Él es el pecado, la lujuria y la oscuridad, él es el Rey Demonio que conquistó el mundo y llenó la tierra de destrucción. Ella, una humana, cazadora, sobreviviente, con deseos de vengarse y liberarse de una maldición. Ambos lucharán contra el odio, el deseo e intensa atracción que los dominará poco a poco.
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TENTACIONES EN JUEGO
...EZRA:...
No me quedaron ganas de volver a la celebración, así que decidí hacer un recorrido por la zona. Los cazadores no habían vuelto, después de lo ocurrido con Ogran había mandado solo a la mitad para la labor, a los menos desesperados e impulsivos, pero como iban las cosas al parecer la crisis de humanos era más grave de lo que imaginé, era cuestión de tiempo para que los demonios se alzaran entre si y empezaran a destruirse unos a otros.
Sí, era parte del plan de los dioses, pero también era mi gente y verlos extinguirse significaba el fin de mi linaje demoníaco.
Me adentré al sur, por los cielos oscuros, mi visión nocturna me permitió reconocer las zonas hasta que aterricé al divisar un viejo molino.
Allí es donde Ivonne cayó después de su pelea con el demonio alado.
¿De dónde venía?
El trato con los dioses no me permitiría ser blando con sus compañeros, necesitaba encontrarlos y acabar con ellos, tener un vínculo con una humana era un problema como para agrandar el número salvando a sus amigos.
Si los dioses se enteraban sería mi fin.
No les temía a ellos, sino al destino que me esperaba sino cumplía.
Ivonne no era tonta, ella nunca revelaría la información sobre la posición de sus compañeros, por eso no se arriesgaba a sellar el juramento de sangre.
Averiguaría el escondite por mi mismo, después pensaría en una forma de deshacer el vínculo.
Recordé como la tocaba Orion y casi vuelvo a enloquecer, cuando su maldito olor se mezcló por segundos con la esencia de mi compañera, casi estuve a punto de matarlo.
Era mi culpa, yo la había entregado, pero es que no soportaba el odio y el desprecio que me mostraba.
Sería sencillo ir a la habitación a tomar lo que me pertenecía, pero le arruinaría la existencia a Ivonne, aún había miedo y odio en sus ojos cuando me acercaba. Si la tocaba ella sufriría y por ende yo sufriría.
Ese lazo me hacía ser un blando.
Lo odiaba.
Observé el molino destruido y caminé hacia el orificio en la pared, entré, pisando restos de piedra y madera.
Recorrí el lugar y encontré el cuerpo del demonio, con sus huesos a la vista y su piel seca, las alas rotas sobre la roca y la boca abierta en un grito silencioso.
Pequeños demonios arrancaban las garras y los dientes, también las partes que les parecían llamativas, como los ojos y orejas.
Al sentir mi presencia salieron corriendo, soltando chillidos y perdiéndose en la oscuridad, escondiéndose en los escombros y las sombras.
Ivonne lo había destruido y haría lo mismo conmigo si no encontraba una solución.
Me agaché junto al cuerpo decadente y estiré mi mano hacia su pecho, la introduje, me adentré en su interior, tomando el espíritu que se desvanecía.
El ojo que le quedaba brilló por segundos y su boca sin dientes se movió.
— Soy el rey demonio, demando respuestas antes de que tu espíritu se desvanezca para siempre ¿Dónde encontraste a la humana que te destruyó? — Demandé, mis ojos tomaron luz también, la oscuridad ondulando en hilos a mi alrededor.
— Al sureste — Movió su boca, su voz era un susurro débil — Cerca de la montaña de piedra.
— ¿Estaba sola?
— No — Su mandíbula seca se movió con lentitud — Yo estaba de casería, sentí el olor de cinco y me escondí a esperar que se acercaran, al salir me hallé con dos y pensé que llevarme a la chica sería menos costoso, creí que era débil, pero sus armas estaban impregnadas de agua pura.
Cinco ¿Eran solo cinco?
Lo solté y su espíritu terminó de apagarse.
Salí del molino, despegando, siguiendo las indicaciones hasta que hallé un grupo de cabañas.
Aterricé allí, explorando la zona, la esencia humana era débil, seguí el rastro, olfateando hasta una pila de tablas, las aparté, hallando palas que olían a humanos, tan leves que me indicaban que no habían vuelto por allí.
