La vida en la época victoriana años después de la segunda revolución industrial y de las dos guerras del opio. Está es la vida de un profesor con su hija y la maldición del vestido azul.
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Una hermosa mesera
Thomas y Sheila crían a su hijo ellos dos, en cambio, Sophia aprende y domina a la perfección la cocina y el tejido. Por cinco años que estuvo en casa de sus abuelos no dejó de leer, es más los fines de semana, cuando venía Matthew, él reforzaba sus estudios con Sophia, le enseñaba todo lo que aprendía y así pasaba de año con las mejores notas. Su prima fue su apoyo más importante.
Han pasado cinco años, el asesinato de Mildred y la acusación de maltrato infantil quedaron en nada. Thomas tiene escondido los papeles. A la salida de la universidad, Thomas es abordado por un colega quien le invita ir al bar para ir a comer algo.
- No tengo mucho tiempo, mi familia me espera en casa.
- Vamos Thomas, es sólo para comer algo, ni que fuera un viaje de una semana.
- Está bien, vamos.
Una vez en el bar, después de ordenar, el colega le confiesa su problema.
- Mi vida es una desgracia. – habla con pesar.
- ¿A qué cosas lamentas, amigo?
- Lo hago por qué necesito desahogarme, pero no creo que me entiendas.
- Pero si no me vas a decir que es lo que te causa pesar, nunca podré saber si lo entiendo o no.
- Llevo unos años sólo, me dedico tanto al trabajo que no hay tiempo para conquistar una mujer.
- Puedes acudir a citas por las noches, ellas son bien ofrecidas.
- Quiero que sea una mujer de casa, desde que mi ex fue casada con otro por arreglo, me siento vacío.
- Hay prostitutas novatas, puedes primero conversar con ellas, antes de pedir precio, simplemente le preguntas que por cuánto tiempo lleva en el oficio, la más novata te la llevas, la mantienes y listo. Está sana, te olvidas de las enfermedades contagiosas.
-Tú crees que yo voy a tomar una mujer fácil como mujer.
- Pero una novata es sana, las antiguas pueden contagiar de las enfermedades que se transmiten con el acto. Esta noticia esta por todos lados, ¿no lees el periódico?
- Creo que debo actualizarme un poco, tanto trabajar que ni enterado de esto.
- La reina ha emitido una ley hace pocos años que para evitar el contagio de esas enfermedades se ha creado una funda para el niño.
-¿Funda para el niño? – no entiende el término.
- Si, el niño, eso lo que tenemos entre las entrepiernas.
- ¡Ah! Entiendo.
- Te falta calle, tienes que leer más periódico, actualízate, está bien el trabajo pero tiempo para ti y un periódico al día no hace daño.
- Ni modo, a comprar periódico para estar al tanto de ocurre.
- Compra funda para el niño, hasta que encuentres la indicada.
Una mesera se les acerca con el pedido.
- Señores, buenas tardes ¿Puedo tomar su orden?
Era Sophia, tiene 16 años, está desarrollada, muy bien cuidada. El tipo se la quedó mirando, le atrae su belleza, Thomas no lo puede creer, es su hija y trabaja sirviendo la comida. Una vez servidos los clientes ella se fue y al poco tiempo sirvió los platos.
- Que disfruten.
Thomas sigue con los ojos a su hija, y se da cuenta que ella se limita a servir. Su colega le interrumpe.
- Thomas, ¿Has visto a la joven mesera?
- Sí, la estoy viendo.
- Es bonita, se la ve bastante joven y bien desarrollada.
- ¿Te gusta?
- Tendría que venir más seguido. Debo tratarla, menos mal que vinimos a almorzar, de lo contrario me hace hubiera pedido de esta damita.
- ¿Piensas invitarla? – su tono suena a celos.
- Tu consejo de las prostitutas no va. Espero poder verla todas las veces que vendré.
- ¿Tanto así te atrae? Se la ve muy joven.
- Creo que para el amor no hay edad. Y joven como es podré tener varios hijos.
Thomas no quiere que su hija esté ligada con alguien de la universidad, si ella habla podría ser la fin de su carrera como profesor en Oxford, pero si renuncia puede trabajar en la universidad de Cambridge, allí estaría cerca de su familia, y su hijo conocería sus primos y sus abuelos. Sólo espera que sea alguien más quien se fije en su hija y se la lleve de Oxford, en todo caso podría organizar una cita a ciegas.
Mientras Sophia continua trabajando, un estudiante universitario se le acerca a ella con una pizca de timidez.
- Señorita, disculpe la molestia, yo soy estudiante de la universidad pero no soy de aquí, soy de Londres y hoy empecé mis clases.
- Veo que no conoce la cuidad.
- No, no la conozco ¿Aquí es donde comen estudiantes o sólo obreros?
- En este bar vienen de la universidad y trabajadores.
- Pero yo no soy de la cuidad, ¿Igual puedo venir a comer?
- Sí, pase. Por aquí por favor.
El joven se siente nervioso, no conoce la cuidad y por hoy depende de la ayuda de Sophia. Un grupo de hombres están saliendo del bar, son trabajadores y para el joven es la oportunidad de tener un asiento.
- Tome asiento, en breve limpio la mesa y le tomo su pedido. Este es el menú.
- Gracias.
Sophia cumple con su palabra en breve llegó con un trapo para limpiar las tres mesas libres. Acto seguido toma la orden del joven. Pocos minutos después es servido. Thomas está atento, observa a su hija que es gentil manteniendo la serenidad.
Thomas y su colega se van del lugar después de pagar la cuenta. El joven nuevo come poniendo en práctica toda su etiqueta pero ve a todos comer a la como quieren.
- Señorita, disculpe.
- Si diga. – Sophia lo atiende.
- ¿Hay aquí espacios privados?
- Esto es un lugar totalmente público ¿Algo no está bien?
- No me siento cómodo, la gente no tiene modales a la hora de comer.
- Señor, si a usted no le gusta este lugar por qué la gente que viene aquí es de clase baja, puede irse a otro lugar para comer.
- ¡Señorita! - se sintió muy ofendido.
- Estoy con mucho trabajo como para atender este tipo de reclamos. Cuando termine acérquese a caja para que pague.
- ¿Hay otro lugar en donde puedo comer?
- No. Así que, más le conviene que se adapte.
- En Londres no es así.
- Aquí no estamos en Londres, aquí nadie es rico. Salvó usted, y es usted el único que hace problemas. Aquí hay gente de toda Inglaterra.
- Haré lo posible para adaptarme.
- No tiene otra opción.
El joven dejó de quejarse y continuó comiendo, pero no puede quitar de su mente la imagen de la mesera. Ella está conquistando corazones, los hace palpitar y con sólo su presencia aumenta la clientela en el bar. Pese a que hay hombres que tienen fiambrera, pero van allí para comer y mirar a la mesera, hay otras, pero Sophia es la bella.
en palabras, que dan por resultado tantas historias. Felicitaciones.