Después de un tiempo, Olivia solo quería ir con Mariana, pues estaba empezando a sentirse un poco mal. Mari la cargó, le dio un baño, la vistió con ropa cómoda, la acostó en una hamaca que había allí y le dio el pecho.
Mari: Solo así quieres a tu mamá, ¿eh, señorita?
Olivia murmura algo mientras succiona toda la leche del biberón. Mari se queda pasando la punta del dedo delicadamente por el rostro del bebé haciéndola adormecer. Poco a poco, con las caricias de su madre, Olivia se rinde al sueño y se queda dormida en el regazo de su mamá. Mari se queda un rato más con su hija, pero pronto sale de la hamaca y la deja sola.
María: ¿Se durmió?
Mari: ¡Sí! Se resistió un poco, pero el sueño pudo más.
Cíntia: Ve con los chicos, María y yo la cuidamos.
Mari: ¿Dónde están sus maridos?
María: Se fueron a pescar.
Conversan un poco más y luego Mari se dirige a donde están su hermana y los chicos. En cuanto se sienta en una tumbona, Murilo se acerca a ella con una sonrisa en el rostro y un protector solar en la mano.
Mari: ¡No!
Murilo: Por favor, Mahzinha.
Mari: Ya me hiciste enojar mucho hoy, Murilo.
Fred: ¿Qué hizo?
Mari: Tu hermano se puso como un niño mimado, tonto, idiota e infantil. Además de robarme a mi hija, y mira que apenas es mediodía.
Luiza: ¿De verdad quieres morir, Murilo Rossi? Jaja Enfadar a Mariana cuando está en esa semana es pedir la muerte.
Murilo: Me gritó, llegué a pensar que me iba a pegar jaja
Mari: ¡Casi! Pero bien que te lo merecías.
Murilo: Lo sé, pero ya me disculpé...
Mari: No, no lo hiciste.
Murilo, con una sonrisa traviesa en el rostro, se abalanza sobre ella y la abraza, besándole algunas partes del rostro, al tiempo que le hace cosquillas.
Mari: Murilo, quítate de encima, pesas.
Murilo: ¿Me vas a perdonar?
Mari: ¡Sí! ¡Ahora quítate de encima!
Murilo: ¿Y me vas a poner protector solar?
Mari: ¡No!
Murilo intensifica las cosquillas, haciendo que Mari empiece a quedarse sin aire.
Mari: Está bien, está bien. ¿Te lo pongo? Jaja
Murilo: ¡Gracias! Jaja
Fred: Después de ponerle protector a esta princesa, ¿qué tal si jugamos un partido de voleibol?
Murilo: Dices eso como si Luiza no te lo hubiera puesto también a ti, ¿verdad, Fredeiro?
Luiza: Es que los hijos de los Rossi tienen la piel tan delicada que con cualquier rayito de sol se queman.
Mari: Súper sensibles jaja
Mariana coge el protector y empieza a untarlo en la espalda de su amigo. Fred y Luiza ponen la excusa de que van a preparar la cancha para jugar y se marchan, dejando solos a Murilo y Mari.
Mari: Listo, princesa. ¿Algo más?
Murilo: ¿Quieres que te ponga yo a ti?
Mari: No hace falta, me lo pongo yo sola.
Murilo: Pero soy un caballero y te lo voy a poner.
Mariana pone los ojos en blanco, pero acepta la gentileza. Lleva una blusa de manga larga, por lo que Murilo solo le pondría protector del hombro hacia arriba. Primero se lo pone en el hombro y en el cuello, pero no de cualquier manera, sino más bien como una caricia sensual. Mari cierra los ojos y deja escapar un leve suspiro, que suena más bien como un gemido. Murilo sonríe de lado y besa su hombro y luego su cuello. A continuación, con delicadeza, le aplica el protector en el rostro. Murilo estaba tan cerca, que Mariana no pudo mantener los ojos cerrados.
Murilo: ¡Listo, señorita!
Dice en un susurro cerca de su oído. Mari se estremece al escucharlo y vuelve a gemir cuando Murilo le muerde el lóbulo de la oreja. Baja con besos por su cuello, volviéndola loca. Mariana le agarra la cara y se acerca para besarlo en la boca, pero cuando sus labios están a punto de encontrarse, un llanto la devuelve a la realidad.
Murilo: Así no ayudas a papá, hija.
Mariana se limita a sonreír y se levanta para ir a donde está su hija. Olivia llora en brazos de la abuela María y Cíntia hace todo lo posible por calmarla, pero es en vano. Mariana se acerca y coge a la pequeña que solloza de tanto llorar.
Mari: ¿Qué pasó?
Cíntia: Ni nosotras lo sabemos, se ha despertado llorando.
María: Creo que ha sido una pesadilla, porque estaba llorando mientras dormía.
Mari: No llores, mi amor. Mamá está aquí.
Olivia llora aferrada a su madre. Mariana se queda hablando con su hija y consolándola poco a poco. El llanto desesperado del bebé hace que Murilo también vaya a su encuentro, cuando se acerca, la pequeña le agarra con su otra manita.
Murilo: Papá está aquí, mi princesita.
Intenta cogerla, pero Olivia no quiere, quiere a su madre, pero también lo quiere a él. Murilo entiende lo que la niña quiere, así que se sienta en el sofá y sienta a Mariana sobre sus piernas, luego los abraza a ambos. Los dos se quedan acariciando a la pequeña, que poco a poco deja de llorar y vuelve a dormirse agarrada a la blusa de su madre.
