Capítulo 8: Sed de sangre

Pasado un rato, todos regresaron a la habitación de Liz. Tenían que terminar de analizar la profecía.

"Deberíamos retomar el análisis de la profecía." - sugirió Liz, rompiendo el silencio.

Basil asintió, pensativo. - "Ya hemos identificado a dos de nosotros en la profecía. ¿Qué nos hace pensar que no estábamos todos destinados a acompañarte a esta nueva tierra?"

Melissa se encogió de hombros, algo insegura.- "No lo sé, Basil. Mi vida ha sido sobre la cacería, nada más. No estoy segura de encajar en todo esto."

Kai se inclinó hacia adelante, sus ojos llenos de una comprensión tranquila. - "Piensen en ello, la profecía menciona cinco acompañantes. No es tan descabellado que estemos todos involucrados."

Liz frunció el ceño mientras reflexionaba.- "De ser así, entonces nos faltan el Guardián de las Sombras, el Coloso del Abismo, y..." - de repente, sus ojos se abrieron con sorpresa. - "¡La Ojo Dorado! ¡Es Melissa!"

Melissa parpadeó, confundida.- "¿Por qué dices eso, Liz?"

Kai intervino antes de que Liz pudiera responder.- "Porque es la única que mencionaste como 'la'."

Liz asintió lentamente.- "Así es. Aunque no estoy completamente segura, creo que tiene que ver con tu linaje como cazadora, Mel. Tu destreza y visión son extraordinarias, incluso para ser solo humana."

Melissa suspiró, todavía dudosa pero aceptando la posibilidad.- "Espero que tengas razón, Liz. Si logramos resolver esto, podremos ir mañana al consejo de ancianos. Tal vez ellos nos aclaren todo."

Liz miró a los demás.- "Entonces solo quedan ustedes dos..."

Basil negó con la cabeza, reflexionando en voz alta.- "No puedo ser el Guardián de las Sombras Eternas. Eso seguramente le pertenece a Kai, por ser un vampiro. Controla la oscuridad y las sombras, aunque parte de su poder le permita estar bajo el sol..."

Kai entrecerró los ojos, intentando comprender su papel.- "Es posible. Puedo manipular la oscuridad, pero no estoy seguro de cómo eso ayudará en todo esto."

Liz le dirigió una mirada llena de determinación.- "No lo sé con certeza, Kai, pero una cosa me ha quedado clara: estábamos destinados a venir aquí juntos."

Basil levantó una ceja.- "¿Entonces yo soy el Coloso de los Abismos?"

Liz sonrió levemente.- "Tal parece que sí. Pero tendremos que preguntarles a los ancianos por qué."

Con la interpretación de la profecía casi resuelta, cada uno se retiró a sus habitaciones para descansar. Al día siguiente les esperaba algo aún más importante.

La mañana siguiente, todos se reunieron en el comedor para un desayuno rápido. Liz notó algo en Kai y frunció el ceño, preocupada.

"Kai, no puedes seguir así. Te ves débil. Dijiste que conseguirías algo anoche." - dijo Liz.

Kai suspiró, evitando su mirada.- "Lo intenté, Liz. Pero no he visto animales cerca, y no quiero dañar a ningún aldeano."

Liz se acercó a él, su tono lleno de urgencia. - "Entonces bebe un poco de mi sangre. La necesitas, y yo puedo recuperarla rápido."

Kai negó con la cabeza, sus ojos llenos de conflicto.- "No puedo, Liz. No quiero hacerte eso."

"Sé que no te gusta la sangre de seres mágicos, pero la necesitas. Y si yo puedo ayudarte, por favor, hazlo." -dijo Liz preocupada.

Demian observó la escena con una expresión tensa. - "No hagas esto, Liz. Si tanto lo necesitas, Kai, bebe de mi sangre. Es más parecida a la humana, y soy un semidiós. No me harás nada."

Kai sacudió la cabeza, rechazando la oferta. - "Les agradezco, pero no puedo hacerlo. De alguna manera, ya los considero mis amigos, y no podría hacerles esto, mucho menos a ti, Liz."

Pero antes de que pudieran continuar la conversación, Kai comenzó a tambalearse. Su sed era incontrolable, y pronto, sus ojos se volvieron carmesí, sus colmillos afilados listos para succionar sangre.

"¡Kai, responde!" - gritó Liz, alarmada.- "Tus ojos... ya no son grises."

Basil dio un paso adelante, con la preocupación evidente en su rostro.- "Oye, contrólate. Puedes lastimar a alguien si sigues así."

Sirius se movió rápidamente hacia Kai. - "Tenemos que llevarlo a su habitación, ahora."

Lucharon por contener a Kai mientras su sed se hacía más intensa. Finalmente, lograron llevarlo a su habitación y lo recostaron en la cama.

"¿Puede alguien conseguir una presa para Kai?" - preguntó Liz, con desesperación en la voz.

Melissa asintió con determinación.- "Lo haré, pero tendremos que ir a las afueras de Falfit. No hay animales para cazar aquí dentro."

Demian se levantó, decidido. - "Yo también ayudaré. Cuanto antes lo consigamos, más rápido se repondrá."

Sirius no pudo evitar sonreír con un toque de arrogancia. - "De acuerdo, vamos. Seguro que yo lo hago más rápido que tú."

Demian le lanzó una mirada desafiante. -"Ya lo veremos."

"Soy cazador por naturaleza."

- replicó Sirius, confiado.

Basil intervino, intentando mantener la calma. - "Solo démonos prisa."

Liz, preocupada, decidió quedarse con Kai. - "Chicos, alguien tiene que quedarse con él por si pierde el control de nuevo. Yo me quedaré aquí."

Basil dudó un momento. -"Puedo quedarme contigo, por si intenta hacerte daño."

Liz negó con la cabeza, intentando sonar más segura de lo que se sentía. -"No es necesario, estaré bien. Ahora está dormido, no creo que pueda dañarme."

Sirius entrecerró los ojos, aún preocupado. -"Si te hace algo, lo lamentará eternamente."

Liz le dedicó una pequeña sonrisa. -"Tranquilos, estaré bien."

Con eso, los demás se fueron rápidamente a cazar algún animal para salvar a Kai.

Liz se quedó a su lado, observándolo con una mezcla de preocupación y ternura. -"Estarás bien, Kai... Lamento no poder conseguirte bolsas de sangre, pero parece que aquí no existen bancos de sangre."

Kai no respondió, solo dormía profundamente, su respiración irregular. La camisa se le había desabrochado durante el forcejeo, revelando sus abdominales bien definidos. Liz sintió un impulso extraño, una necesidad de tocar su pecho. Algo la atraía hacia él, y cuando lo hizo, notó que su piel estaba más fría de lo normal.

"Kai, por favor, bebe de mi sangre." - murmuró Liz, haciéndose una pequeña incisión en la muñeca y acercándosela a los labios.

Sin saber si despertaría, Liz esperó, rezando para que su sacrificio ayudara a salvarlo.

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