Las riendas

Henry descendió del avión en el aeropuerto de Atenas, Grecia, estaba preocupado por Madeleyn y por su sobrino.

Mientras caminaba hacia el auto qué aguardaba por él, Henry se sintió abrumado por la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros. Como patriarca de la familia Beaumont, siempre había sido el que había mantenido unida a la familia, el que había tomado las decisiones importantes y el que había protegido a sus seres queridos. Obviamente sus hermanos eran quienes tomaban sus decisiones.

Pero ahora, mientras se dirigía a apoyar a su hermana en este momento de crisis, Henry no podía evitar sentir que su papel como patriarca estaba siendo cuestionado. Su salud había comenzado a declinar y sabía que no podría seguir liderando la familia de la misma manera durante mucho más tiempo.

Henry se subió al auto mientras este salía del aeropuerto y cruzaba la ciudad, él comenzó a reflexionar sobre su papel como patriarca y sobre el futuro de la familia Beaumont.

¿Quién tomaría el relevo cuando él ya no estuviera?, se preguntó Henry.

La tradición de la familia Beaumont era clara: las riendas de la familia y las empresas solo podían ser llevadas por un Beaumont. Esta regla había sido establecida por el fundador de la familia, y había sido respetada durante generaciones.

Henry sabía que esta tradición era importante para la familia, y que era una de las razones por las que la familia Beaumont había logrado mantener su posición y su influencia durante tanto tiempo.

Pero Henry también sabía que esta tradición podía ser un problema. Su hijo Asher era el que debia tomar el mando, ya que era de sus hijos varones el mayor, y aunque Asher era un hombre inteligente también era un mujeriego y un irresponsable. Henry no estaba seguro de que Asher fuera el hombre adecuado para llevar las riendas de la familia. La otra posibilidad era Dante, pero estaba igual o peor que su hijo, aunque siendo justo con su sobrino debia reconocer que durante el último año, no habia dado trabajo estaba enfocado en su empresa e incluso se había ocupado de que el asunto de esa supuesta hija que tenia quedara finiquitado, algo que lo había tenido preocupado, la responsabilidad parental no formaba parte de los defectos de un Beaumont.

Pensando en sus sobrinos llego a la conclusión de que al paso que iba la obligación recaeria en Christopher o Sharif, pero no llevaban el apellido Beaumont, su hijo Charles no era una opción, ya que no tenía interés en los negocios.

Henry suspiró y se frotó la frente. Sabía que tenía que tomar una decisión pronto, pero no estaba seguro de qué era lo mejor para la familia.

Henry Beaumont sabía que sus hijos no eran perfectos. De hecho, cada uno de ellos tenía sus propios defectos y debilidades. Asher, era un mujeriego y un irresponsable, siempre buscando la siguiente aventura y sin preocuparse por las consecuencias. Olivia, su hija mayor, era una persona muy irracional, combativa, Charles solo pensaba en él y Grace, su hija menor, era una persona muy emocional.

Henry se detuvo frente a la casa de su hermana y se bajó del auto. Se tomó un momento para recoger sus pensamientos y prepararse para lo que estaba por venir. Luego, se dirigió hacia la puerta y la cruzo listo para enfrentar a lo que fuera.

Al entrar en la casa, Henry se encontró con su hermana Madeleyn, que estaba sentada en el sofá, con la cara pálida. Henry se acercó a ella y la abrazó, tratando de consolarla.

—Madeleyn, ¿cómo estás?, le preguntó Henry.

Madeleyn sacudio la cabeza y miró a Henry con desesperación en los ojos.

—Henry, no sé qué hacer, aun no hay noticias.

Henry se sentó al lado de Madeleyn y le tomó la mano.

—No te preocupes, Madeleyn, le dijo. Haremos todo lo posible para recuperar a tu hijo. Te lo prometo.

...****************...

Cesare abrió la puerta, ellos caminaban sigilosamente por el pasillo estrecho y oscuro, tratando de no llamar la atención. Selene lo seguía de cerca, intentando no hacer ruido con sus pasos.

El silencio era absoluto, solo interrumpido por el sonido de las olas golpeando contra el casco del barco. Cesaré se detuvo de repente y se volvió hacia Selene, poniendo un dedo en los labios para indicarle que se callara.

Selene asintió con la cabeza y se quedó quieta, escuchando atentamente. Cesaré también escuchaba, intentando detectar cualquier sonido que pudiera indicar la presencia de alguien más en el barco.

Después de un momento de silencio, Selene se volvió hacia Cesaré y le hizo un gesto para que la siguiera. Continuaron caminando sigilosamente por el pasillo, Cesaré se detuvo y detuvo a Selene, escuchó una voz en italiano.