Murilo: Solo quería a sus papás juntos jaja
Mari: ¡Sí! Ya estaba empezando a pensar que le dolía algo. Se me estaba encogiendo el corazón.
Murilo: A mí también. No querrás seguir jugando, ¿verdad?
Mari: Solo quiero estar con ella.
Murilo: Voy a decirles a esos dos que nuestro partido se aplaza para otro día por causas de fuerza mayor jaja.
Mari: Gracias, Lilo.
Murilo se limita a sonreír y besa la mejilla de ambas. Mari se levanta de su regazo y se va a tumbar con su hija en la hamaca. Murilo fue a comunicar lo ocurrido a la otra pareja, pero pronto regresó junto a ellas, no quería estar lejos de sus chicas. Se acuesta junto a Mariana y Olivia, abrazándolas. Los tres parecían una verdadera familia, quien no los conociera, juraría que lo eran, y sus familiares que veían la escena, deseaban que algún día eso pudiera suceder. Mari y Lilo acabaron durmiéndose también y solo se despertaron horas después con Olivia riendo a carcajadas mientras pasaba la manita por la barba de su padre y mordía la nariz de su madre. Hacia las 16:00 horas llega la tarta para celebrar el mes de vida del bebé y algo más de decoración. Lo organizan todo y cantan el cumpleaños feliz, Olivia se emociona al verlos cantar y aplaudir a todos, chilla de alegría.
Mari: ¡Gracias a todos! Ver el cariño que sentís por mi pequeña, a pesar de ser adoptada, significa mucho para mí. Estoy y estaré eternamente agradecida a cada uno de ustedes. Espero que todos los meses podamos estar aquí para celebrarlo y espero que el próximo, Olivia ya pueda ser oficialmente una Sanna.
Murilo: No te olvides de los Rossi, Mah. Jaja
Mari: Lo pensaré jaja
Se quedan charlando mientras comen la deliciosa tarta. Olivia se irrita un poco porque quiere comer, pero nada que su chupete no pueda solucionar. Hacia las 17:00 horas, Mariana se da cuenta de que el tiempo está empeorando, así que decide volver a casa con su hija, no quiere que coja frío. Todos deciden irse también, lo recogen todo y cada uno se va a su casa. Al llegar a casa, Mari sube con su hija a la habitación y le da un baño en la bañera, es su momento, un momento delicioso que Mariana reza para que ocurra siempre. Después del baño, le pone ropa abrigada y Mari sale con su hija en brazos al salón. Al llegar, María está saliendo de la cocina con un biberón.
María: Toma, hija.
Mari: ¡Gracias, mamá!
María: ¿Necesitas algo más?
Mari: No.
María: Voy a subir, cualquier cosa me avisas.
Mari asiente y besa a su madre antes de que suba a su habitación. En cuanto se sienta en el sofá para dar el biberón a su hija, llaman al timbre.
Mari: Adelante, Lilo.
Murilo entra con una sonrisa en el rostro, se acerca a ellas, las besa en la mejilla y se sienta a su lado.
Murilo: ¿Cómo sabías que era yo?
Mari: Algo me decía que solo ibas a ducharte y volverías jaja
Murilo: ¿Puedo dárselo yo?
Mari: ¿Tú sabes?
Murilo: ¿Me enseñas?
Ella simplemente asiente. Mariana primero le explica cómo sujetarla y cómo darle el biberón. Después de la teoría, Murilo lo pone en práctica y enseguida le coge el truco.
Mari: Se me está encogiendo el corazón al saber que dentro de poco tendré que dejarla de nuevo en el orfanato.
Murilo: Está cayendo una lluvia torrencial ahí fuera, Mah.
Mari: Aun así tengo que dejarla, Lilo. Son órdenes del juez, si no hago lo que dice, es capaz de no darme su custodia.
Murilo: Iré contigo, ¿de acuerdo?
Mari: ¡Gracias!
Después de que Olivia termina toda la leche, juegan con su hija hasta que la lluvia amaine un poco para poder dejarla. Hacia las 18:00 horas, Mariana recibe una llamada de la directora del orfanato, comunicándole que debido a la fuerte lluvia que caía sobre la ciudad, Olivia podía pasar la noche, pero que al día siguiente, por la mañana, la pequeña tenía que estar allí. Mariana se alegra mucho, acepta y le da las gracias. Horas más tarde, Murilo acuesta a su hija dormida en la cama de Mariana y se despide de ella con un beso.
Mari: Gracias por todo, Lilo.
Murilo: Para eso están los padres, ¿no?
Mari: Sí jaja.
Murilo: Cualquier cosa me llamas o me gritas desde la ventana.
Mari: Descuida jaja
Murilo: Mañana estaré aquí para ir contigo a dejarla.
Mari: ¡De acuerdo!
Mariana lo abraza en la puerta de su habitación. Allí mismo se despiden, ella besándole la mejilla y él la frente. Después de que él se marcha, Mariana se mete en la cama, pone almohadas en el lado en el que no va a estar y se acuesta en el otro lado, abrazando a su hija.
Mari: Que duermas con los angelitos, hija mía. Mamá estará aquí contigo.
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