En un mundo de lujos y secretos,Adeline toma el único trabajo que pudo encontrar para salir adelante: trabaja en un exclusivo bar para millonarios, sirviendo bebidas y entreteniendo a la clientela con su presencia y encanto. Aunque el ambiente opulento y las miradas de los clientes la incomodan, su necesidad de estabilidad económica la obliga a seguir.
Una noche, mientras intenta pasar desapercibida, un hombre misterioso le deja una desproporcionada cantidad de dinero como propina. Atraída por la intriga y por una intuición que no puede ignorar, Adeline a pesar de que aun no tenia el dinero que necesitaba decide permanecer en el trabajo para descubrir quién es realmente este extraño benefactor y qué intenciones tiene. Así, se verá atrapada en un juego de intrigas, secretos y deseos ocultos, donde cada paso la llevará más cerca de descubrir algo que cambiará su vida para siempre.
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Cap 2
Al entrar al bar, el ambiente de lujo y exceso me envuelve una vez más. Otra día más aquí, y aunque ya conozco mejor los procedimientos, la ansiedad sigue presente. Me preparo mentalmente para otra noche larga y desafiante.
Carla me recibe con una sonrisa alentadora.
—Hola, Adeline. ¿Lista para una noche intensa? —pregunta con un tono amistoso.
—Eh sí, lista —respondo, tratando de proyectar más confianza de la que siento.
Me dirijo al vestuario y me cambio rápidamente. Me pongo el uniforme ajustado y los tacones, y me miro en el espejo. A pesar de la incomodidad, trato de encontrar seguridad en mi apariencia. Me recuerdo a mí misma por qué estoy aquí y qué está en juego.
Salgo al bar y empiezo a trabajar. Los primeros clientes comienzan a llegar, y el lugar se llena lentamente. Sirvo algunas bebidas, sonrío a los clientes y trato de mantener una actitud positiva. A pesar de las miradas y los comentarios inapropiados, sigo adelante.
La noche avanza y el bar se llena de gente. El ruido y la energía en el aire son casi palpables. Mientras sirvo una mesa, noto que el hombre solitario de las noches anteriores está allí de nuevo. Está sentado en la misma esquina, con el mismo aire de despreocupación, observándome con una intensidad que me desconcierta.
Intento concentrarme en mi trabajo, pero su presencia me afecta. Cada vez que miro en su dirección, lo encuentro observándome. Finalmente, decido no dejar que me intimide. Me acerco a su mesa con una sonrisa profesional.
—Buenas noches. ¿Qué le gustaría beber hoy? —pregunto, tratando de sonar amigable pero distante.
—Un whisky, por favor —responde con voz tranquila. Sus ojos no se apartan de los míos.
Asiento y me dirijo al bar para preparar su bebida. Mientras lo hago, no puedo evitar sentirme inquieta. ¿Qué quiere de mí? ¿Por qué siempre está solo y observándome? Vuelvo a su mesa y le entrego el whisky.
—Aquí tiene. Si necesita algo más, estaré cerca —digo, tratando de mantener la compostura.
—Gracias, Adeline —responde. Me sorprende que sepa mi nombre, pero no digo nada. Asiento y me alejo, sintiendo su mirada en mi espalda.
La noche sigue su curso y trato de evitar mirar en su dirección. Me concentro en atender a otros clientes, sirviendo bebidas y sonriendo a pesar de la incomodidad. Carla me observa de vez en cuando y me da señales de ánimo.
Durante un momento de calma, Carla se acerca a mí.
—¿Todo bien? —pregunta, notando mi tensión.
—Sí, solo... ese hombre en la esquina. Me pone nerviosa —admito.
—¿El que siempre está solo? No te preocupes por él. Es un cliente regular, pero nunca ha causado problemas. Solo asegúrate de mantener la distancia si te sientes incómoda —aconseja Carla.
Agradezco su consejo y trato de seguir trabajando sin dejar que él me afecte. Sin embargo, su presencia sigue siendo una sombra constante en mi mente.
Hacia la mitad de la noche, el bar está lleno de clientes que ríen, beben y conversan. La música suena alta y el ambiente está cargado de energía. Carla se acerca de nuevo y me da una noticia inesperada.
—Adeline, esta noche tendrás una tarea especial. Hay un cliente importante en la sección VIP, y quiero que trabajes con Laura para atenderlo. Es una buena oportunidad para aprender a lidiar con este tipo de clientes —dice Carla.
Me siento nerviosa pero también emocionada.
—¿Quién es este cliente? —pregunto.
—Es un hombre muy influyente. Nadie aquí ha visto su rostro, siempre envía a su mano derecha para hacer todos los pedidos y las transacciones.
—Esta bien.
Me dirijo a la sección VIP con Laura, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Laura me da algunas indicaciones rápidas sobre cómo comportarme y qué esperar.
—Siempre sigue las instrucciones que te den. No hagas preguntas innecesarias y asegúrate de que todo esté perfecto —me dice Laura.
Asiento, tratando de asimilar toda la información. Entramos en la lujosa sala VIP y allí está el hombre solitario, acompañado por otros hombres trajeados. No hay señales del cliente misterioso.
El hombre solitario me mira y asiente levemente en reconocimiento.
—Buenas noches. Esta noche estaremos aquí por un buen rato. Asegúrense de que todo esté a la altura —dice con voz firme.
—Por supuesto —respondo, tratando de mantener la compostura—. ¿Puedo traerles algo para comenzar?
