Capítulo 6

Alrededor de las 16:50, a solo 10 minutos de que comenzara la ceremonia, Otto llama a la puerta de la habitación donde su esposa e hijas ya estaban listas. Después de que le dan permiso para entrar, Otávio lo hace y de inmediato se emociona al ver a sus tres hijas, una más hermosa que la otra.

Otto: Mis niñas, mis amores... Están guapísimas.

Se acerca a las tres con lágrimas en los ojos y las abraza todas juntas. María, Mariana y María Luiza también están emocionadas, finalmente, después de años, la familia se reúne en Italia y lo mejor, en un gran día.

Otto: No sé si estoy emocionado por estar finalmente con ustedes, si es por la boda de mi pequeña o si es porque ahora me doy cuenta de que mis niñas ya son mayores.

Mari: Qué bueno que estás con nosotras en casa.

María: Es maravilloso, pero vamos a dejar de llorar, que si no tendremos que rehacer el maquillaje y llegaremos tarde.

Mari: Y Fred es capaz de morirse de la risa jajaja

Luiza: Sin duda jajaja

María: ¿Y esa corbata torcida, Otávio?

Otto: Está esperando a que mi bella esposa la arregle jaja

María entrecierra los ojos y se acerca a él para arreglar la corbata. Mari aprovecha la distracción de sus padres y lleva a su hermana a un rincón.

Mari: Luh, este resort está reservado solo para los invitados a la boda, ¿verdad?

Luiza: ¡Sí! ¿Por qué?

Mari: Por nada jaja

Luiza: Conozco esa sonrisita, Mariana Sanna. Dime qué pasa...

Mari: No es nada... cuando iba al spa a encontrarme con ustedes, vi a un chico guapo nadando en la piscina.

Luiza: ¿Quién era?

Mari: Eso es lo que quiero saber jaja. Lo peor es que solo le vi la espalda, no pude verle la cara. Pero, me llamó mucho la atención. El corazón hasta me dio un vuelco jaja

Luiza: Humm. ¿Tendré cuñado? jaja

Mari: Nada de cuñado, Maria Luiza. Solo quería un revolcón y quitarme las ganas jaja

Luiza: Si lo reconoces más tarde, por favor, no dejes de presentármelo a tu hermanita. Si yo lo conozco, os presento y si es amigo de Fred le obligaré a que os presente jaja.

Mari: En resumen, vamos a conocernos jaja

Luiza: Sii jaja. Mana, hablando de cuñados, ¿y Murilo?

Mari: ¿Qué pasa con él?

Luiza: Sabes que van a entrar juntos, ¿verdad?

Mari: Desgraciadamente tú y Federico os inventasteis esa locura...

Luiza: Solo queríamos que volvierais a ser amigos.

Mari: Lo sé. Pero, Luh. Hace años que no nos vemos, no sé si nuestra amistad podrá retomarse. Lo intenté durante los primeros meses, tú lo sabes, pero no respondía a mis mensajes.

Luiza: Lo sé...

María: Vamos, hija?

Mari: ¡Vamos! Te espero en el altar, hermanita.

Mariana besa la mejilla de su hermana y sale de la habitación con su madre. Luiza y Otto se quedarían un rato más, solo para no perder la tradición de que la novia se retrase. Mari se dirige al lugar de la ceremonia y en cuanto llegan, los padrinos, Fred y los padres de ambos están en el pórtico de entrada, esperando a que empiece la ceremonia para entrar. María y su hija se acercan a Fred y a sus padres, y Mariana abraza a Federico para saludarlo.

Mari: ¡Fred!

Fred: Estás preciosa, cuñada.

Mari: Tú también estás muy guapo, Federico.

Fred: Lo sé jaja

Mari: Presumido jaja.

Mariana saluda entonces a Paulo y los tres Rossi y las dos Sanna se ponen a charlar. A Mariana le extraña no haber visto todavía a Murilo, se imaginaba que estaría allí con sus padres y su hermano, pero no estaba. Mari está distraída conversando con Cintia y su madre cuando siente que alguien se acerca a ella. Siente el delicioso aroma del perfume y se gira para ver quién era, al fin y al cabo, la persona estaba a su lado y la miraba. Cuando Mari se gira, su corazón da un vuelco, lo reconoce, era el mismo hombre de la piscina.

Fred: Quien se retrasa es la novia y no el padrino, Murilo.

Mari: ¿Lilo?

Mariana abre los ojos de par en par al descubrir que el hombre de la piscina era su amor de la adolescencia y su mejor amigo, o mejor dicho, su ex mejor amigo. Murilo esboza una hermosa sonrisa y antes de que ella pueda reaccionar, el hombre la atrae hacia él y la abraza. Mari se queda sin reacción, no se esperaba aquello, no se esperaba el abrazo.

Murilo: Mah, cuánto te echaba de menos.

Mari: ¿Echabas de menos? Tú te alej...

Maestro de ceremonias: Con permiso, ya es hora de comenzar la ceremonia. Por favor, todos a sus puestos.

Mariana se aparta de Murilo bruscamente ¿cómo podía echarla de menos si había sido él quien se había alejado? Esas palabras resonaban en su cabeza y para colmo, su perfume impregnaba todo su cuerpo, esa hermosa sonrisa y ese fuerte abrazo habían hecho que su corazón despertara y se diera cuenta de que el amor que sentía por él estaba más vivo que nunca. Y para joder más su estado de ánimo, los dos aún tenían que bailar juntos a la hora de la fiesta, no solo ellos, sino todos los padrinos, algo inventado por los novios. María se da cuenta de que su hija se ha apartado de todos y se acerca a ella.

María: ¿Estás bien, mi amor?

Mari: Solo un poco cansada, mamá.

María: Esa era una de las razones por las que queríamos que vinieras antes, hija. Para que pudieras descansar bien, pero se te ocurre venir y volver en el mismo día.

Mari: Lo sé, mamá, pero.... Fred ya va a entrar.

María mira hacia donde está su yerno y lo ve entrar con su madre. A continuación, se dirige hacia donde está Paulo, ya que serían los siguientes, después los padrinos, la dama de honor y, por último, la novia. Cuando Mariana ve que los padrinos ya están colocados, se dirige hacia donde está Murilo y se sitúa a su lado.

Murilo: ¿No vas a hablar conmigo?

Mari: ¿Hablar de qué?

Muilo: Tú te fu...

Mari: No es el momento de hablar de nosotros, Murilo. Hoy es un día de fiesta, uno de los días más especiales para nuestros hermanos y no tengo ninguna gana de estropearlo. Así que por favor, ahora no.

Murilo: ¿Podemos hablar mañana?

Mari: Mañana ya estaré en Portugal, Murilo.

Murilo: ¿No has venido para quedarte?

Mari: Solo he venido a la boda de mi hermana. Vuelvo hoy mismo. Y ahora vamos a dejarlo aquí, somos los siguientes en entrar.

Murilo: Solo quería que supieras que te echo de menos, Mah. Te echo de menos a ti, echo de menos lo nuestro.

Mariana ni siquiera se atreve a mirarlo, sus ojos están llenos de lágrimas y en ese momento lucha por no llorar. Murilo suspira profundamente al percibir que ella ni siquiera lo mira y mucho menos le dice que también lo echa de menos. Cuando el maestro de ceremonias les da permiso para entrar, ambos esbozan una sonrisa y entran.

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