CAPÍTULO XIV

Solo somos instantes

Me despierto por el frío que sube por mis pies y se cala en mis huesos. 

Soy un niño  descalzo con su pijama a rayas.

—Mi niño—susurra.

La buscó con desespero 

Donde estas

—Mi niño—mis pequeñas manos tiemblan.

—¡Abuela!—gritó con voz temblorosa.

—Mi ángel—me giro y hay esta con aquella sonrisa llena de amor—tanto tiempo sin verte—abre sus brazos y corro a enredarme en ellos.

—Te extraño—lágrimas ruedan por mis mejillas.

—Vamos—me ofrece su mano y la entrelazo con la mía—hay que ponerse zapatos hace frío—

En la distancia observo la cabaña de mis padres.

Cae nieve y el mar está totalmente congelado.

Dejo caer mi cuerpo en la mecedora.

Me falta el aire, mi respiración se vuelve irregular.

—Respira—coloca una manta en mis hombros—recuerda como te enseñe.

Inhalo 

Exhalo

Inhalo 

Exhalo

Me levanté con brusquedad y miro mi reflejo en aquel ventanal.

Ya no soy un niño.

Soy un hombre—Por que hace mucho frio—pregunto sin dejar de ver mi reflejo.

—Porque no es tu momento de estar aquí—responde.

Mi mano viaja a mi pecho, duele, duele mucho.

—Regresa mi niño—me mira y acaricia mi rostro lleno de confusión—tienes por quien vivir—inclino mi cabeza y deja un corto beso en mi frente—Dale un abrazo a mamá de mi parte—

Comienzo a bajar las gradas, recuerdo la primera vez que visite este lugar sentía tanto miedo, estoy por pisar el último escalón y dice—El pasado siempre regresa pero es tu decisión si lo conviertes en tu futuro— 

Fue un sueño.

Abro los ojos y estoy bañado en mi promio sudor hace muchos años que no soñaba con la abuela. 

 Me quito la manta que cubre mi torso desnudo—Que me esta ocurriendo—me susurro.

Busco en los bolsillos mis llaves y no lo encuentro, necesito hablar con ella. Miro a mi alrededor y me doy cuenta en donde estoy el cuerpo de Becca descansa a un costado de la cama, y la lluvia de recuerdos de la noche anterior llegan a mi cabeza.

En un pequeño estante estan mi telefono y mis llaves, los agarro sin previo aviso y salgo de aquel lugar aquel sueño solo significaba una cosa. Aceleró lo más que pudeo y marcó el número de Becca.

una 

dos 

tres ,cuatro timbres y entra a buzón

Hermosa buen dia, disculpame por no estar a tu lado se me presentó un problema familiar—mientes me grita mi cabeza—recuerda que te adoro te llamo en cuanto me desocupe. 

A  unos cuantos metros esta la entrada que buscaba, un sendero de piedra, el golpe de las olas  con el muro y el gran edificio de un amarillo desgastado aparece el letrero de madera, Sanatorio Central.

Ingreso al viejo lugar y la misma recepcionista de hace unos años me muestra una adorable sonrisa—Bastian querido hace mucho tiempo que no te veía por aquí—deja un beso en mi mejilla—ella dijo que vendrías—me sujeta del brazo—vamos esta en el patio. 

Sigo solo el camino de piedra y ahí está sentada en un tronco seco mirando fijamente el mar—Sabía que vendrías—dice, su voz me estremece.

Me detengo a su lado, no soy capaz de mirarla—Siempre lo sabes todo, no es así—hace  frío.

—Soñaste con ella, verdad—abraza su manta—mi bebe tiene frio—

—Sabes que es una manta—suelto  y al instante me arrepiento.

—Lose, tambien se que crees que estoy loca—se pone de pie, recuesta su cabeza en mi hombro—Ahora tendría tres años—susurra—sería un niño hermoso, no lo crees—me aparto.

—Mamá tiene cáncer—confieso—y hay una chica, creo que me he enamorado.

—Lo siento—se abraza a mi brazo—ya es hora que abras ese corazón a la felicidad, ella ya no está aquí para lastimarte—levanta la manta del tronco y lo arrulla en sus brazos—la vida es frágil, si tienes la oportunidad se feliz. 

Camina al interior del edificio—Por que sigues sin aceptarlo—pregunto, se detiene en seco.

—Como aceptaré que mate a mi hijo—responde controlando sus lágrimas, por primera vez en más de un año miro su rostro, su piel pálida aquellos ojos color canela ya no brillan—merezco estar aquí, y Bastian ya no me visites—comienza a subir los escalones.

