A contra tiempo pt. 2

Leon, con su mirada fija en ella, no respondió de inmediato. Sabía lo que venía. Conocía esa expresión que Pax llevaba en su rostro. Sus labios intentaban formar una sonrisa desafiante, una máscara desesperada para esconder lo que realmente sentía. Pero Leon podía verlo: sus ojos comenzaban a brillar con lágrimas no derramadas, y el temblor sutil en sus manos delataba su lucha interna. Era una sonrisa rota, un intento fracasado de demostrar que seguía siendo fuerte.

Mientras tanto, el ser del bajo astral gruñó, intentando levantarse entre escombros y polvo, su cuerpo mutilado temblando bajo el peso de su dolor y la magia de Leon. Pero él, sin apartar la mirada de Pax, lo lanzó a un lado con un gesto seco, como si fuera un simple obstáculo más. El cuerpo del monstruo salió despedido varios metros, estrellándose contra una pila de rocas y levantando una nube de escombros que resonó en el silencio opresivo del campo de batalla.

—Pax… —Leon murmuró su nombre en voz baja, como si quisiera alcanzarla a través del trance. Pero Pax no le dio tiempo.

Con una repentina rapidez feroz, Pax avanzó hacia él, sus movimientos cargados de ira y desesperación. La velocidad con la que se acercaba era impresionante; su cabello rubio ondeaba en el aire, y el brillo anaranjado del escudo que portaba intensificaba su imagen, dándole la apariencia de un meteoro dispuesto a arrasar con todo a su paso.

Pero Leon no se precipitó. Su expresión permaneció impasible, aunque en el fondo, una sombra de tristeza pasó por sus ojos.

El tiempo pareció ralentizarse cuando Pax estuvo lo suficientemente cerca, lista para impactar con el escudo. Leon solo esperó hasta el último instante, estudiando cada uno de sus movimientos con precisión calculada y en el momento justo, dio un pequeño salto hacia atrás.

Pax, incapaz de detener su carga con tanta rapidez, perdió el equilibrio cuando Leon, con una firmeza inquebrantable, atrapó el borde superior del escudo con ambas manos. —¡¿Qué?! —Pax exclamó con sorpresa, aunque su voz seguía vibrando con aquella mezcla de enojo y angustia contenida.

Leon jaló con fuerza hacia abajo, aprovechando la inercia del movimiento de Pax. La gravedad hizo el resto: Pax perdió completamente la estabilidad y cayó de rodillas al suelo con un golpe seco que hizo temblar el polvo y las piedras a su alrededor y por un instante, todo quedó en silencio. El escudo, que seguía brillando débilmente, tembló junto a ella, reflejando su fragilidad en ese momento.

Leon no aprovechó la oportunidad para atacar. No había violencia en su postura; no había intención de herir. En lugar de eso, se inclinó ligeramente hacia adelante, quedando a la altura de Pax. Su mirada se clavó en la de ella con una intensidad que parecía atravesarla.

—Lo que crees que estás viendo, no es verdad. —La voz de Leon resonó firme, pero en ella se percibía un dejo de súplica.

Los ojos de la rubia, ahora brillantes, estaban al borde de desbordarse en lágrimas. Apretaba los labios con fuerza, intentando contenerlas, pero el dolor emocional que reflejaba su mirada era evidente.—me trajiste aquí… solo para poder verlo a él pe...—

—¡Esa cosa no es a quien buscas! —Leon la interrumpió, su voz más firme, cargada de convicción —es el ser del bajo astral tomando control de tu mente. Te está usando.

Pax retrocedió un paso, como si las palabras de Leon la hubieran golpeado físicamente. Su respiración era agitada, y sus manos temblaban ligeramente, pero su expresión volvió a endurecerse.

—No… no puedo creerte. —La voz de Pax se quebró ligeramente, como si estuviera luchando con ella misma —No después de lo que le hiciste.

Leon se quedó estático, su mirada se abrió con incredulidad. El impacto de esas palabras le llegó hasta el alma, como un cuchillo invisible atravesando su pecho. Sabía que el ser del bajo astral podía manipular mentes, pero esto… esto era distinto. Pax no solo estaba confundida: parecía que había algo profundamente arraigado en sus palabras, un sentimiento genuino que no debería estar ahí.

—¿De qué estás hablando…? —susurró Leon casi para sí mismo, intentando entender. El aura blanca que lo envolvía brilló con mayor intensidad, como si su propia magia intentara disipar la oscuridad que rodeaba a Pax. Sin embargo, la influencia del ser era demasiado fuerte, y Pax parecía estar al borde de romperse.

—No tengo tiempo para esto. —Leon finalmente murmuró con resolución, obligándose a dejar de lado la confusión por un momento.

Sus ojos se enfocaron en el ser del bajo astral, que comenzaba a moverse de nuevo. La criatura, a pesar de sus heridas, había recuperado la compostura y ahora se colocaba en una posición de ataque.

Leon no podía permitir que recuperara el control de la batalla. Inspiró profundamente, y con un impulso, dio un gran salto hacia adelante, dirigiéndose hacia el ser con la intención de acabar con todo de una vez.

—¡no vas a hacerle nada! —gritó Pax con furia.

Antes de que pudiera reaccionar, Pax se aferró a la chamarra de Leon, jalándolo hacia atrás con una fuerza impresionante. Leon, sorprendido, perdió ligeramente el equilibrio, y el momento de vacilación fue suficiente para que el ser del bajo astral actuara.

Aprovechando la distracción, el ser abrió su enorme boca, y desde el fondo de su garganta comenzó a formarse una acumulación de energía oscura y púrpura. La esfera de energía creció rápidamente, vibrando con un poder inmenso. Una presión sofocante envolvió el campo de batalla mientras la criatura apuntaba directamente a Leon, buscando un ataque devastador.

Los ojos del Leon se abrieron de par en par al percatarse del peligro. Su mente trabajó a toda velocidad, calculando sus opciones, pero solo había una salida. Si esquivaba, Meave quedaría completamente expuesta al ataque, aún recuperándose a unos metros de distancia. No podía arriesgarla.

—¡Joder! —Leon gruñó entre dientes y con un movimiento instintivo, empujó a Pax hacia un lado, alejándola del radio del ataque.

Acto seguido, cruzó ambos brazos frente a él y reforzó su defensa con su aura, envolviéndolo como un escudo invisible. Apenas tuvo tiempo de prepararse cuando la acumulación de energía fue liberada.

La explosión de energía impactó de lleno contra Leon, golpeándolo con la fuerza de una ola destructiva. El sonido retumbó como un trueno, y una intensa ráfaga de viento y polvo se levantó, cubriendo todo el lugar en una nube cegadora. El suelo tembló bajo el impacto, fragmentándose y creando grietas que se extendían en todas direcciones.

—¡Leon! —gritó Meave desde donde estaba, su voz cargada de preocupación.

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