Volé hacia las cabañas, había una que tenía un hueco en el techo y otra imagen vino a mi mente, Ivonne saliendo de allí en las garras del demonio.
Los gritos de otros humanos llegaron a mi mente.
Imágenes de un chico de cabellos dorados llegaron a mi mente, sonriendo, riendo, hablando con ella, observándola demasiado y sentí una oleada de irritación cuando me percaté de que Ivonne tenía muchos pensamientos de otro humano.
Su nombre fue entregado a mí cuando Ivonne lo susurró dormida.
Peter.
Deseando sus besos y sus caricias.
Si encontraba a ese Peter lo iba a despellejar vivo.
La cabaña bajo mis botas empezó a desplomarse, con un rugido la convertí en escombros, llenando el silencio con el ruido de la destrucción.
Despegué con ímpetu, hacia el castillo, demasiado furioso para pensar con claridad.
Aterricé en el balcón de la torre cuando llegué y entré a la habitación.
Ivonne dormía, con el cabello esparcido sobre la almohada y las mantas reposando sobre su cintura, de espaldas al balcón.
Me acerqué enojado y trepé sobre la cama.
Dejé mis alas reposando a la orilla, tocando el suelo con ellas.
— Así que sueñas con un Peter, ya no será así— Susurré contra su oído, me metí en su mente, dentro de aquel sueño lleno de campos floreados, donde la ingrata reía muy a gusto y bailaba con su humano.
Me deslicé bajo el pasto donde se hallaba abrazándolo y besándolo.
Me alcé, metiéndome bajo la piel de aquella ilusión, tomando al títere, la besé con ímpetu y toqué.
Ivonne se rindió gustosa ante mis caricias.
— Oh, Peter.
— No soy Peter, soy Ezra.
Se apartó, desconcertada en el sueño.
Toqué su cuerpo por encima de la tela de su vestido, paseando mis manos por sus senos y su espalda, mientras atrapaba su boca.
Movió sus labios dulces y exquisitos.
Volvió a alejar su rostro.
— No, yo te odio.
— Me deseas — Toqué su cintura.
— No... Esto no puede ser...
Besé su cuello y tembló.
— Si, lo es, esto es lo que quieres.
Metí la mano bajo su vestido.
Se despertó y volví a la cama gracias a eso. Lástima, se había puesto interesante.
Ivonne giró inquieta y sus ojos se encontraron con los míos.
— ¿Qué estabas soñando? Te oías agitada.
Se apartó de golpe, hacia el otro extremo de la cama.
— ¿Qué haces aquí?
Elevé mi cabeza y la apoyé de mi palma.
— Esta es mi habitación.
— Consígueme otra — Se sentó.
— Aquí estás bien, eres mi humana.
— No soy nada de ti — Gruñó, tenía las mejillas sonrojadas, estaba irritada por el encantador sueño.
Reprimí una sonrisa de satisfacción.
Me arrodillé y su cuerpo se puso rígido cuando la observé detenidamente.
— Mientras yo lo quiera sí.
— ¿Esto será hasta que muera? — Me lanzó una mirada.
— Hasta que yo quiera — Volví a repetir.
Soltó una larga respiración y abrazó sus rodillas. Si supiera que teníamos un vínculo, jamás se lo diría, lo rompería sin que lo supiera y luego... ¿Luego qué? ¿No tendrás dudas en deshacerte de ella o sí?
— ¿Ya pensaste en el juramento de sangre?
Yo podría torcer el juramento para que las consecuencias no me salpicaran.
— No — Suspiró con agotamiento — Déjame ir, no te seré de utilidad jamás.
— No lo haré — Dije, levantándome.
— ¿Qué ganas con tenerme aquí? — Se llenó de desesperación.
— Gano autoridad, gano respeto ante mis súbditos — Caminé hacia la mesa para servirme una copa de vino — Así que tarde o temprano tendrás que ceder a mí, se darán cuenta de que no te he tocado y lo verán sospechoso.
— Sigo sin entender ¿Qué propósito tiene tenerme cautiva? — Escuché como se levantaba y caminaba con ímpetu, me giré y se detuvo en seco, tomó valor — Cada día será una tortura para mí.
