En el antiguo jardín de la mansión, la mesa de té estaba meticulosamente dispuesta para dos, mientras el sol de la tarde bañaba el escenario con suavidad. El hombre, impecable en su apariencia pero distante en su mirada, apenas prestaba atención a la dama frente a él. Sus cabellos rubios danzaban con la brisa, pero su expresión reflejaba tristeza y resignación. Con voz serena pero cargada de pesar, ella deslizó un documento sobre la mesa, diciendo: "Espero que encuentre a alguien que lo ame en la medida en que usted no lo considere una molestia."
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Capitulo 2
La majestuosa mesa del comedor de la mansión Beamount estaba decorada con elegancia, cubierta por un mantel blanco y rodeada de sillas tapizadas en terciopelo rojo. Las velas parpadeaban en candelabros de oro, esparciendo una luz suave por la estancia.
El Duque Lucian Beamount, un hombre de aspecto serio y dominante, hizo su entrada en la sala. Su cabello rubio, perfectamente peinado, y sus ojos verdes resaltaban su presencia imponente. Vestía un traje oscuro que enfatizaba su figura esbelta y su porte noble.
Al mirar alrededor, notó la ausencia de Edith. Aunque le pareció extraño, no le importó en lo más mínimo. Para él, la presencia de Edith en la mansión era más una cuestión de deber y formalidad que un deseo personal. Siguió su camino hacia la mesa, donde algunos sirvientes aguardaban para atenderlo.
Lucian se sentó con la seguridad de quien está acostumbrado a que todo se desarrolle según sus términos.
Edith entró con discreción en la majestuosa sala del comedor, su vestido se mecía con gracia al compás de sus pasos, la luz de las velas resaltaba su belleza, pero también revelaba la tensión en su rostro.
Al llegar a la mesa, se detuvo junto al asiento que le correspondía, frente al imponente Duque Lucian. Su mirada se encontró con la fría mirada de él, que la recriminaba silenciosamente por su tardanza.
- Edith: Lamento la tardanza.
Sus palabras fueron cortas y directas, sin buscar excusas ni justificaciones. No intentó ser excesivamente complaciente ni buscar el perdón de Lucian. Simplemente, reconoció su falta de modales y ofreció una disculpa sincera.
Lucian la observó con una mezcla de desdén y autoridad, pero no dijo nada más.
Durante la cena, Edith decidió romper el silencio incómodo que envolvía la mesa y dirigirse a Lucian con una pregunta aparentemente inocente.
- Edith: ¿Cómo ha sido tu día, Lucian?
Su voz sonaba tranquila, aunque por dentro sentía una mezcla de ansiedad y resignación. Sabía que las interacciones con Lucian solían ser frías y distantes, pero aún así, algo en ella anhelaba un atisbo de conexión, incluso después de cinco años de desilusión.
La respuesta de Lucian fue breve y cortante, apenas una murmuración sin dedicarle siquiera una mirada. Edith sintió un pinchazo de decepción en su corazón, como si cada palabra áspera fuera un recordatorio de la distancia emocional que los separaba.
- Lucian: Fue como cualquier otro día.
Las palabras resonaron en la sala como un eco desagradable. Edith, sintiendo el peso de la respuesta helada, se recriminó a sí misma internamente.
- Edith: [¿Qué pretendía? ¿Acaso esperaba un trato diferente al habitual?]
Después de cinco años, debería estar segura de que nada cambiaría, se lamentó por herirse a sí misma guardando falsas esperanzas, por permitirse creer en la posibilidad de que algún día, tal vez, pudiera encontrar un destello de humanidad en el corazón frío del Duque Lucian Beamount.
Edith, sintiendo el peso de la frialdad de Lucian y la carga emocional acumulada, decidió retirarse antes de terminar su cena. Se levantó con elegancia, apenas perturbando el silencio de la majestuosa sala del comedor. Lucian, aunque mantenía su mirada en su plato, encontró sorprendente que ella cometiera dos faltas de modales en una sola cena, llegar tarde e irse antes de terminar.
