A contra tiempo pt. 3

Meave apretó los dientes, intentando enfocar la mirada a través del caos, el corazón martillándole en el pecho. Pax, por otro lado, permanecía estática, su expresión alternando entre sorpresa y confusión, como si una parte de ella comenzara a percibir lo absurdo de la situación. Ambas miraban con expectación, conteniendo la respiración mientras el disparo seguía arremetiendo con furia.

Meave apretó los dientes, intentando enfocar la mirada a través del caos, el corazón martillándole en el pecho. Pax, por otro lado, permanecía estática, su expresión alternando entre sorpresa y confusión, como si una parte de ella comenzara a percibir lo absurdo de la situación. Ambas miraban con expectación, conteniendo la respiración mientras el disparo seguía arremetiendo con furia.

Sin embargo, algo ocurrió antes de que la energía terminara de disiparse. De entre el centro del haz, donde el ataque era más intenso, surgió una silueta imponente que apenas podía distinguirse entre las sombras ardientes. Un rugido profundo y gutural retumbó en el aire, resonando como el eco de una bestia ancestral.

—¿Qué…? —Pax apenas pudo reaccionar cuando vio una sombra enorme abalanzarse hacia ella.

Del vórtice de luz emergió la forma de un oso, su figura completamente hecha de energía brillante, casi como si estuviera tallada de la misma luz que rodeaba a Leon. Su presencia era avasallante, majestuosa y brutal a la vez. Las garras del animal espectral se estiraron hacia Pax, y aunque no la atacaron directamente, la embistieron con una fuerza descomunal, derribándola al suelo como si fuera una hoja arrastrada por el viento.

—¡Agh! —exclamó Pax al caer, sintiendo cómo el impacto la dejaba temporalmente sin aire en los pulmones. El oso se posicionó sobre ella, con su peso invisible clavándola en el suelo e impidiéndole moverse.

Mientras tanto, la energía del disparo comenzó a disiparse lentamente, su fulgor violáceo siendo reemplazado por el brillo puro y resplandeciente del aura de Leon. Ahí estaba él, de pie en medio de la devastación, completamente intacto.

Su silueta emanaba poder y determinación, cubierta por su aura blanca que ahora parecía más intensa que nunca, como si se hubiera fortalecido tras resistir semejante ataque. Un leve vapor ascendía de sus brazos, la única señal visible de que había recibido el impacto. Los mechones de su cabello se agitaban suavemente con la brisa residual de la explosión, y sus ojos ardían con una intensidad feroz.

—¡Meave, no dejes que Pax se acerque! —gritó Leon con fuerza, su voz retumbando por el campo de batalla.

El grito fue suficiente para alertar al ser del bajo astral, que instintivamente trató de alejarse de Leon, retrocediendo con rapidez entre el polvo y los escombros. Pero Leon no le daría esa ventaja. Sus pies se impulsaron con fuerza, fracturando el suelo bajo él mientras lo alcanzaba en cuestión de segundos. —¡No vas a escapar! —bramó Leon.

Sin dar tregua, Leon concentró su energía y lanzó un potente haz de luz que resplandeció con una intensidad cegadora. La ráfaga avanzó como un rayo en línea recta, iluminando todo a su paso con un destello blanco. El ser logró esquivarlo con un ágil movimiento, pero no contaba con la velocidad de Leon que aprovechando la maniobra, el ser intentó sorprender a Leon desde un ángulo inesperado, lanzándose con todas sus extremidades extendidas y buscando golpearlo con ferocidad.

—Imbécil. —Leon dejó escapar la palabra en un tono seco y desdeñoso.

Con un movimiento preciso, Leon desvió el ataque del ser con un solo brazo, con una facilidad alarmante. Su otra mano se estiró rápidamente hacia el cuello de la criatura, atrapándolo con una fuerza brutal. La presión fue suficiente para que el ser soltara un sonido de angustia, pero Leon no se detuvo ahí: giró con todo su cuerpo para levantarlo del suelo y lo estampó contra la tierra con tal violencia que se formó un pequeño cráter bajo el cuerpo del monstruo. El impacto levantó una nueva ola de polvo y piedras que se expandió hacia los alrededores.

