Después de una larga y feliz amistad llega un penoso y accidentado matrimonio para terminar en un frío y amargo divorcio
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Lazos
Isabella se quedó de pie frente a la puerta, el mayordomo llegó a su encuentro, la quiso saludar pero ella negó con la cabeza para que él hombre no pronunciará palabra alguna.
Dio pasos en su dirección, al pasar a su lado le dijo en voz baja.
— Avisa al Señor que la cena está lista...no le digas que estuve aquí– una voz tan delgada, casi audible salió de sus labios en un – por favor.
— Si, señora...¿se encuentra bien? – preguntó el mayordomo preocupado, el rostro de Isabella era pálido.
— Estoy bien, solo un poco de dolor de cabeza– Bella intentó parecer tranquila, le dio una sonrisa al mayordomo para tranquilizar su ánimo.
Lo único que vio el mayordomo fue una triste sonrisa de dolor simulado.
— ¿Le envío algún medicamento? – se apresuró a responder el mayordomo.
— No, este dolor no se quita con ningún medicamento, solo haz lo que te pedí, por favor.
Bella comenzó a caminar sobre sus pasos, fue al comedor donde espero algunos minutos el arribo de Massimilano, mientras esperaba, quiso tomar una copa de vino, pero en cuanto el olor añejo llegó a su nariz sintió náuseas y se apresuro a ir al baño más cercano.
Sintió que sus intestinos querían salir por su boca, después de unos minutos su estómago se tranquilizó y pudo lavarse la cara y la boca con agua fría.
Se secó y nuevamente se dirigió al comedor, donde ya estaba Massimiliano esperando por ella.
En cuanto escuchó sus tacones entrar por la enorme puerta él levantó la vista.
— Estás pálida, ¿ te sientes mal? – le dijo Massimilano de forma casual
— No, solo hace un poco de calor aquí – respondió Bella en tono aburrido.
El mayordomo abrió la silla y Bella tomo asiento.
— Revisen el termostato, bajen la temperatura – dio órdenes Massimiliano al mayordomo.
— Si, señor, de inmediato.
Las sirvientas rápidamente colocaron varios platos sobre la mesa, Massimiliano comenzó a comer sin volver a dirigir ni una mirada a Bella que estaba frente a él y que no había tocado los alimentos sobre la mesa.
Después de varios minutos de contemplar la comida y que nada le apetecía, Bella llamó a una de las sirvientas.
— Recoge todo esto, solo quiero una ensalada verde y un poco de té, por favor.
Massimiliano vio el semblante de Bella, los platos sin tocar, aún así no le pregunto nuevamente si algo le sucedía.
Solo continúo con su cena como si nada a su alrededor pudiera arruinar su apetito.
Después de un largo silencio y después de que Bella solo picoteo la ensalada, por fin ella levantó la vista y se dirigió a Massimiliano.
— Escuché que Eloísa está de regreso ¿ no hay una invitación a su recepción?
— La hay...– respondió cortante.
— ¿Cuándo pensabas decírmelo?
— Estoy pensando en que no es buena idea asistir.
— Sabes que su padre es un accionista de la empresa, tenemos que ir.
— Lo sé muy bien, no tienes que recordármelo.
— Max...– lo llamó Bella.
Hasta ese momento Massimiliano seguía con la vista clavada en la porción de carne a medio cocer que tenía frente a él, en ningún momento de la charla Massimiliano miró a Isabella, no quería ver su rostro lleno de dolor o incertidumbre.
— Necesito que me digas si el regreso de Eloísa afecta en algo nuestra relación.
Massimiliano estaba intentando escapar de una situación incómoda, él más que nadie sabía que aún recordaba con afecto a Eloísa, en especial después de que ella se le entregó días antes de su partida.
— Te lo dije cuando nos casamos, ¿no lo recuerdas?
A la mente de Bella llegó el recuerdo de hace seis años, cuando ella era la mujer más feliz del mundo, su hermoso vestido blanco con algunos hilos de oro que hacían que brillará, lo atractivo que se veía Massimiliano en su traje de cola.
Cuando su padre la entrego en el altar, el rostro de Massimiliano era frío, se acercó a ella y le susurro al oído.
"No esperes amor, pero serás mi única mujer"
Esas palabras acabaron con la felicidad del momento, su corazón tembló y su estómago se contrajo, hizo uso de toda su inteligencia emocional y dibujo una sonrisa en sus labios temblorosos.
Después de eso, la ceremonia continúo, pero su felicidad se arruinó, fue un momento fugaz en su memoria, algo que deseaba olvidar, pero que por la actitud de Massimilano no podía hacerlo.
— Entonces, tenemos que presentarnos en la reunión.
— Si, es pasado mañana.
— Bien, entonces me retiro – Bella dejó la servilleta sobre la mesa y se levantó de su asiento sin volver a mirar a Massimiliano.
Él se hundió en sus sentimientos mientras miraba el asiento vacío de Isabella.
— Eloísa, Eloísa...– susurro mientras miraba el techo del amplio comedor.
Al día siguiente Isabella no sintió apetito, tenía el estómago revuelto, pensó que probablemente era por la situación que estaba viviendo, aún le dolía al corazón al ver que no había ninguna respuesta concisa de Massimiliano, pues si él no le pedía el divorcio para casarse con Eloísa tampoco estaba segura de que él no la tomará como amante.
Isabella trabajo todo el día, ella llevaba el departamento de contabilidad de la empresa, por lo que casi todo el día estaba en su oficina y solo por las noches llegaba a su casa y veía a Massimiliano.
El único momento en que ambos se veían era por la noche, la hora de la cena, era casi un ritual, después de eso pocas veces compartían habitación, su matrimonio era tan frío qu comenzaba a cuestionarse si esa ilusión de adolescente de casarse y vivir por siempre con Massimiliano seguía tan nítida como en ese entonces.
Mientras Isabella estaba hundida en sus pensamientos alguien tocó a la puerta.
— Bella, tienes tiempo para una charla.
La voz de su padre despertó a Bella de sus pensamientos.
— Si, si, adelante, pasa papá.
— Mi querida Bella, estás muy pálida, ese infame de Massimiliano te hace trabajar demasiado.
— No, no, para nada, trabajar me ayuda mucho.
— Dime querida ¿cómo están las cosas en casa?
— Como siempre papá, como siempre...
— Mi querida hija, yo solo quiero que seas feliz y si ese desgraciado no te hace feliz, simplemente déjalo.
— Papá, no digas eso, el divorcio no es tan sencillo.
— Mi bebé – el hombre de mediana edad abrazo a Bella–yo solo quiero que seas feliz.
— Lo soy papá, lo soy...— un pequeño sentimiento ácido paso por el corazón de Isabella, las mentiras eran corrosivas y ella mentía siempre sobre su feliz matrimonio.
— Tu rostro dice lo contrario, hija, eres una mujer hermosa, demasiado inteligente, astuta y carismática, deja a ese bastardo y busca quien te ame de verdad, no te acabes la vida al lado de alguien que no te valora.
— Creo que tienes razón – la voz de Bella se quebro y su cuerpo comenzó a estremecerse.
Geronimo Castelli abrazo a su hija, sabía del enorme sufrimiento que le había dado ese matrimonio sin amor.
— Lo único que quiere este estúpido padre es que mi única hija sea feliz, así que cualquier decisión que tomes yo te respaldare, lo sabes ¿cierto?
Las palabras que Bella quería decir no salieron de su garganta, solo podía llorar, vivir en desamor ya se había convertido en una carga, aún así se negaba a separarse de Massimiliano.