con el traje a medida color azul que llevaba puesto, y le sentaba perfecta, como todo lo que usaba. El reloj en su muñeca marcaba el paso del tiempo con la puntualidad casi molesta de quien recuerda que no hay escape posible. Damián ajustó el nudo de su corbata frente al espejo y soltó un suspiro silencioso.
Detestaba cualquier tipo de fiestas, por eso en esta solo se limitaría a proponer el brindis minutos antes de la medianoche y nada más.
Y esto no era por la fachada social. Él sabía moverse entre la gente, sabía cómo comportarse como el CEO exitoso, seguro, carismático que era. Pero esta celebración en particular tenía un trasfondo que no le entusiasmaba. No era un secreto que muchos de los suyos acudían a ella con la esperanza de encontrar a su pareja destinada. La noche del aniversario de Blackwood Enterprises se había convertido, casi sin quererlo, en una cacería disfrazada de celebración.
—¿Listo para tu noche de brillos y copas caras? —bromeó Marcus, asomando la cabeza por la puerta de su vestidor personal dentro del penthouse.
Damián giró apenas el rostro, sin dejar de ajustarse los puños.
—Listo no es la palabra. Pero voy igual.
Marcus cruzó los brazos, apoyándose en el marco.
—¡Por favor! Ambos sabemos que esta noche será igual a las demás, vas a socializar un poco. Sonreír, brindar, y desaparecer.
—Ese era el plan. Lo sigue siendo.
—¿Y si este año fuera distinto?
—No lo será, créeme.
—Vamos, amigo. Deberías intentar quitarte eso que te está molestando tanto.
Damián alzó una ceja.
—¿A qué te refieres?
Marcus esbozó una sonrisa ladeada.
—A que desde hace meses estás más irritable. Eres más... reactivo. Menos tú. Y hay cierta señorita que parece tener algo que ver con eso.
—No empieces —gruñó Damián, girándose para encarar a su Beta.
—Solo digo que a veces lo que negamos con más fuerza es precisamente lo que más necesitamos aceptar —replicó Marcus encogiéndose de hombros— Lo digo como tu Beta. Y como tu amigo.
Damián no respondió. Se limitó a tomar su saco del respaldo de la silla, lanzándole una mirada de advertencia antes de pasar por su lado.
Pero justo cuando iba a salir de la habitación, su cuerpo se tensó. Una presión extraña le cruzó el pecho. Su visión tembló por un segundo. Y entonces, una voz profunda, salvaje y muy familiar rugió en su mente:
“Esta noche va a cambiar todo.”
Su lobo no acostumbraba a manifestar su presencia. Pero ahora lo estaba haciendo de manera tan intensa que Damián sintió cómo se le erizaba la piel.
*No empieces con tus tonterías* —le gruñó en voz baja, llevándose dos dedos al entrecejo.
*No es tontería. Algo importante va a pasar, y lo sabes*
*Es verdad, pero no tiene nada que ver con ella* replicó Damián con fuerza, queriendo cortar la conversación.
*Sí, tiene que ver con ella* —insistió su lobo.
Damián apretó los dientes. Caminó hasta la terraza para tomar aire, alejándose de Marcus. El frío de la noche no logró calmar el calor que le subía por el pecho.
*Es imposible. Ella es humana*
*No puedes negarlo eternamente. Ella te hace sentir. Ella despierta cosas que nadie más ha tocado en años.*
*Precisamente por eso no puedo permitirlo. Ella me desconcentra, me vuelve vulnerable*
*Te recuerda que sigues vivo.* —acotó finalmente el lobo, y ante eso Damián no pudo refutar nada porque era absolutamente cierto.
Damián cerró los ojos. Dolía admitir que su lobo tenía razón.
Selene Montero lo irritaba, lo desafiaba, lo desconcertaba. Y sí... también lo atraía de una forma salvaje y visceral. Pero nada de eso importaba. Ella no era parte de su mundo. No como él necesitaba que fuera.
—Esta noche no pasará nada —dijo al aire, como un juramento.
*Puedes engañarte a ti mismo, Damián. Pero no a mí.*
Damián abrió los ojos, su expresión se veía endurecida debido a la lucha interna.
Y sin responder, giró sobre sus talones y se dirigió hacia el ascensor. Listo, para enfrentar una noche que ya estaba marcada por el destino.
La sede principal de Blackwood Enterprises nunca se había visto tan imponente.
El inmenso hall de mármol blanco había sido transformado en un salón de gala. Luces tenues jugaban entre columnas decoradas con arreglos florales en tonos dorados y borgoña. Candelabros colgantes, alfombras gruesas, copas de cristal alineadas sobre mesas de catering… todo tenía el aire de una celebración de élite.
La música suave llenaba el aire, lo suficiente como para marcar un ambiente elegante, pero no tan alta como para interrumpir las conversaciones. Los meseros con uniformes oscuros ofrecían copas de champán y pequeños bocadillos que desfilaban en bandejas brillantes.
A simple vista, era un evento corporativo de alto nivel. Pero entre la multitud elegantemente vestida, había miradas que no se cruzaban por cortesía… sino por algo mucho más profundo.
Lobos.
Ellos sabían que esa noche no era solo un festejo por el aniversario empresarial. Era también una tradición oculta entre los suyos: el momento del año donde la manada (mezclada con humanos empleados o socios) abría una ventana al destino. A lo inesperado. A ese instante donde los sentidos se encendían y un aroma, una mirada o un roce podían significarlo todo.
Emma Vasari, una loba joven, asistente del área de finanzas, ajustaba su vestido azul medianoche mientras echaba un vistazo nervioso a su alrededor. Había escuchado historias de lobos que encontraron a su pareja en esta fiesta. Ella no lo decía en voz alta, pero secretamente esperaba que esta noche algo se activara para ella. Aunque también temía… ¿y si no pasaba nada?
Lucien Carter, un alto ejecutivo del área internacional, caminaba entre los grupos con una copa en la mano, su mirada intensa repasando rostros. Lucien era el Alfa de una de las manadas aliada. Su presencia allí no era solo política. Él lo sabía: estaba buscando y esperando ser bendecido.
Gabriela, una humana del área de relaciones públicas, reía con un grupo de compañeros. No entendía por qué había tanta tensión entre algunos de los asistentes, como si el aire mismo estuviera cargado. Para ella, era solo una fiesta más, una oportunidad para socializar y tomarse fotos lindas para subir a sus redes.
Pero entre los lobos, las miradas y los sentidos estaban alerta.
Marcus, con su habitual encanto y su sonrisa despreocupada, se movía como pez en el agua. Saludaba a empleados, conversaba, bromeaba. Pero cada tanto, lanzaba miradas al acceso principal, esperando que su Alfa finalmente apareciera.
Y en el fondo del salón, una pareja de lobos ancianos observaba en silencio. Eran los mayores de la manada, respetados por todos. No hablaban mucho, pero esa noche compartían un pensamiento: el aire estaba más cargado que nunca. Algo, o alguien, iba a cambiar el curso de las cosas.
Y aunque ninguno lo sabía aún con certeza, la energía comenzaba a vibrar, suave, casi imperceptible… pero imposible de detener.
¡Mis felicitaciones y agradecimiento por este nuevo regalo de tu fértil imaginación!
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