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Embarazo Después Del Adiós.

Embarazo Después Del Adiós.

Status: Terminada
Genre:Completas / Embarazo no planeado / Embarazada fugitiva
Popularitas:31.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Loloy

Tras un matrimonio, lleno de malos entendidos, secretos y mentiras. Daniela decide dejar al amor de su vida en libertad, lo que nunca espero fue que al irse se diera cuenta que Erick jamás sería parte de su pasado, si no que siempre estaría en su futuro...

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capítulo 2

Francisco, al oír las palabras de su hija, sin cambiar su postura firme frente a ambos, respondió con seriedad.

—Por supuesto que debemos hacerlo… tienes mucho que explicar, jovencita.

Daniela, al ver el enojo reflejado en el rostro de su padre, dio los primeros pasos en su dirección junto a Erick. Pero el señor Francisco agregó con voz tajante:

—Hablaremos tú y yo a solas. Luego hablaré con usted, señor Martínez.

Erick sintió cómo el cuerpo de Daniela temblaba a su lado. No iba a permitir que su ex suegro la juzgara o cargara con toda la culpa de aquella situación. Así que, sin vacilar, respondió:

—Tendrá que disculparme, señor Montero, pero esta vez ambos debemos hablar de lo mismo.

Francisco alzó una ceja. Su mirada, afilada como un cuchillo, pasó de su hija al hombre que una vez le prometió cuidarla. El aire se volvió denso, tenso, como si el tiempo se hubiera detenido.

—¿Perdón? —inquirió con frialdad, cruzando los brazos con más fuerza—. No estoy acostumbrado a que me contradigan en mi propia casa, señor Martínez.

Erick sostuvo su mirada sin pestañear. Su tono fue firme, sin altivez, pero con una convicción inquebrantable.

—Y yo no suelo involucrarme en discusiones familiares, señor Montero, pero esto no es solo un asunto entre usted y su hija. Yo también soy responsable. Y tengo tanto que decir como ella. —Miró a Daniela, que parecía debatirse entre el miedo y el alivio—. No voy a dejarla sola en esto.

Francisco bajó la mirada a sus manos entrelazadas. Por un instante, pareció dispuesto a estallar, pero luego respiró profundo. Cuando volvió a alzar los ojos, ya no era solo el padre indignado. Era también un hombre herido, confundido.

—¿Van a decirme entonces que todo esto —hizo un gesto vago hacia el vientre de su hija— ocurrió después del divorcio?

—No —respondió Daniela con un hilo de voz—. Estaba embarazada antes de firmar los papeles… solo que no lo supe hasta después. Y cuando lo supe... ya era demasiado tarde.

—¿Demasiado tarde para qué? ¿Para venir a casa? ¿Para decirme que iba a ser abuelo? —Francisco alzó la voz, sin llegar a gritar, pero con cada palabra cargada de decepción—. Daniela, tú y yo siempre fuimos honestos. ¿Por qué me excluiste?

Daniela sintió las lágrimas arder detrás de los ojos. No quería llorar. No frente a él. No con Erick allí.

—Porque tenía miedo —admitió—. Miedo de decepcionarte. De que pensaras que arruiné todo.

Francisco bajó la vista. Su postura férrea tambaleó. Frente a él ya no estaba su niña, sino una mujer hecha y derecha, con secretos que había llevado sola.

—Hija… no hay nada que puedas hacer que me haga dejar de ser tu padre. Pero debiste confiar en mí.

Luego miró a Erick.

—Y usted, señor Martínez… si vino a buscar redención, le aviso que no será fácil.

—No he venido a pedir perdón —dijo Erick, sin amedrentarse—. He venido a asumir mi responsabilidad. Y si me lo permite… quiero formar parte de la vida de mis hijos. Porque aún no se lo hemos dicho, pero… son dos.

Francisco parpadeó. El silencio cayó como una manta espesa.

—¿Dos? —repitió, como si no pudiera procesarlo de inmediato—. ¿Me están diciendo que voy a ser abuelo por partida doble?

Erick asintió. Francisco dio media vuelta en silencio.

—Entonces entren. Si vamos a discutir, que sea con café de por medio. —Y sin mirar atrás—. Daniela, no me hagas esperar…

Daniela se quedó inmóvil por un segundo. Erick le puso una mano en la espalda, suave.

—No estás sola —murmuró.

Ambos cruzaron el umbral. La casa olía a canela y recuerdos. La madera crujía bajo sus pasos, y el silencio parecía más denso que el que dejaron afuera. Francisco fue directo a la cocina, sin decir una palabra. Daniela y Erick se sentaron en la mesa del comedor, uno frente al otro.

Minutos después, el sonido de la cafetera rompió el silencio. El aroma del café se esparció lentamente, como si tuviera el poder de deshacer, aunque fuera un poco, la tensión entre ellos.

Francisco volvió con una bandeja y colocó tres tazas sobre la mesa. No adornó el momento con gestos amables. Simplemente se sentó, la taza en la mano.

—Bien —dijo con voz firme—. Ahora quiero la verdad. Toda. Sin rodeos.

Daniela bajó la mirada. Erick entrelazó los dedos sobre la mesa.

