Cuando es tanto el sufrimiento que un hombre decide no amar, pero el destino le tenía preparado una mujer que le hace tambalear toda su estructura , que pasará , podrá ella romper sus barreras
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España , 1855.
En un pequeño pueblo del sur de España en una pequeña capilla, delante del altar había solo una joven pareja casándose, los padres de la novia y el chófer del novio, ningún invitado había en esa solitaria boda.
Sacerdote - Desea usted señor Franco García tomar por su esposa a la señorita Soledad Pérez Acuña para amarla y respetarla por el resto de su vida.
Franco- acepto.
Sacerdote - acepta usted señorita Soledad Pérez al señor Franco García como su esposo para amarlo y respetarlo por el resto de su vida.
Soledad - ...
Sacerdote- señorita debe responder la pregunta, acepta usted al señor Franco García.
Soledad -, "acepto".
Sacerdote - entonces en nombre de Dios los declaro marido y mujer, puede besar a su esposa.
Franco se acercó a soledad y le levanto el velo que cubría su rostro, al tenerla frente a él pudo ver un rostro muy diferente de la mujer que se imaginó, ella una mujer de tez blanca, pelo castaño y unos ojos llenos de lágrimas. Franco se acercó a ella y solo le dio un pequeño beso en el rostro el cual fue suficiente para notar aún más su nerviosismo.
Franco después le cedió su brazo a su ahora esposa y caminaron juntos hasta la entrada de la capilla donde se encontraba su carruaje.
Los padres de la novia no mostraron ningún gesto de afecto hacia ella. La madre solo le entrego una vieja maleta que subió ella misma al carruaje. En su interior Franco pensó que esto era muy extraño; ya que según el investigador la hija Soledad era la mayor adoración y consentida de sus padres, incluso tenía por eso mismo una actitud muy insolente hacia las demás personas y empleados, además de ser pretenciosa y de haber tenido muchos amores en secreto que por supuesto su familia negaba y era promovida en sociedad como una joven y pura señorita.
Franco subió al carruaje y Soledad se sentó a su lado y no hablaron ninguna palabra hasta llegar a la casa.
La casa era una gran mansión una de las más impresionantes de la zona, Franco solo había llegado a vivir en ella hace dos días por esto mismo todo era puro desorden y faltaban muchas cosas.
Franco- está será nuestra casa, llegué hace poco a vivir en ella, por lo tanto, todo está desordenado y no hay servidumbre que nos pueda atender.
Soledad - eso no es ningún problema no se preocupe señor.- Franco quedó más que asombrado con esta respuesta de su esposa.
Franco - sube la escalera ahí está la habitación donde te alojaras, yo subiré más tarde a verte.
Soledad subió su pobre maleta hacia la habitación designada, en ella había una gran cama, una mesa de noche a cada lado con candelabros de velas encima, una silla y un ropero. Al revisarlo vio que estaba llena de ropa de hombre que supuso que era de su esposo. Si todo fuese en otras circunstancias su esposo podría atraerle mucho, era alto, pelo castaño, un aire de mando y a su manera bien apuesto, pero tal como escucho la noche anterior, este hombre tenía fama de ser un vividor, de haber matado a muchas personas sin contemplación y de estar asociados a negocios sucios. A ella nada de eso le importo había llegado el día que había planeado por mucho tiempo, así que solo debía cumplir su triste destino y poner fin a tantos años de sufrimiento.