—No puedo prometerte eso—me mira—que hago con todo lo que me ocurre, sabes lo que me dijo la abuela que alguien de mi pasado regresaría—llegó al filo de la escalera—te necesito— subo un escalón—necesito a mi mejor amiga—sin previo aviso se lanza a mis brazos—saldras de aqui lo prometo—dejo un beso en su frente. 

—Cuida ese corazón—pica mi pecho—no dejes que ella te lastime de nuevo—

—No hablas en serio—me niego—no creo que la abuela se refiera a Lu...—su nombre se estanca en mi garganta.

—Dilo, Lucia—nos separamos—no dejes que te atormente de nuevo ya tienes alguien que te hace sentir mariposas no es así.

Me hace sonreír, asiento. 

—Sabes que quiero conocerla, promete que la traerás—dice.

—Lo prometo—

Escucho por cuarta vez el mensaje de Bastián, no encontrarlo al despertar se sintió como si me hubiera utilizado por una noche. 

El fin de semana pasó sin novedad uno que otro mensaje pero nada más, sabía que algo le pasaba solo tenía que averiguar que era. 

Llegando así el preciado lunes, subo el cierre de mis botines.

Quedó en recogerme, para ir juntos  a la universidad. 

Observó por la ventana estacionar su auto, salgo del departamento, y me espera con sus brazos abiertos—Hola hermosa rojita—me besa con tanta sutileza.

—Hola cariño—lo observó por un par de segundos que sexi se ve con aquel traje azul marino—Por que tan guapo—preguntó sin pensar.

—Jajaja, se te olvida que es mi uniforme cariño, vamos—me ofrece su mano.  

Ya en el auto nuestras manos nunca se sueltan, estamos en un semáforo—Becca a la salida de la universidad quiero llevarte a un lugar—besa mi mano.

—Está bien—acepto.

Llegamos nos despedimos con un beso en la entrada y sigo a mi torre. 

Me quedo en mi locker buscando mis libros como si tratara de una escena de película, todo se vuelve el completo silencio, el sonido de unos tacones chocando con el mármol se escucha por todo el pasillo acompañado de murmullos, busco de donde proviene y una hermosa castaña, con vestido roja más abajo de las cintura y unos tacones del mismo color. 

Dejo de mirar y sigo mi camino, me encuentro con una Alicia blanca como un papel—Estas bien—me paro frente a ella.

—Tengo que buscar a mi hermano—dice tan rápido como se marcha. 

No entiendo nada e ingreso a mi clase.

Me siento en mi lugar Bastian está por comenzar su entrenamiento busca algo en su mochila está de espaldas.

Mi celular vibra, es un mensaje.

...Bas...cariño...

...Deja de mirarme concéntrate en tu clase niña pervertida....

Me sonrojo de inmediato, levanto mi mirada está tan sonriente, se quita la camisa con mucha sensualidad. 

Apartó la mirada y envió un mensaje

Maldito. 

Las horas pasan rápido mi mano duele no he parado de escribir y no he sabido nada de Alicia lo cual me preocupa. 

Guardo mis libros porque estoy por salir cuando alguien me abraza por la espalda y me encierra en el aula. 

—Que tanto mirabas he—besa mi cuello.

—Bastian detente—ruego, me guiara y nos besamos con tanta necesidad, sentirlo cerca es lo mejor que me ha pasado—tengo hambre amor—dijo sobre sus labios.

—Puedo alimentarte—susurra con su aliento olor a menta.

Golpeo su pecho—Es enserio—digo.

—Ya está bien—libera mi cintura y entrelaza sus manos con la mía. 

Caminamos por el pasillo de mi edificio, a pocos metros está las puertas de cristal de la cafetería, de un momento a otro aparece Alicia—Hermanos tenemos que irnos—ruega a su hermano. 

—Qué ocurre pequeña—acaricia el rostro de su hermana.

—Solo vamonos si—Bastian me mira con preocupación niego con la cabeza sin saber que pasa.

Aquella pelirroja mira sobre el costado de su hermano y su cara palidece—No quería que veas esto—traga.

—Bastian, príncipe no piensas saludarme—aquel chico fuerte cierra sus ojos y aprieta mi mano con tanta fuerza.

Nos giramos y ahí está aquella castaña de la mañana, no sé en qué momento pero Bastian ya no sujeta mi mano, sus manos están hecho puño—Lucia—dice en un susurro. 

Es ella aquella mujer que le rompió el corazón aquel corazón por el cual estoy reconstruyendo. 

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