Una jovencita hija de uno de los mafiosos más grandes de Italia, nacida de su primer matrimonio y destinada como toda mujer nacida en la mafia a ser moneda de cambio, está comprometida con Reginald Fabrizi, a quien ama y adora.
Reginald Fabrizi Heredero de otra de las mafias de Italia, está enamorado como un loco de Fiorella Cappellari, hija de Francesco Cappellari, pero la envidia de la media hermana de Fiorella hará dudar a toda su familia, incluyendo a Reginald del amor de su amada.
La pobre Fiorella deberá ser fuerte y valiente para poder superar todo lo que le viene, la traición, intriga y la venganza rodeará a esta joven volviéndola capaz de hacer lo que sea para conseguir su venganza, habrá para esta mujer dañada la oportunidad de volver a amar.
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Pasado
En Italia hay una familia muy poderosa es la de los Cappellari, Francesco y Flora Rizzo de Cappellari son esposos, ella al igual que todas las mujeres del mundo de la mafia son casadas para crear sociedades y acabar guerras.
Francesco es un hombre, cruel, despiadado y muy temido en el bajo mundo, él se casó con su esposa por amor, pero ella en verdad amaba a otro hombre, esto hizo que su matrimonio fuera difícil y Francesco tuvieras muchas amantes, entre ellas Milena Di pisa.
Francesco tuvo hijos con esta mujer, sus pequeños hijos, Adrián, Luciano y una niña llamada Francesca él estaba muy feliz por eso, pero entonces su mujer también quedó embarazada de una niña, ahora tenía dos hijas en camino, si bien era cierto que flora no lo amaba al principio aprendió a hacerlo, pero su amante se encargaba de meter intriga entre ellos.
El hombre maltrató e insultó a su mujer en todo el embarazo las peleas no importaba que hiciera su esposa siempre discutía con ella.
Flora lloraba a mares por el maltrato de su esposo, solo por tiempo él la trataba bien y era cariñoso con ella hasta que su amante le envenenaba el alma y allí se acababa la tranquilidad de la pobre esposa.
Los meses pasaban y la mujer ya no podía con más, el sufrimiento era muy grande, ya no había amor cálido, solo malos tratos y gritos cuando llegaba ebrio.
—Donde estás zorra asquerosa, dónde te encuentras desgraciada, ah… ahí estás tú y esa bastarda. —Gritaba molesto cada vez que la veía.
—Otra vez estás tomando Francesco, hasta cuando vas a llegar así. —Dice con miedo la mujer.
—Cállate zorra asquerosa, seguro y esa bastarda es hija de tu amante, ese maldito lo sé, ya lo sé todo. —Dijo abofeteando a su esposa, la pobre se defendía, pero su corazón estaba envenenado, su vida era un infierno por culpa de Milena que solo quería deshacerse de flora.
—Basta Francesco, ella es nuestra pequeña, jamás te traiciona tía, por favor. —Suplicaba la pobre, pero él no le creía jamás lo hizo.
Los meses pasaba y ella optó por esconderse cuando él tomaba, no podía hablar con su familia porque él se lo tenía prohibido y al ver que su padre no le importaban sus sentimientos al casarla obligada decidió callar.
Flora le hacía muchas mantas a su pequeña y hasta le mando a hacer un collar con sus joyas mandó a hacer una cadenita de oro puro con un relicario que tenía un diamante en medio de color negro ese era de abuela y se lo regaló a ella y desde entonces lo mandó a hacer para dárselo a su hija era precioso.
La pobre mujer aguantó desplantes y malos tratos, aunque a veces les daba pequeños momentos de cariño, migajas que luego le costaban más rabias, los celos tenían a ese hombre loco y parecía sufrir bipolaridad por su manera de cambiar de temperamento.
El embarazo siguió y la niña por fin nació, la bebé era idéntica a su madre, Francesco estaba feliz y por unos meses trató mejor a su pobre esposa, ella también se dejó querer y amar por el hombre ella lo perdonó y por el bien de su hija siguió portándose cariñosa con él, pero su otra mujer también había dado a luz y la niña también era identifica a su madre, hermosa como ella.
El hombre estaba feliz, no solo sus mujeres habían dado a luz, sino también que eran niñas y en la mafia eso es poder, para hacer tratos y usarlas como moneda de cambio.
La felicidad de la esposa no duró mucho, ya que la amante de él se las ingenio para seguir envenenando el corazón de Francesco.
Durante siete años la mujer sufrió como siempre humillaciones y reproches, también él seguía con celos y su amante había sembrado la duda en el aunque igual quería a su hija, la pequeña Fiorella se había ganado el corazón de todos, aunque en su corazón la duda estaba sembrada por esa mala mujer.
Una horrible y trágica noche Francesco llegó a casa molesto luego de que su amante le entregará una supuesta prueba de paternidad, qué ella había hecho a espaldas de él y allí salía una horrible mentira y esa era que esa pequeña no era hija de él y él las corroboró días después al mandarlas a hacer de nuevo con uno de sus hombres.
Francesco llegó a su casa como demonio y entonces comenzó a insultar a su mujer.
El hombre tenía los ojos rojos de ira y no razonaba.
—Flora, dónde estás, maldita traidora donde estás. —Gritaba aquel hombre.
—Qué sucede amor, por qué estás así. —Preguntó la joven algo asustada.
—Eres una maldita, tú me traicionaste, esa bastarda no es mi hija. —Grito y ella negaba llorando, él le tiró las pruebas y ella solo intentaba decirle que eso era mentira.
—Amor, por favor, debes creerme, hazlas de nuevo, esas pruebas son mentira. —Gritó desconsolada.
—Maldita mentirosa. —Le lanzo dos pruebas más, aquella mala mujer había planeado con el hombre de confianza de Francesco manipular las otras dos pruebas que él mandó a hacer.
—Yo te amo y te juro que no miento. —El hombre tomó por el cuello a la mujer y la lanzo al suelo, la niña miraba todo desde la escalera y corrió a abrazar a su madre.
—Mamita, no me dejes, mami te amo. —Decía Fiorella.
—Mi bebé sé buena y valiente, recuerda que te amararé siempre, te amo mi niña—Gritaba ella.
El hombre arrastró a su mujer mientras esta lloraba aferrada a su hija, la saco de la mansión la subió al auto.
—Mi amor por favor que vas a hacer.
—Cállate desgraciada, aunque no es mi hija, la criaré igual para que me sirva de moneda más adelante, pero tú sí pagarás tu traición.
Por más que ella suplicó, el hombre no escuchó y entonces horas después llegó todo desaliñado a la mansión donde su hija lloraba como loca por su madre.
—Eres malo. —Gritó la pequeña.
—Y tú eres una bastarda. —Dijo y se fue a su despacho a tomar como desgraciado.