El mundo Astral pt. 5

—¿La mitad de ella… dónde está? —susurró Leon, fijando la mirada en la ventana. El cuerpo de la chica aún permanecía allí, inmóvil, pero algo no cuadraba. Su respiración se detuvo por un momento cuando, en la periferia de su vista, notó a Pax avanzando hacia las sombras que se extendían como dedos alargados por el suelo.

—¡¡NO TE ACERQUES!! —gritó Leon con una urgencia que cortó el aire como un trueno.

El grito hizo que Meave reaccionara al instante. Sin dudarlo, corrió hacia Pax y la agarró del brazo con fuerza, sus ojos llenos de preocupación.

—Pax, ¡no! —dijo Meave, tirando de ella con un movimiento brusco. La arrastró hacia atrás, lejos de la inquietante penumbra que parecía vibrar con una energía hipnótica.

—¿Qué pasa? —preguntó Pax, su voz temblorosa, aunque su cuerpo parecía resistirse al agarre de Meave. Había algo en esas sombras que la llamaba, algo que no podía explicar, pero que sentía como una necesidad primaria.

Meave la sujetó más fuerte, sus ojos clavados en los de Pax.

—Sé que lo sientes. Esa atracción, esa tentación. Pero escúchame, es peligrosa. —Su voz era un susurro intenso, como si temiera que las sombras pudieran escucharla—. Te arrastrará a lugares oscuros de los que quizá no puedas regresar.

Leon, aún observando la ventana y el cuerpo de la chica, habló sin volverse, pero su tono era severo, casi autoritario.

—Es como un imán —explicó, sin apartar los ojos del peligro—. Te atrae hacia lo desconocido, hacia lo prohibido. A veces, si te acercas demasiado, te transporta allí, como si cayeras en una pesadilla.

Pax, todavía confundida pero sintiendo el peso de sus palabras, dejó de resistirse. Miró las sombras con una mezcla de temor y fascinación.

—Y una vez que estás ahí… —continuó Leon, girándose lentamente hacia ella—, es difícil escapar.

Meave asintió, sus ojos recorriendo la periferia de las sombras como si esperara que algo emergiera de ellas.

—Pueden tomar cualquier forma —añadió Meave con un tono sombrío—. Pueden ser voces familiares, caras queridas. Juegan contigo, manipulan tus emociones, te rompen desde dentro.

El ambiente estaba cargado de tensión. El silencio que siguió era casi ensordecedor, roto solo por el murmullo incesante de las sombras que parecían moverse con vida propia. Pax tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago mientras retrocedía un poco más, ahora completamente alerta al peligro que había estado ignorando.

Leon, volviendo a centrar su atención en la figura de la chica en la ventana, habló con frialdad.

—Esto no es un simple trabajo. Aquí hay algo más grande.

Pax se quedó mirando fijamente a Leon, su mente divagando y dudando de las palabras de él, la mente inundada de preguntas. “¿Eran tan peligrosos como decía Leon? ¿Acaso esas sombras eran las responsables de sus peores pesadillas? ¿Y si podía verse atrapada en ese mundo oscuro?” El miedo se arraigó en su interior, mezclándose con una extraña fascinación. Pero antes de que pudiera profundizar en sus pensamientos, la voz de Leon la sacó de su ensimismamiento.

—Solo la mitad de ella está aquí con nosotros. —Su tono era grave, sus ojos todavía fijos en el cuerpo inmóvil junto a la ventana—. Puede que esos entes estén utilizando a la más lúcida para manifestarse en el mundo físico o...

Un grito desgarrador interrumpió a Leon y todos se sobresaltaron, sus corazones latiendo a mil por hora. Leon fue el primero en reaccionar. En un abrir y cerrar de ojos, un abismo se había abierto en el suelo, tragándose a la chica. Con una agilidad sorprendente, Leon se lanzó hacia adelante, sus manos rozando el borde del agujero, pero fue demasiado tarde. La chica había desaparecido, arrastrada por una fuerza oscura e invisible.

—¡Mierda! —exclamó Ariel, estirando el brazo hacia el vacío, su intento por alcanzarla igualmente en vano.

—No la van a soltar fácilmente —dijo Meave, su voz teñida de un sombrío presagio mientras sus ojos seguían la oscuridad que se había llevado a la chica.

—¡En su cuarto! —gritó Leon, su voz cargada de urgencia—. ¡Ahí estaba la otra parte!

El rostro de Meave se volvió pálido al comprender las implicaciones de sus palabras, pero antes de que pudiera responder, Leon ya se había desvanecido. En un parpadeo, una estela de energía blanca vibrante marcó su recorrido, reapareciendo al instante frente a la ventana del cuarto de la casa.

Con un movimiento fulminante, Leon alzó su brazo, y un destello blanco rompió la ventana en miles de fragmentos que se dispersaron como estrellas fugaces. Dentro, la atmósfera era pesada, cargada de energía oscura que parecía adherirse a la piel. Allí estaba, la otra mitad de la chica, atrapada en un letargo inquietante.

Sin perder tiempo, Leon avanzó y tomó a la chica por el cuello de la camisa. Con una fuerza calculada, la alzó y la lanzó al aire fuera del cuarto. Un leve gemido de sorpresa escapó de los labios de la joven mientras su cuerpo era arrastrado hacia la libertad.

Meave, con un grito ahogado, extendió sus manos, y de sus dedos brotaron hilos como seda roja que se desplegaron en el aire, envolviendo a la chica en un capullo protector. Los hilos vibraban con una rojiza luz tenue.

—¡Ariel, una barrera! —gritó Meave con urgencia, su voz rompiendo el trance en el que Ariel parecía estar atrapado.

El joven reaccionó rápidamente, juntando sus manos con un aplauso seco que resonó en el aire. De inmediato, una luz plateada comenzó a emanar de sus palmas, formando un anillo brillante que se expandió a su alrededor.

—¿¡Qué está pasando!? —preguntó Pax, su tono apresurado, la confusión escrita en cada palabra mientras sus ojos intentaban procesar lo que sucedía.

Meave la ignoró por un momento, enfocada en la inminente amenaza. —¡Ariel! ¿Puedes contactar a Coralie? —dijo apresuradamente, sus ojos fijos en el horizonte, donde una ominosa oscuridad comenzaba a tomar forma.

Ariel frunció el ceño, la tensión palpable en su rostro mientras respondía: —No puedo hacerlo tan cerca de esta energía. Está cortando mi vínculo.

—Entonces vete. Busca un lugar más seguro desde donde puedas hacerlo. Nosotros nos encargaremos aquí.

Ariel vaciló un momento, su mirada pasando de Meave a Leon, y finalmente a Pax, quien seguía observando todo con creciente incertidumbre. —¿Qué hay de ellas? —preguntó, señalando hacia la chica dentro del capullo de seda y a Pax.

—¡Crea una barrera para proteger a la chica! —respondió Meave con firmeza, sus ojos brillando con determinación—. Pax despertará.

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