Aturdida y respirando con dificultad, Meave se quedó inmóvil por unos segundos en el agua, tratando de comprender lo que había sucedido. Su sorpresa creció al escuchar un grito inconfundible.
—¡Fue tu culpa!
La voz era llena de furia, y al girar su mirada hacia la orilla, ahí estaba Pax.
Con el cabello empapado y su aura púrpura chispeando de energía, la rubia la miraba con ojos llenos de reproche y rabia. Cada palabra suya era como una daga lanzada sin piedad. Meave, todavía sentada en el agua, pestañeó, incrédula.
“¿Cómo es que está aquí? Se supone que ni siquiera podría dormirse después de salir súbitamente del Astral...” La mente de la pelirroja trabajaba rápido, tratando de encontrar una explicación lógica para lo que estaba viendo, pero su tiempo para pensar se redujo cuando Pax continuó hablando, su tono todavía más enérgico.
—¡Contéstame! ¡No puedes simplemente quedarte ahí como si nada!
La furia en sus ojos parecía alimentada por algo más profundo, algo que iba más allá del choque reciente. La situación era peligrosa, y Meave lo sabía.
—Sin él aquí no eres un problema— dijo Pax con una mezcla de odio y suficiencia en su voz, mientras sus ojos brillaban con energía púrpura —Y como ustedes lo mataron, yo haré lo mismo contigo.
Fue lo último que pronunció antes de impulsarse hacia Meave, sosteniendo en sus manos una lanza de energía que destellaba con un aura inquietante. El aire a su alrededor parecía vibrar con la intensidad de su ataque. La estocada fue rápida, certera, pero para sorpresa de Pax, cuando su arma atravesó el espacio donde Meave estaba, la pelirroja ya no se encontraba allí. Pax apenas logró distinguir con la periferia de su visión un destello rojizo, una silueta fugaz que se desplazaba como una ráfaga.
Antes de que pudiera reaccionar, Meave reapareció con una precisión calculada. Girando sobre su eje en un movimiento fluido, lanzó una poderosa patada que impactó directamente en el estómago de Pax. El golpe resonó con un sonido seco y Pax fue arrojada hacia atrás, volando varios metros antes de estrellarse contra el suelo. La energía púrpura que rodeaba su cuerpo parpadeó, y el impacto levantó una nube de polvo que se disipó lentamente, revelando a Pax en el suelo, jadeando mientras trataba de incorporarse.
—Eres rápida, pero no eres la única —dijo Meave con una calma cortante, su postura relajada pero lista para responder al siguiente ataque. Sus ojos brillaban con determinación, y aunque no había ninguna aura ostentosa alrededor de ella, su presencia era como una tormenta contenida, lista para desatarse en cualquier momento.
—Estás siendo muy arrogante, niña— dijo Meave con una calma tensa que apenas ocultaba la ira que bullía bajo su voz. Sus palabras flotaron en el aire, pesadas, como una amenaza sutil. —Aunque me gustaría evitar pelear contigo…— hizo una pausa, su tono más grave, mientras daba un paso hacia ella. Su mirada se clavó en Pax, con una intensidad que parecía atravesarla —Mentiría si te dijera que no estoy molesta por lo de hace rato, pero soy coherente, y dado que ahora sé que eres consciente de lo que haces, te daré una oportunidad.
Meave avanzó con determinación, sus pasos resonando en el suelo en un ritmo calculado, como si estuviera midiendo cada uno de ellos. Cuando llegó junto a Pax, quien aún estaba agachada, tosiendo por el reciente golpe, la chica se detuvo a su lado. La sombra de su figura cayó sobre Pax, y en el aire flotaba el pesado aroma a tierra y sudor. Meave se puso en cuclillas, bajando el rostro al nivel de Pax, su postura firme, casi predatoria.
Los ojos de Meave, de un azul profundo, resplandecían con una frialdad que cortaba. Pax, desde el suelo, le devolvió la mirada con el ceño fruncido, desafiando en silencio, pero su respiración era pesada, cada exhalación, un esfuerzo.
—Te vas a disculpar— Meave dijo, su voz baja, como si cada palabra fuera un filo afilado —Y vas a venir conmigo y Coralie.
El aire parecía tensarse alrededor de ellas, un espacio cargado de electricidad, como si la pelea fuera más que una confrontación de palabras, si no una batalla por algo mucho más grande. Las palabras de Meave no eran solo una orden, eran una advertencia. Una oportunidad que solo se ofrecía una vez, y Pax lo sabía.