Después de un rato de caminar, Cesaré se detuvo frente a una puerta metálica. Miró a Selene y le hizo un gesto para que se acercara.

—Creo que esta es la puerta que conduce a la cubierta superior —le susurró.

Selene se acercó a la puerta y la examinó. Era una puerta metálica pesada con una manija de acero. Selene miró a Cesaré y asintió con la cabeza.

—Vamos a intentarlo —le dijo.

Cesaré asintió y se preparó para abrir la puerta. Selene se puso detrás de él, lista para actuar en caso de que algo saliera mal.

Cesaré abrió la puerta lentamente, mirando hacia afuera para asegurarse de que no había nadie cerca. Selene y Cesaré se quedaron sorprendidos con lo que vieron.

—Creo que es un barco carguero.

—Vamos a explorar —susurró Selene, tirando suavemente de Cesaré hacia los contenedores.

Cesaré asintió con la cabeza y se volvió hacia los contenedores, siguiendo a Selene. Caminaban entre los contenedores, buscando una manera de escapar del barco. Miraron hacia la costa, que se veía a lo lejos, y vieron que estaban en alta mar. La costa parecía estar a kilómetros de distancia, y no había señales de vida en el agua.

Selene se detuvo y miró a Cesaré, así tuviera que saltar al agua y nadar lo haría.

—Tenemos que encontrar una forma de escapar de este barco, antes de que se den cuenta de que falta el idiota ese, debemos saltar—le dijo. —No podemos quedarnos aquí.

Cesaré negó con la cabeza.— Con esta distancia nos ahogaremos a mitad de camino debemos buscar otra manera. Selene asintió con la cabeza, y juntos comenzaron a buscar algo que les permitiera escapar. Miraron alrededor, pero no vieron nada que les fuera de ayuda.

De repente, Selene vio algo que la hizo detenerse. Era una pequeña balsa de emergencia, atada a la barandilla del barco. Selene se volvió hacia Cesaré y le hizo un gesto para que la siguiera.

—Vamos —le dijo. —Esa balsa puede ser nuestra única oportunidad de escapar. Selene y Cesaré se subieron a la balsa y comenzaron a remar hacia la costa. Sin embargo, después de unos minutos de remar en silencio, Cesaré se detuvo y se volvió hacia Selene.

—¿Sabes hacia dónde vamos? —le preguntó con una nota de duda en su voz.

Selene se detuvo también y lo miró con una expresión de confianza.

—Sí, sé hacia dónde vamos —le respondió. —Vamos hacia la costa.

Cesaré se encogió de hombros.

—Eso es fácil de decir, pero ¿cómo sabes que no estamos remando en círculos? —le preguntó.

Selene se puso tensa y su rostro se endureció.

—Confía en mí —le dijo. —Sé lo que estoy haciendo. Cesaré se rió.

—¿Confiar en ti? —repitió. —No te conozco. No sé qué eres capaz de hacer.

Selene se sintió ofendida por las palabras de Cesaré y su rostro se enrojeció de ira.

—Bueno, si no confías en mí, entonces ¿por qué estás aquí? —le preguntó con una voz alta y desafiante.

Cesaré se encogió de hombros y se volvió hacia el mar.

—Supongo que porque no tengo otra opción —le respondió con una voz baja y resignada.

Después de un momento de silencio, Selene se volvió hacia Cesaré y le dijo:

—Vamos a seguir remando. Tenemos que llegar a la costa antes de que nos atrapen.

Cesaré asintió con la cabeza y comenzó a remar de nuevo. Selene se unió a él, y juntos continuaron remando hacia la costa, aunque el silencio entre ellos era ahora más tenso que antes.

Sentado en su oscura y fría oficina Alessandro Saracino sonrió al leer el mensaje, todo estaba saliendo como el había planeado. Debía reconocer que había pensado que el trabajo sucio lo haría Cesaré, pero por lo visto al igual que su padre dejaba que una mujer hiciera el trabajo sucio.

Alessandro se puso de pie, tomó su saco y salió de su casa se dirigía a un exclusivo restaurante en Milán.

Al ingresar preguntó por su mesa, su cita ya había llegado, Alessandro se encaminó hacia su mesa.

—Buenas noches, lamento haberla hecho esperar exclamó Alessandro.

La mujer se puso de pie y extendió su mano.— Buenos noches, señor Vlachos, soy Leonor Kyriakos.

— Es un gusto Leonor, por favor llámame por mi nombre.

— Como prefieras Massimo...

***Este trabajo esta bajo contratado con NovelToon y la piratería, como la reimpresión sin permiso, están estrictamente prohibidas.***

***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***