Memorias Del Corazón

Galt.

Al verla mal a causa de sus heridas, me llenaba de mucha impotencia, porque no podía hacer nada por ella, y saber que a Athena por su semblante la estaba perdiendo poco a poco.

Me levanté y lo único que se me vino a la mente fue hacer ruido y pedir ayuda, saber que quizás no vendrían o también lo harían, pero solo a golpearme por alebrestar a los demás.

Y después de un corto, pero tediosa espera, llegaron guardias y la cargaron— ¿a dónde la llevarán?.

— eso no es tu problema— otro guardia entro y comenzó a azotarme.

Quizás haber pedido ayuda no era buena idea, pero ya lo había hecho, y antes de que la sacaran le grite con la Esperanza de que me escuchara— ¡sabes donde encontrarme!.

Y nuevamente estaba solo, sin ella y su compañía, pero haré todo lo que esté en mi alcance para salir de aquí y encontrarme con Athena, porque sé que nos volveremos a encontrar.

Los días pasaban y solo me mantenía aún con vida por los recuerdos de Athena, sus besos, su rostro y su aroma.

Pero también recordaba en la manera en la que llegué a este lugar...

Cuando me despedí de Athena, el príncipe me observaba desde lo lejos, sabía que me vio acercarme a la princesa, salimos del castillo, toda la caballería iba rápido, después de dos días de viaje llegamos al reino de Adenel.

Todo era un caos, viviendas con fuego en su interior, muertos por donde sea y solo dieron la orden que pelearemos.

Ondeé mi espada y pelee con la creencia de salvar el reino y ayudar a los reyes de Adenel, pero no fue así.

Y me di cuenta cuando un caballero de nuestro emblema asesino a un caballero de Adenel, me sorprendí, pero al ver a mi alrededor pude entender que esta llegada era para azuzar más la guerra por una causa.

Baje del caballo y fui al castillo, siendo sigiloso e impedir ser visto. Entre siendo recibido por los guardias que custodiaban, pelee, pero a la vez pedí ver al Rey para ponerlo alerta.

Después de librarme de ellos, subí las escaleras y en uno de los dormitorios lo encontré herido y a su lado estaba la Reina, hice reverencia y me acerqué a ellos.

— mi señor, haya afuera está ocurriendo una celada, una traición y viene de parte del príncipe Besimir.

Abrió sus ojos al decirle, sabía que haberlo nombrado sería riesgo por quizás difamarlo, pero si no era él, quien más se atrevería a dejar caer al reino de Adenel.

— ese acto es alta traición— tosió y mientras lo veía limpiarse la sangre qué salía de su boca volteo a verme— ¿Besimir?.

La Reina solo nos observaba sin decir una palabra, cuando esa puerta se azotó y por ella entraron algunos caballeros y detrás de ellos, Besimir con una sonrisa inmensa, ondee mi espada y defendí a los Reyes a pesar de que la llevaría de perder.

Pero por desgracia eran seis contra mí, y uno de ellos me atravesó su espada en mi pierna, haciéndome caer, me sometieron y frente a mí.

Ocurría la alta traición como el Rey Alev había dicho, Besimir fue quien se encargó de acabar con las vidas de los Reyes, proclamando la conquista y su lugar.

Me quitaron el casco y el príncipe me dio un fuerte golpe con el escudo provocando que perdiera la consciencia.

Y al despertar ya estaba aquí, en el calabazo, donde cada día antes de la llegada de Athena, me torturaban en presencia de Besimir.

Y al irse él, dejaron de torturarme...

No sé cuanto a pasado, pero me siento débil, no me han traído agua y comida solo cuando recuerdan.

Y solo la hermosa imagen de Athena me mantiene vivo, aunque no sé por cuanto tiempo.

Hasta que una noche de la cual por la posición de la luna estaba más iluminado, un chiflido se escuchó imitando el cantar de un ave.

Y dos explosiones hicieron caer los barrotes y por el hueco entraron personas y al observarlos sabía que eran los que se hacían llamar los exiliados o los rebeldes de guerra.

Uno al verme me levanto y me ayudo a salir, y al ver a mi alrededor tenían tomado todo el lugar, me subieron a la carreta y en ella iba Aleiya, la hermana de Athena, quien estaba atada de pies y manos.

Su mirada estaba vacía y llena de terror, al verme intento hablar y comenzó a moverse, pero uno de los rebeldes se acercó e iba a pegarle y como pude me moví para impedirlo.

—¡no!, ella también es prisionera de este palacio— me vieron incrédulos y Aleiya solo asentía con nerviosismo en su mirada.

— veremos y si no es verdad, ¡tu pagarás!— solo asentí mientras la desataban.

— gracias, sir Galt— sonreí ante sus palabras, volví a mi lugar— ¿usted que siente por mi hermana?.

Gire para verla y ella tenía su vista puesta en el suelo— a pesar de que solo pocas veces nos vimos, no necesite más para decirte que amo a Athena—levanto su cabeza y sonrió— pero ahora tendré que buscarla, porque no se a donde se la llevaron.

— no tienes que esforzarte, escuche a Kougen qué la llevarían de regreso a Isemfort— la escuche suspirar— solo deseo que mi hermana esté bien.

Asentí Asus palabras, la carreta comenzó a moverse viendo en nuestro recorrido todo en llamas, salimos del pueblo y seguimos en camino.

Hasta que llegamos a su campamento donde me ayudaron a bajar y me llevaron a que curaran mi herida, la cual ya estaba infectada.

Los días pasaban y no volví a ver a Leiya, mi herida estaba casi sanada, pero aún no podía valerme por mi mismo.

Me hice de buenos compañeros aquí con los rebeldes tanto que me iniciaron como uno más de ellos.

Los días se hacían noche y las noches, días, ya estaba desesperado, quería salir de aquí e ir a buscarla, sentía y presentía que ella me necesitaba.

Hasta que no pude más, me levante del camastro, me cambie con la ropa que ellos me habían dado y salí de la carpa, camine mientras buscaba a Clarece, la mujer que todo este tiempo me cuido.

Al verla me acerqué a ella— te agradezco por tus cuidados— me sonrió y asintió hasta abrazarme.

— lo necesitabas Galt, ¿iras a buscarla? — asentí— si llegan a necesitar refugio, sabes como llegar a nuestro campamento.

— gracias— me despedí y caminé hacia las caballerizas y ahí estaba Leiya junto a Loretto — ¿necesito prestado un caballo?.

— sabía que me lo pedirías, y aliste a Volga, solo cuídalo y sabes que aquí tienes a una familia.

Asentí mientras Leiya se me acercaba— por favor cuídala y protégela— asentí.

Subí al caballo y jale la rienda, pasaron varios días hasta que llegue a la cabaña donde por mucho tiempo viví, baje del caballo y lo deje que se fuera a pastar.

Entre a la cabaña y estaba oscuro, vacío y fría, recorrí el pequeño lugar hasta entrar a mi dormitorio donde aún estaba el vestido de Athena.

Cuando un rechinido me hizo voltear y allí estaba, con sus hermosos ojos, camine hacia ella y al encontrarnos la cargue girando en el mismo lugar.

—te extrañé— cuando me dijo eso al oído me detuve y la vi a los ojos.

— yo también y he venido por ti— se sorprendió ante mis palabras y yo solo la besé.— no quiero separarme de nuevo.

—ni yo Galt— nos abrazamos, recuperando el tiempo alejados.