Mientras Edith abandonaba la sala, Lucian levantó la vista brevemente, observando su figura alejándose. Un destello fugaz de incredulidad cruzó su rostro ante la audacia de su acción, algo que rara vez experimentaba de parte de Edith. Lucian, acostumbrado a mantener el control en cualquier situación, se sentía desconcertado por la forma en que Edith había desafiado sutilmente las normas establecidas.
Una vez sola en el pasillo, Edith se detuvo junto a un pilar, sintiendo que el peso del mundo descansaba sobre sus hombros. Las lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos, una mezcla de frustración, tristeza y agotamiento la embargaba.
Se apoyó contra el pilar, buscando desesperadamente un respiro en medio de la tormenta emocional que la consumía. Aquella vida de apariencias y deberes la estaba volviendo loca, y ya no podía soportarlo más.
Las lágrimas que había estado conteniendo finalmente escaparon, rodando por sus mejillas como testigos mudos de su dolor. Se culpaba a sí misma una y otra vez por haberse enamorado de un hombre tan frío como el hielo, uno cuya indiferencia la estaba destrozando lentamente.
- Edith: ¿Cómo fui tan estúpida para creerme capaz de cambiar el corazón de este hombre?
Murmuró entre sollozos, sintiendo el peso abrumador de su propia ingenuidad.
La perspectiva de que el resto de sus días fueran así, sumidos en la frialdad de Lucian, le generaba una repulsión profunda. Edith se reconoció a sí misma como débil y emocional, sabía que no podía cambiar esa parte de ella y que, por ello, la indiferencia de Lucian la afectaba de manera tan intensa.
Con el dorso de su mano secó sus lágrimas y retomo su camino hacia su habitación.
Después de terminar su cena, Lucian, como de costumbre, regresó a su oficina para continuar con su trabajo. Sin embargo, algo parecía perturbarle más de lo habitual esa noche. Decidió tomar una acción inusual y mandó llamar a la doncella que atendía a Edith.
La mujer, temerosa ante la imponente presencia del Duque, se presentó ante él con nerviosismo. Lucian la observó con seriedad antes de dirigirle la palabra.
- Lucian: ¿Acaso la señorita Edith está enferma?
La doncella abrió la boca con sorpresa, no acostumbrada a que el Duque mostrara interés alguno por la salud de Edith. Antes de que pudiera responder, Lucian frunció el ceño, impaciente.
- Lucian: ¿Debo repetir la pregunta?
La doncella balbuceó algunas palabras, tratando de encontrar una respuesta adecuada.
- Doncella: Y-yo... no creo que esté enferma, mi señor.
La respuesta ambigua no satisfizo a Lucian, quien se sintió molesto por la falta de claridad.
- Lucian: Si no lo sabes con certeza, entonces no sirve de nada su atención. ¿Qué clase de servicio está prestando a la Señorita para no darse cuenta de su estado de salud?
La doncella, temblando ante la autoridad del Duque, bajó la cabeza y se disculpó, prometiendo prestar más atención a partir de ese momento.
- Doncella: Lo siento mucho, mi señor. Prometo estar más atenta.
Lucian, enojado por la respuesta de la doncella, le ordenó que se retirara con un gesto brusco de la mano, dejando en claro su descontento ante la falta de diligencia en el servicio hacia Edith.
Después de la advertencia a la doncella, Lucian se retiró a su despacho, pero una pregunta empezó a rondar su mente con insistencia: "¿No hubiera sido más sencillo preguntarle directamente a Edith cómo se encontraba?".
Un deje de inusualidad en el comportamiento de Edith lo hizo cuestionarse por un breve instante. Chasqueó la lengua con desdén, murmurando para sí mismo que estaba perdiendo el tiempo pensando en asuntos tan irrelevantes.
- Lucian: [si se siente mal llamará a un médico]
Lucian, acostumbrado a mantener un control estricto sobre sus emociones, descartó la idea de preocuparse por el bienestar de Edith como algo absurdo. Sin embargo, esa chispa momentánea de duda quedó suspendida en el aire, aunque Lucian se esforzó por ahogarla con la frialdad que lo caracterizaba.
Qué pasó con el Duque? Eso ya no lo dices en la historia, me gustaría saber🤔
me encanto al principio mucha descripción y alargue para describir las situaciones per después exelente