—Después del divorcio —empezó ella— me fui a casa de Dylan. Me sentía perdida, dolida. Me enteré semanas después que estaba embarazada.

—¿Y por qué demonios no me lo dijiste? —interrumpió Francisco.

—Porque tenía miedo —repitió Daniela, con voz quebrada—. Fuiste tú quien más me presionó con ese matrimonio. Pensé que si sabías del embarazo me obligarías a regresar con Erick… y no podía con eso otra vez.

Francisco abrió la boca, pero Erick lo interrumpió.

—Con todo respeto, señor Montero, Daniela no lo hizo por venganza ni para complicar las cosas. Lo hizo porque ustedes la empujaron a algo que ella nunca eligió del todo.

Francisco golpeó la mesa con la palma abierta. No con violencia, pero con la fuerza de quien siente que todo se le escapa.

—¡No me hables como si no supiera lo que hice! ¡Era mi hija, intentaba protegerla! ¡Creí que ese matrimonio le daría estabilidad!

—¿A costa de qué, papá? —gritó Daniela, por fin—. ¿De mi libertad? ¿De mi felicidad? Yo obedecí porque te amaba… pero me rompí en el proceso.

Una figura apareció en la entrada del comedor. Mariana, la madre de Daniela, con los brazos cruzados y el rostro serio. Había escuchado todo.

—Eso es suficiente —dijo, con calma firme—. Ya hay suficiente culpa en esta familia como para seguir lanzándola como piedras.

Todos voltearon. Francisco quedó congelado. Mariana se acercó a su hija y le acarició el hombro.

—Francisco, creíste que podías protegerla con decisiones duras, pero no viste el daño. Y tú, hija, debiste confiar más… incluso cuando creíste que no podías.

Tomó una taza de la bandeja y suspiró.

—Ahora que lo importante está dicho… enfoquémonos en lo que viene. ¿Van a criar a esos niños juntos o cada uno por su lado? Eso es lo que importa ahora.

El silencio que volvió ya no era áspero. Era reflexivo. Daniela miró a Erick. Él asintió. Luego, ella habló.

—Cuando estemos listos para volver a Italia, regresaré. Por fin estoy haciendo lo que me apasiona allá. Estoy construyendo mi empresa.

Erick la miró sorprendido, pero también admirado.

—Aún no lo hemos hablado, pero si eso es lo que quieres, encontraremos la forma de hacerlo funcionar.

Francisco frunció el ceño.

—¿Italia? ¿Vas a llevarte a mis nietos al otro lado del mundo?

Daniela sostuvo su mirada con firmeza.

—No me los voy a llevar. Quiero que estén con su padre. Y si él lo desea, puede venir con nosotros. Si no… tendremos que encontrar la manera de que sepan que tienen dos hogares.

Erick asintió, conmovido.

—Yo solo quiero estar con ellos. No importa el país, el idioma o las horas de vuelo. Si me dejan ser parte de sus vidas… estaré donde tenga que estar.

Mariana asintió. Francisco se levantó y miró por la ventana. Su voz, al volver, fue más baja.

—No me gusta, Daniela. Pero tampoco voy a detenerte. Solo prométeme que no me ocultarás nada más.

—Te lo prometo, papá —dijo ella, con un nudo en la garganta.

Francisco se giró hacia Erick.

—Y usted… más le vale estar a la altura. No por ella. Por esos niños. No quiero que algún día se pregunten dónde estaba su padre.

Erick se puso de pie.

—No lo harán. Nunca les daré motivos para dudarlo.

Francisco asintió con un gesto breve. Se dirigió a la cafetera y, con tono más relajado, dijo:

—Bien. Si van a criar gemelos… será mejor que empiecen con otra taza de café. Lo que viene no será nada fácil.

Daniela sonrió. Por primera vez, su sonrisa no era un disfraz. Era real. Porque, pese a todo, estaban empezando a sanar.

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Lermis Flores
Éste capítulo hermoso me ha conmovido tanto!!
Lermis Flores
Jajaja, quieren nacer en el País de sus padres!
Mirian Mendoza Gutierrez
felicidades autora muy bonita historia. bendiciones
Mirian Mendoza Gutierrez
hermoso capitulo
Tere Jimenez
gracias por compartir
Tere Jimenez
muy bonita historia muchas felicidades y bendiciones sabiduría y entendimiento para seguir escribiendo tan hermoso y compartir con nosotros felicidades estuvo increíble
Tere Jimenez
ojalá y ya lo dejen quedarse ahí
Tere Jimenez
que hermoso
Tere Jimenez
anoche estuvieron juntos según recuerdo
Tere Jimenez
muy interesante el capítulo
Tere Jimenez
muy pagados de si mismo los padres de el
Tere Jimenez
muy fuerte decisión la que tomaron
Tere Jimenez
que bonito capitulo
Tere Jimenez
que difícil situación convivir así por las criaturas
Tere Jimenez
ojalá y se lo lleve
Tere Jimenez
si muy cierto tal vez en el pasado nos sentimos los dueños del mundo pero tenemos que ser humildes
Tere Jimenez
que hermoso capitulo
Tere Jimenez
si muy hermosa novela
Tere Jimenez
que hermoso capitulo
Tere Jimenez
ésos bebés quiere llegar antes de tiempo
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