Leon se enderezó de inmediato, girando la cabeza para verificar la situación a lo lejos. Buscando a Meave con la mirada, quien estaba lidiando con Pax con gran dificultad, y en los portales oscuros que habían comenzado a materializarse por toda la zona. El aire alrededor de esos portales se ondulaba como un espejismo, y de ellos se filtraban entes y energía caótica, amenazando con desbordarse.

Mientras tanto, del otro lado del campo…

Uno de los portales se abrió cerca de Ariel y la chica a quien había estado protegiendo. El brillo azulado y oscuro de la grieta parecía pulsar, como un latido siniestro. Ariel, con el rostro cubierto de sangre y agotamiento reflejado en cada uno de sus movimientos, levantó la cabeza para observar la amenaza.

Temblando ligeramente, Ariel juntó las manos frente a su pecho y luego estiró los brazos hacia adelante. A pesar del dolor lacerante que recorría cada músculo y cada corte de su cuerpo, el onironauta logró erigir una barrera que se extendió en torno a la grieta. Un brillo verde y tenue comenzó a envolver el portal, reduciendo su influencia y conteniéndolo poco a poco.

—¡Vamos…! ¡Cierra! —exclamó Ariel, su voz entrecortada por el esfuerzo.

Pequeñas gotas de sangre caían al suelo desde su nariz, manchando los escombros bajo él. Aun así, Ariel no dejó de concentrarse, y con un último impulso de energía, encerró la mayoría de los portales menores en pequeñas barreras selladas, como jaulas de luz. Un suspiro escapó de sus labios mientras se tambaleaba, cayendo de rodillas.

—¿Estás… bien? —preguntó la chica con voz temblorosa, mientras una barrera se comenzaba levantar al rededor de ella.

Ariel apenas pudo asentir, limpiándose la sangre de los labios con el dorso de la mano. Su mirada, a pesar del cansancio, seguía atenta a los portales restantes.

Por otro lado, Leon continuaba su feroz enfrentamiento contra el ser del bajo astral. El terreno a su alrededor ya estaba destrozado, con grietas profundas y escombros dispersos por doquier. Cada choque resonaba con fuerza, el eco de sus golpes reverberando en la distancia. El ser, aunque claramente desgastado, seguía atacando con una ferocidad desesperada, combinando rápidos movimientos ofensivos con intentos de retroceder y ganar espacio.

Leon, sin embargo, no daba tregua. Su aura emanando con fuerza, y sus movimientos eran precisos y calculados. Cada vez que el ser intentaba alejarse, Leon lo alcanzaba antes de que pudiera recuperarse, devolviendo cada ataque con una brutalidad que hacía crujir los huesos del enemigo.

—La capacidad de regeneración que tienes es admirable, —dijo Leon con una voz firme mientras esquivaba con facilidad un golpe lanzado por el ser. En el mismo movimiento, giró sobre sí mismo y propinó una potente patada que lanzó al ser varios metros hacia atrás, chocando contra una formación de rocas que se desmoronaron con el impacto—. Pero, ¿qué tanto va a aguantar?

Leon estaba a punto de lanzarse nuevamente cuando, de repente, el aire a su alrededor cambió. Una serie de portales oscuros comenzaron a aparecer en toda la zona, rompiendo el ritmo del combate. Sus bordes brillaban con una energía antinatural y esto hizo que detuviera su avance y evaluara la situación. Observó los portales con atención, su mente trabajando rápidamente. "¿Él lo hizo? " pensó, refiriéndose al ser del bajo astral. Debe estar desesperado.

Decidido a no darle ventaja, Leon corrió a través de los portales, esquivando las distorsiones que aparecían a su paso. Sin embargo, mientras avanzaba, algo llamó su atención.

A lo lejos, más allá de uno de los portales, divisó una figura. Al principio era solo un contorno borroso, pero su presencia lo hizo detenerse en seco. Antes incluso de enfocarla por completo, una aura siniestra y abrumadora lo envolvió, como una ola de oscuridad que se infiltraba en sus sentidos.

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