CAPÍTULO XVIII

Viviendo en el pasado.

Traté de preguntarle por lo ocurrido a mi padre pero fue en vano, me ordenó que olvidara el tema, tres días después de lo ocurrido estoy con las manos temblorosas hoy era un día muy importante. El reventar de las olas me saca de mis miedos.

Hoy por fin Anabell sería liberada del sanatorio, tengo tan solo una semana para demostrarle a un juez que está acta para reintegrarse en la sociedad.

Becca descansa su cabeza en mi pecho.

—Tranquilo cariño que se te saldrá el corazón— trata de tranquilizarme.

Entrelazó su mano con la mía realmente necesitaba esto sentirla cerca, desde que esta mujer llegó a mi vida todo ha cambiado para mejor.

Del otro lado del sanatorio observó a Anabell con su cabello castaño, vestida con un hermoso vestido floral que le regalé para su cumpleaños. Pero lo más especial es esa hermosa sonrisa que se apodera de ella en estos momentos. Sólo eso necesitaba para saber que estoy haciendo lo correcto.

Sentirme liberada es increíble poder ver la TV sin que alguien la apague porque ya es hora de dormir, comer chocolate, dejar los medicamentos y lo más importante pasar tiempo de calidad con las personas que amo sin olvidar mi pasado que me tiene atormentada.

Bastian me regaló un teléfono en estas dos noches que he pasado en su casa no he sido capaz de llamar a mis padres en especial a mi papá mi hermoso padre.

Lo he pensado más de una hora y lo he decidido llamaré. Con mis manos temblorosas marco en el número.

Uno

Dos

Tres timbres y nada.

Estoy por colgar y escucho que levantan el teléfono.

—Familia Cortez buenas tardes—reconozco esa voz de inmediato—Buenas tardes—repite la mujer.

—Ma...mamá—mis ojos se llenan de lagrimas—mamita soy yo Anabell.

No obtengo respuesta alguna.

Sólo escucho su respiración es agitada.

—No me llames nunca más mamá Anabell yo no traje al mundo a una asesina y antes que preguntes tu padre murió hace meses no aguanto ver a su hija en un manicomio por asesina—y corto la llamada.

Mi padre...mi papito.

No puede ser cierto el era lo único bueno que me esperaba encontrar con los brazos abiertos.

Todo esto es mi culpa.

Sólo mi culpa.

Soy culpable de todo, y mi madre tenía razón soy una asesina que mató a su propio hijo.

Libero las lágrimas, en ellas corren cada recuerdo.

—Ani cariño tu solo pedalea—

—Tengo miedo papi de caerme—

—Si caes yo estaré aquí para ayudar a levantarte—

—Lo prometes—

—Lo prometo—

La tarde y gran parte de la noche la paso encerrada en estas cuatro paredes no quiero salir al mundo aquel mundo que no me merece.

—Anabell cariño ya está lista la cena—la voz dulce de la señora Blanca se hace presente—

Limpio mi rostro con la manga de mi buzo y salgo dela habitación ella me espera en la escalera me ofrece su mano y la aceptó.

—Estas bien mi pequeña—quiero llorar—

—Estoy bien— sonrió con boca cerrada—

—Sabes que estoy aquí—

—Lo se y enserio estoy bien—

...

Así transcurrieron los días 22 para ser más precisa, no he querido salir de los límites de la casa, a la distancia he observado la casa de Iván Mor, el único amor de mi vida y el padre de mi hijo.

En su tiempo fuimos los mejores amigos, siempre estábamos juntos Bastian, Iván y yo. Pero todo cambió en el penúltimo año de instituto ya que sucedió lo menos esperado : me enamoré de uno de mis mejores amigos.

Y el amor era mutuo en mi noche de cumpleaños número dieciséis me robó mi primer beso.

—Ivan me besas otra vez—

—Te besaré toda la vida Anni—

Ya teníamos algunos meses de noviazgo. Llegó una celebración.

Aquella noche me violó,le suplique que no lo hiciera pero mis súplicas fueron en vano aquel que decía amarme me quito lo único que era mío , mi dignidad.

Por qué no lo denuncie muy buena pregunta para la cual no tengo una respuesta creo que conmigo pasó eso de que el amor es ciego pero hay está el problema hasta qué punto podemos cegarnos.

Duele recordar.

Una lágrima salada cuela entre mis labios, dónde quedó aquella promesa pues se perdió en el tiempo o mejor dicho cuando le confesé que sería padre,hasta ese día duró el amor, los besos y las caricias.

No he querido recordar lo que ocurrió aquel ocho de noviembre, el nacimiento de mi pequeño Ezequiel me dejó secuelas de depresión posparto.

Todo lo que había construido la familia que estaba construyendo se deshizo como arena entre mis dedos.

Fueron suficientes dos minutos para perderlo todo.

Hoy decidí salir de esta casa, tengo que por primera vez en mucho tiempo sentí la necesidad de visitar mi pasado.

Camino por el sendero de piedra del cementerio central,a unos pasos vago la sombra de un naranjo está la pequeña tumba de mi hijo.

Su lápida devastada por el paso de los años hace poco legible su nombre mi hermoso Ezequiel.

No puedo más y caigo sobre mis rodillas.

Duele.

Duele saber que soy la causante de todo esto.

Duele no tenerte.

Duele saber que no te vi crecer.

Duele saber que no escuché que me llames mamá.

Simplemente duele.

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