CAPÍTULO XII

—En serio eres tú—nos levantamos y nos dimos ese abrazo que tanto había extrañado.

—Si soy yo te extrañé tanto tontita— dejo un beso en mi frente.

Me sujeta de mis hombros y me observa a detalle.

Una sonrisa estúpidas se forma en su rostro.

—¿Qué? —preguntó incrédula.

—Observándote no has cambiado nada—lleva la mano a su barbilla —pensándolo bien si cuando te crecieron los senos qué acaso Dios se acordó de ti—

—Eres un maldito idiota—me cubro mis pechos cruzando mis brazos sobre ellos.

Suelta sonoras carcajadas.

—Basta de hablar de mis senos, cuando llegaste—cambie yo el tema de conversación.  

—Hace unas semanas, llame a tu casa y me enteré de lo ocurrido con tu padre cuanto lo siento Becc—

Era algo inevitable se enteraría en algún momento. 

Nota la nostalgia en mi rostro.

—Enserio si que han crecido—señala mi pecho.

Comienzo a reírme esto es lo que extrañaba de él siempre me sacaba una sonrisa.

—Te dejo comer que mi jefe está que me mira con cara de leche agria—desaparece entre dos puertas.

Meto un bocado y dios santo qué bien sabe esto en minutos ya he cenado. 

Busco en mi bolsillo de mi saco y no encuentro mi cartera ni mi móvil.

Me senté en la cama de Bastian y coloqué mis cosas en el mueble….

Maldición!!!

Revisó la carta de nuevo; seis con cuarenta y cinco el pollo y  un  dólar cincuenta el té. 

De dónde sacó ocho dólares el hombre de la caja me observa fijamente.

Será que se dio cuenta que no tengo dinero para pagar, dios que verguenza.

—Becc te llevo a casa—aparece Who.

—Bueno, pero tengo un pequeño inconveniente—lo llama con mi dedo para que se acerque, lo tengo a centímetros de mi—no tengo dinero para pagar—digo avergonzada.

—¡Que no tienes dinero!—exclama el maldito, el hombre de la caja se acerca.

—No quieres publicarlo también—lo regaño.  

Que verguenza—No te preocupes pequeña Becc yo pago— 

El hombre mayor llega—Dante anotalo en mi lista—dice Who.

Como en una caricatura me quiero caer de cabeza…

—Who...—dice Dante en tono desaprobador—deja de estar pagando la cuenta de chicas lindas—

No lo puedo evitar y me río—  No le hagas caso Becc—me lleva de la mano, cruzamos la salida y aprovecho para ponerme mis tacones—Vamos—me ofrece su mano y la acepto.

Esta noche no salió tan mal o eso esperaba.

Llevó la botella de tequila a mi boca, el líquido amargo me estremece.

Todo está en completo silencio.

Que tenía que hacer…

Detenerla…

Pedirle perdón…

Decirle que ella está cambiando mis emociones y sentimientos.

Que es ella la chica que ocupa mis pensamientos.

Lucia tenía razón en algo, soy un cobarde.

El sonido de un teléfono me saca de mis pensamientos, me levanto con dificultad de la esquina de mi habitación. 

...Llamada entrante...

...Mami...

Dejo que suene, me siento en el mueble de la cama. 

Se me acaba de ocurrir una idea estúpida, busco en el cajón las llaves de mi coche—Dónde está—susurró—Aquí están—las guardo en mi pantalón, en mi mano derecha tengo la cartera y teléfono de Becc y en mi izquierda la de tequila.

Lose es una maldita locura pero ya que ahora que tengo el valor no me echaré para atrás. 

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