— Podrías estar en una situación peor, pero eres tan malagradecida, te salvé de la muerte, te doy comida y techo, evité que abusaran de ti y sigues cuestionando — Me empecé a impacientar.
— Quiero volver con mi gente.
— Morirás si vuelves con ellos, no me molestaré en perseguir tu trasero para acabar con tu maldición, sino me beneficia, no me interesa.
— No me importa, moriré, pero lo haré de forma digna, junto a ellos — Me evaluó con firmeza — Déjame ir — Sus pupilas avellana se tornaron vidriosas — No obtendrás nada de mí, solo mi odio, cada día me sentiré más asfixiada e intentaré matarte aunque se que fallaré, seré una molestia para ti, así que te pido que me dejes marcharme.
Los otros demonios lo sabrían y al verla vulnerable afuera, la cazarían hasta matarla. Mantenerla cerca, era mantenerla segura y por ende mantenerme seguro a mí.
Todo por ese maldito Peter. Esa era su razón al querer volver.
— No te dejaré ir, tus palabras no tienen peso sobre mí — Gruñí, acercándome para intimidar su pequeño cuerpo— No tengo alma, ni corazón, soy un ser oscuro y tu sentimentalismo no me causa ningún efecto, te quedarás aquí hasta que yo lo decida.
Apretó su mandíbula y sus ojos se llenaron de furia.
No dijo nada, hizo ademán de volver a la cama, pero la tomé de la cintura y la pegué a mí.
Estaba de espaldas contra mi pecho, olí su cuello, aspirando con fuerza mientras mi miembro se endurecía.
Paseé mis manos por su abdomen.
Empezó a temblar, aguantó la respiración mientras mi garras aparecían, sin dañarla, solo para marcarla al poseerla.
Mis colmillos rozaban su delicada piel.
— Eres mía, más de lo que te imaginas.
Escuché sus latidos apresurados.
No le era indiferente, no era solo odio lo que sentía y eso me agradó.
Se quedó quieta cuando toqué sus senos por encima de la tela.
Sus piernas temblaron.
— Te hiciste notar ante mí y te elegí, ahora no me pidas algo que no estoy dispuesto a darte, no me conviene perderme de tus encantos — Mi lengua se atrevió a dar una lamida a su piel y se sacudió, inquieta, ahogando un gemido, probarla fue como un delicioso manjar que me enloqueció.
La solté y trepó sobre la cama, arropando su cuerpo hasta la cabeza.
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El patio estaba lleno de demonios voladores, tres jaulas repletas de humanos sucios, con ropas curtidas se hallaban en fila para mí.
Sus sollozos y miradas de pánico hacían que los demonios se saborearan.
— ¿Quién fue el responsable de semejante hazaña? — Pregunté, paseando entre las jaulas, causando gritos de pánico a causa de mi forma demoníaca.
Lancé una miradas y los humanos se abrazaron, gritando.
Parla apareció entre la multitud.
— Mi señor, fue mi tropa.
Busqué algún rostro parecido al del tal Peter, pero la mayoría eran ancianos.
— ¿Dónde lo hallaron?
— Se encontraban al este, dentro de unos establos de una granja, fue muy sencillo detectarlos.
No era la gente de Ivonne.
— Bien hecho, tienes bien merecido un postin.
Parla infló su pecho con orgullo.
— Mi señor, servirle es mi labor.
Los demás demonios se inquietaron.
— ¿Cuándo podremos tener nuestras almas? — Preguntó uno de los demonios de Orion — Nosotros también hicimos parte del trabajo — Varios gruñidos respondieron a favor, apoyando el comentario.
— Aún no hay almas suficientes.
Los demonios se tensaron en desacuerdo.
— Mi señor, nuestras energías se agotan...
Solté un rugido bajo, callando al bocón con rostro de buey.
— Hasta que no haya almas suficientes, nadie las absorberá.
— ¿Qué haremos con los humanos? — Preguntó Orion, de pie a mi izquierda.
— Llevenlos a los calabozos.
Me giré para volver al castillo.
— Nuestro rey no es justo, como él no necesita de almas, piensa que podremos aguantar — Escuché a uno susurrar.
Antes de poder huir ya estaba sacudiéndose en el suelo.
Tan entretenida que le piden volver como una vieja chismosa diría 😜❤️🤣🤣🤣🤣