La fe y la esperanza pueden cruzar las barreras del tiempo y del mismo amor , para mostrarnos que es posible ser felices , con la voluntad de Dios
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El Susurro del Viento
La luz del día se desvanecía lentamente, cediendo su lugar a un crepúsculo dorado que iluminaba la habitación con una suavidad casi mágica. El aire estaba impregnado de fragancias familiares: la madera de la chimenea, el aroma del café recién hecho y, a veces, un ligero toque de hierbas del jardín que ella cultivaba con tanto esmero.
Los niños, cansados de correr, se habían acomodado en el suelo, formando un semicírculo alrededor de sus abuelos, ansiosos por escuchar historias que parecían tener el poder de transportarlos a mundos lejanos. Klaus sonrió al ver sus caras iluminadas por la luz del fuego, un reflejo de su propia niñez.
– ¿Cuántas historias conoces, abuelo? – preguntó uno de los más pequeños, con los ojos llenos de curiosidad.
– Muchas, querido – respondió él, su voz resonando como un eco de tiempos pasados. – Pero cada una tiene un significado especial. Las historias son como el viento, llevan consigo recuerdos y sueños.
Mirian lo miró con complicidad, sabiendo que este era el momento perfecto para compartir una de sus historias más queridas.
– ¿Quieres escuchar sobre el día en que conocí a tu abuelo? – preguntó ella, despertando la atención de los niños.
Los pequeños asintieron entusiasmados, sus rostros brillando de expectativa.
– Era una tarde de primavera, hace muchos años – comenzó ella, su voz llena de nostalgia. – El sol brillaba intensamente, y el aire estaba lleno del canto de los pájaros. Yo era solo una niña, con grandes sueños y esperanzas, aunque también con la carga de la pobreza.
Mientras narraba, las llamas de la chimenea parecían danzar al compás de sus palabras.
– Estaba en el mercado, vendiendo flores que había recogido de nuestro jardín. De repente, un joven se acercó. Era él, el hijo del duque. Recuerdo su porte orgulloso y su mirada segura. Al principio, me asusté. ¿Por qué un noble se interesaría en una simple vendedora de flores?
Los niños se acercaron más, embelesados por la historia.
– Pero, a pesar de su nobleza, vi en sus ojos una curiosidad genuina. Se detuvo, olfateó las flores y me preguntó sobre ellas. Nunca olvidaré lo que sentí en ese momento; era como si el tiempo se detuviera.
Él sonrió, recordando el día en que se habían cruzado sus caminos. Las memorias de aquel primer encuentro llenaban su corazón de alegría.
– A medida que ella hablaba, yo no podía apartar la mirada de su sonrisa – dijo él, interviniendo en la historia con su propia voz. – La manera en que sus ojos brillaban me hizo olvidar mi linaje, mis riquezas. Solo quería conocerla, entender su mundo.
La abuela continuó, relatando cómo, a pesar de las miradas críticas de los demás, su amor floreció.
– Nos encontramos en secreto, compartimos risas, sueños y miedos. Aprendí que el amor no conoce barreras, que la verdadera riqueza se encuentra en el corazón.
Los niños, fascinados, comenzaron a imaginar la historia en su mente, llenando los espacios en blanco con colores vibrantes.
– Y así, un día, decidimos enfrentar al mundo juntos – concluyó ella. – No fue fácil, pero con cada desafío, nuestro amor creció más fuerte. Al final, descubrimos que el amor era el mayor tesoro de todos.
El ambiente se llenó de un silencio profundo, como si la sala misma estuviera meditando sobre la fuerza de esa historia. La chimenea crepitaba suavemente, acompañando el murmullo del viento que soplaba afuera, como si también estuviera recordando momentos pasados.
– Abuelo, ¿y qué pasó después? – preguntó uno de los niños, sus ojos brillando con la emoción de la aventura.
Él miró a su esposa, y ella asintió, compartiendo una sonrisa cómplice.
– Después, comenzaron a llegar más historias. Historias de viajes, de sueños cumplidos, de lágrimas y risas. Pero, sobre todo, historias de amor, de familia y de esperanza – respondió él, con una voz llena de sabiduría.
Los nietos, cansados pero felices, se acomodaron en el suelo, sintiéndose abrazados por la calidez del fuego y el amor de sus abuelos. Mientras el viento susurraba suavemente a través de las ventanas, el capítulo de su vida seguía escribiéndose, enriquecido por el amor y los recuerdos compartidos