El hombre solitario da algunas órdenes y Laura y yo nos ponemos a trabajar. A medida que la noche avanza, sigo las instrucciones al pie de la letra, asegurándome de que todo esté perfecto. El hombre solitario me observa de cerca, pero no hace nada para incomodarme.
Durante un momento de calma, no puedo evitar preguntarle a Laura.
—¿Por qué crees que este cliente nunca se deja ver? ¿Por qué siempre envía a su mano derecha? —pregunto en voz baja.
Laura me mira pensativa.
—Hay muchos rumores, pero nadie sabe la verdad. Algunos dicen que es por seguridad, otros que prefiere mantener el misterio. Lo importante es que hagamos bien nuestro trabajo y no hagamos preguntas —responde.
Asiento, tratando de no pensar demasiado en ello. Sigo atendiendo a los clientes, asegurándome de que todo esté perfecto. La noche avanza lentamente y el ambiente en la sala VIP es tenso pero controlado.
Finalmente, después de varias horas, el hombre solitario se levanta y se dirige hacia la salida. Antes de irse, se detiene a hablar conmigo de nuevo.
—Gracias por tu excelente servicio esta noche. Hiciste un buen trabajo —dice con una leve sonrisa.
—Gracias —respondo, sintiéndome aliviada de que no haya hecho ningún gesto extraño—. Que tenga una buena noche también.
Él asiente y se va, dejándome con una sensación de intriga y alivio. No sé qué pensar de él, pero al menos esta vez no hizo nada que me incomodara.
Cuando la noche llega a su fin, Carla se acerca a mí mientras estamos limpiando.
—Vi que ese hombre te habló de nuevo. ¿Todo bien? —pregunta con una sonrisa.
—Sí, todo bien. Solo me agradeció por el servicio —respondo.
Carla asiente.
—Me alegra escuchar eso. Sigue así y te irás acostumbrando. Hoy hiciste un gran trabajo, Adeline.
Termino de limpiar y me cambio rápidamente en el vestuario. Cuando salgo del bar, la noche es fresca y tranquila. El aire frío me ayuda a despejar la mente mientras camino hacia casa.
Llego a casa y encuentro a mi tía Marta dormida. La preocupación me invade de nuevo. ¿Cuánto tiempo más podrá resistir sin el tratamiento adecuado? Tengo que hacer todo lo posible para asegurarme de que reciba los medicamentos que necesita.
Camino hacia la cocina con pasos lentos, sintiendo el cansancio de la jornada en cada músculo. La tenue luz de la lámpara en la sala apenas ilumina el camino, pero ya conozco cada rincón de esta casa. Abro la nevera y saco algunos ingredientes. No tengo mucha hambre, pero sé que debo comer algo.
Preparo un sándwich simple, el sonido del cuchillo cortando el pan y el leve crujido de la lechuga son lo único que rompe el silencio. Me sirvo un vaso de agua y me dirijo al comedor. Me siento en la mesa y empiezo a comer, dejando que el sabor familiar me reconforte un poco.
Saco mi teléfono del bolsillo y lo miro un momento. Mario, mi novio, no me ha llamado en todo el día. No es que me sorprenda; nuestra relación se ha convertido en algo rutinario, casi una costumbre. No hay pasión, no hay emoción, solo una especie de obligación mutua de mantenernos en contacto.
Decido llamarlo yo. Marco su número y espero a que conteste. Al tercer timbrazo, escucho su voz al otro lado de la línea.
—Hola, Adeline —dice con voz suave.
—Hola, Mario. ¿Cómo estás? —respondo, tratando de sonar más animada de lo que realmente me siento.
—Bien, todo bien. ¿Y tú? —pregunta, aunque su tono sugiere que realmente no le importa la respuesta.
—También bien. Solo cansada del trabajo —digo, intentando mantener la conversación ligera.
Hay un breve silencio antes de que Mario hable de nuevo.
—Adeline, ¿dónde estás trabajando exactamente? Me tienes preocupado con tanto misterio. Nunca me dices nada claro —dice, con un tono que mezcla curiosidad y preocupación.
Siento un nudo en el estómago. Sabía que esta pregunta llegaría tarde o temprano, pero no estoy lista para enfrentarla. Respiro hondo antes de responder.
—Mario, es complicado. No quiero hablar de eso ahora. Te prometo que te lo contaré cuando sea el momento adecuado —digo, tratando de sonar convincente.
—Adeline, llevamos tiempo juntos. No entiendo por qué tantos secretos. ¿Es algo ilegal? —pregunta, su tono se vuelve un poco más serio.
—No, no es ilegal. Solo... no es fácil de explicar. Necesito tiempo —respondo, sintiendo la presión aumentar.
—Está bien. Te daré tiempo, pero espero que pronto me lo digas. No quiero que haya secretos entre nosotros —dice, aunque su tono indica que no está del todo satisfecho con mi respuesta.
—Lo entiendo. Gracias por comprender —respondo, aunque sé que nuestra conversación no ha resuelto nada.
Hay un breve silencio antes de que decida cambiar de tema.
—Bueno, ¿y tú? ¿Cómo te ha ido en el trabajo? —pregunto, tratando de desviar la atención de mí.
—Bien, luego de salir fui con mis amigos a beber.—responde, y la conversación se desliza hacia temas más superficiales.
Hablamos unos minutos más antes de despedirnos. Cuelgo el teléfono y me quedo mirando la pantalla en silencio. Me siento atrapada entre la necesidad de proteger a mi tía y mi deseo de ser honesta con Mario. Pero no puedo contarle la verdad, no todavía. No estoy lista para enfrentar su juicio, su posible decepción.