Federico Belmonte, hijo menor de Brandon y Marisol; ha vivido solamente para trabajar y ser el tío soltero que malcría a los niños.
Sin embargo, todo eso cambia cuando accidentalmente lastima a una linda mujer de ojitos tristes, logrando por primera vez, despertar su interés en alguien y decide indagar en su vida; aunque no sabe si es por curiosidad o algo más profundo.
Ella, pocos minutos atrás, fue informada de una noticia que cambiará su vida para siempre y se siente muy mal para afrontarlo frente a su familia.
¿Qué será lo que la ha dejado así?
¿Será que el accidente fue orquestado por el destino para brindarles una oportunidad?
¿El médico más prestigioso de España podrá curar ese afligido corazón, o Alma levantará un muro que los separe, cerrándose a esa posibilidad?
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El pasado regresa
A pesar de desobedecer la noche anterior, Olga despierta y acaricia el otro lado de la cama, donde debería estar su pareja, percibiendo que está completamente sola en su cama y se levanta para ducharse, convenciéndose aún más que él no vino a dormir por estar con su supuesta mejor amiga, lo que incrementa su sospecha.
Al salir de la ducha, desayuna con calma y sale de su casa para dirigirse a la Veterinaria, rezando para que su jefe no la espere con la carta de despido.
Para su mediana suerte, al llegar a su escritorio, Amadeo sale de su lindo consultorio y la mira con cierta felicidad.
—Buenos días, señor Belmonte —saluda ella.
—Igualmente, Olga— le sonríe y sigue su camino dejándola algo confundida por su tuteo, ya que siempre fue "Señorita Hernández" y nada más.
Algunas horas más tarde, él vuelve a su oficina y se detiene en el puesto de su secretaria.
—Olga, ¿qué hay hoy?
—Vendrán dos perritos para examinarlos y vacunarlos, un gato siamés recién nacido, un hámster y debe visitar un establo a las 16 hs.
—Bien, espero que estés disponible a esa hora para acompañarme.— ordena.
—Claro— acepta ella porque sabe que es su trabajo.
Jefe- empleada se miran unos segundos sin decir nada y ambos demuestran algo que retienen. Él quisiera comerse a su secretaria sin importarle nada más y lo haya muy normal, ya que su padre no pudo contenerse ante la belleza de su madre y en este preciso momento, Amadeo no puede resistir las ganas de probar esos labios y procurar que esos ojitos color miel, sea él lo único que deseen ver por la eternidad.
¿Debemos calificarlo como "hombre enamorado" u "obsesionado"?
Diría que la primera opción va con él porque no ha dejado de soñar con ella desde el primer día que la vió, aquel instante donde su mejor amigo le dijo que su hermana había llegado para pedir trabajo y se la presentó; una hermosa mujer que jamás había visto antes.
Y ella, siente que su cabeza va a explotar por la presión que su cerebro le provoca con tantos pensamientos pecaminosos.
—Amadeo Belmonte— una chica llama su atención y cortan la interacción silenciosa para enfocarse en la nueva visita.
Una mujer de pelo rubio, claramente teñido; ojos marrones, labios gruesos y cuerpo voluptuoso, gracias a las operaciones; están frente a ellos con un vestido muy corto y ajustado, que no deja nada a la imaginación.
El mencionado levanta una ceja sin entender de dónde lo conoce o para qué viene, pero su secretaria traga con dificultar el sentimiento de pesadez que generan los celos, recientemente, descubiertos.
—¿Diga?— cuestiona él todavía desde su lugar.
—¿Me recuerdas?— la operada contraataca con otra pregunta, en un tono coqueto.
—¿Debería?— vuelve a indagar, ya que no consigue respuestas.
—Hace más de diez años robé tus cosas en Las Vegas— confiesa ella, haciendo que Amadeo arrugue su entrecejo.
—¡Llama a la policía!— le ordena a Olga, quién levanta el teléfono para acatar la acción.
—¡No será conveniente!— ríe la nueva mujer, burlándose de ambos— Esa noche tuvo consecuencias— tira la bomba dejando a ambos completamente helados.
Olga agradece en su interior estar sentada, sino se hubiese caído de trasero directo al piso, pero está vez es su jefe, quién no reacciona.
—Señora, ¿puede venir otro día?— ofrece la secretaria con un tono amable que vuelve a Amadeo a la realidad.
—No, debo solucionar esto lo más pronto posible— responde ella con fastidio.
Belmonte sigue de pie junto al escritorio, sin mover un músculo o emitir palabra. Sin embargo, observa muy bien a la mujer que tiene frente a él y está seguro que así no se veía cuando se acostó con ella.
A él no le gustan las mujeres con prótesis, botóx, etc. Por lo que puede asegurar que en ese momento, su cuerpo era natural y ella se operó luego de lo que tuvieron, aunque difícilmente pudo ser con su dinero, porque no pudo robar tanto... A menos que siguiera estafando hombres.
La rubia le tiende una carpeta que tiene en su mano, la cual antes no habían notado, pero Amadeo no la agarra, aunque mira a Olga y ella entiende lo que debe hacer.
La que ha provocado este dilema rueda los ojos y se mira las uñas desinteresamente, mientras la secretaria se enfoca en leer el título que llevan esos documentos.
"Certificado de Patria Potestad"