Los dientes de Pax rechinaron con fuerza al escuchar las demandas de Meave, el sonido era como el crujir de huesos bajo presión. ¿Cómo se atrevía a ordenarle algo? La furia la recorría por completo, haciéndola sentir como si todo su ser estuviera a punto de estallar. Sin pensar, sin dar tiempo a la reflexión, se lanzó a la acción. Con un rápido movimiento, levantó la mano y, con un gesto violento, arrojó tierra hacia los ojos de Meave, con la esperanza de ganar una ventaja y desorientarla por un instante.
Sin embargo, lo que sucedió a continuación la tomó por sorpresa. Antes de que pudiera ver el resultado de su ataque, sintió un golpe seco y doloroso en su estómago. El impacto fue tan fuerte que el aire se le escapó de los pulmones y su cuerpo se dobló hacia adelante involuntariamente. No fue un golpe cualquiera, sino el impacto certero de un bastón rojo, que se clavó en su abdomen con precisión mortal.
—Lo siento, Pax. Pero si no puedes controlar tus emociones, tendré que hacerlo yo. Te dije que soy coherente —añadió Meave, acercándose con cuidado mientras apretaba el bastón de sangre creado.— Esto no es una pelea que necesitas ganar. Esto es algo de lo que necesitas sanar.
Pax, sorprendida por la habilidad y los reflejos de Meave, sintió una furia creciente que la impulsaba a seguir luchando, sin rendirse ante la imparable presión de la pelea. Cada acción de Meave la dejaba sin aliento, pero la rabia se apoderó de ella, y con todo lo que tenía, concentró su energía en sus manos, sintiendo el poder recorrer sus venas. Sabía que si no actuaba rápido, terminaría siendo derrotada.
Con una rapidez feroz, Pax sostuvo el bastón con ambas manos, resistiendo la presión del impacto. La energía en sus palmas comenzó a vibrar, y con una concentración casi desesperada, inyectó toda su fuerza en el bastón. La energía se canalizó a través del objeto, causando que el bastón crujiera y se quebrara con un estallido de poder, como si su propia furia hubiera destrozado la sangre condensada.
En cuanto el bastón se rompió, Pax reaccionó con rapidez, levantándose, pero solo con una rodilla en el suelo. Desde esa posición, desplegó su arco de energía con precisión, apuntando a Meave con la intención de atacarla a distancia. Las flechas de pura energía dispararon hacia su objetivo con velocidad, pero Meave, un paso adelante, calculó perfectamente la trayectoria y dio un salto hacia atrás, evitando las flechas con una destreza que dejaba a Pax sin palabras.
Meave no tuvo tiempo de analizar la situación, ya que, al voltear la vista, vio a Pax mucho más cerca de lo que había anticipado. En sus manos, ahora sostenía lo que parecía una vara de energía, tan larga que podía empuñarla con ambas manos, y con ganchos afilados en cada punta. La visión de esa arma letal hizo que el corazón de la pelirroja latiera con fuerza.
Meave la observó detenidamente, su mirada fría y calculadora. No había ninguna duda de que estaba disfrutando de la lucha, y eso solo aumentaba la furia de Pax.
Sin previo aviso, Meave hizo un movimiento rápido, y en un parpadeo, las espadas de sangre se materializaron en sus manos. Las hojas rojizas de las espadas chocaron con la vara de energía de Pax, creando una repulsión entre las dos habilidades, una lucha de fuerzas opuestas que resonó en el aire. Pero, con una rapidez feroz, Meave reaccionó, agachándose y colocando una mano sobre el suelo. Un temblor recorrió el terreno antes de que pilares rojos emergieran violentamente del suelo, golpeando a Pax con una fuerza imparable.
Pax, sintiendo la inminente amenaza, trató de aumentar su defensa, pero no pudo evitar que algunos de los pilares la alcanzaran. El impacto fue directo, el dolor recorriendo su cuerpo con cada golpe. A pesar de su esfuerzo por protegerse, varios de los pilares la atravesaron, dejando marcas profundas en su piel. La presión de la batalla era insoportable, y la sensación de ser superada por la velocidad y el poder de Meave hacía que la ira de Pax se transformara en una mezcla de desesperación y rabia.
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