María se sentó en la improvisada sala, con la mirada perdida. Doña Clementina se acercó a ella y le ofreció una taza de té.
—Tranquila, hija, todo va a estar bien —dijo, con voz maternal—. Zabdiel solo necesita tiempo para procesar todo esto.
María tomó la taza entre sus manos temblorosas, sintiendo cómo el calor le reconfortaba un poco.
—No sé qué voy a hacer, doña Clementina —murmuró, con un nudo en la garganta—. Zabdiel me odia, y no puedo culparlo.
La anciana mujer se sentó a su lado, poniendo una mano reconfortante sobre su hombro.
—Eso no es cierto, María —dijo, con firmeza—. Zabdiel no te odia, solo está herido y confundido. Pero él te ama, y lo sabes.
María asintió, sintiendo cómo las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
—Pero, ¿cómo voy a recuperar su confianza? —preguntó, con desesperación—. Le he mentido todo este tiempo, y ahora no sé si puedo volver a ganármelo.
Doña Clementina le apretó suavemente el brazo, brindándole una mirada compasiva.
—Tienes que ser paciente y darle el tiempo que necesita —respondió, con sabiduría—. Poco a poco, tendrás que ir reconstruyendo esa confianza, demostrándole que puedes ser honesta con él.
María asintió, tomando un sorbo de té.
—Pero, ¿y si ya es demasiado tarde? —murmuró, con temor—. ¿Y si Zabdiel nunca vuelve a confiar en mí?
La anciana mujer le dedicó una sonrisa cálida.
—No te rindas, hija —dijo, con firmeza—. Sé que esto es muy difícil, pero tienes que luchar por recuperar el amor de tu hijo. Él te necesita, y tú también lo necesitas a él.
María se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, sintiendo cómo una débil esperanza renacía en su interior.
—Tiene razón —respondió, con determinación—. Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para recuperar la confianza de Zabdiel. No puedo perderlo, él es lo más importante en mi vida.
Doña Clementina le dedicó una sonrisa alentadora.
—Así me gusta, hija —dijo, con orgullo—. Sé que no será fácil, pero juntas vamos a sacar esto adelante.
María asintió, sintiendo cómo una nueva determinación se apoderaba de ella. No importaba cuánto tiempo le llevara, haría todo lo posible por reconstruir la confianza de su hijo.
Al día siguiente, cuando Zabdiel despertó, María se acercó a él con cautela.
—Hijo, ¿podemos hablar? —preguntó, con voz suave.
Zabdiel la miró con desconfianza, pero finalmente asintió, sentándose en la desvencijada silla.
—Te escucho —respondió, con tono reservado.
María tomó asiento a su lado, respirando hondo antes de comenzar.
—Zabdiel, sé que lo que hice está mal, y entiendo que estés enojado conmigo —dijo, con sinceridad—. Pero quiero que sepas que lo hice porque te amo más que a nada en este mundo.
El niño la miró con una mezcla de emociones, sin decir nada.
—Yo solo quería darte un futuro mejor, una vida más fácil de la que yo tuve —continuó María, con voz temblorosa—. Sé que eso no justifica mis acciones, pero te juro que nunca quise lastimarte.
Zabdiel desvió la mirada, apretando los puños con fuerza.
—Pero lo has hecho, mami —murmuró, con amargura—. Me has mentido y me has decepcionado.
María asintió, sintiendo cómo su corazón se encogía.
—Lo sé, mi amor, y por eso te pido perdón —dijo, con lágrimas en los ojos—. Sé que no será fácil, pero quiero que sepas que haré todo lo posible por recuperar tu confianza.
Zabdiel la miró con dureza, pero María pudo ver que había una chispa de vulnerabilidad en sus ojos.
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti de nuevo? —preguntó, con voz temblorosa—. ¿Cómo sé que no volverás a mentirme?
María tomó sus manos con delicadeza, mirándolo con total sinceridad.
—Porque te amo más que a nada en este mundo, Zabdiel —respondió, con firmeza—. Y voy a demostrártelo día a día, con mis actos, no solo con palabras.
El niño la observó en silencio por unos instantes, y luego desvió la mirada.
—Está bien, mami —dijo, con voz apagada—. Te daré una oportunidad, pero necesito que seas completamente honesta conmigo.
María sintió cómo una oleada de esperanza la inundaba.
—Te lo juro, mi amor —aseguró, esbozando una tímida sonrisa—. Nunca más volveré a mentirte.
Zabdiel asintió, sin atreverse a mirarla a los ojos.
—Más te vale —murmuró, con voz queda.
María se acercó a él y lo abrazó con suavidad. Al principio, Zabdiel se mantuvo rígido, pero poco a poco fue relajándose, hasta que finalmente correspondió el abrazo.
—Gracias, mi vida —susurró María, acariciando su cabello con ternura—. Te prometo que voy a hacer todo lo posible por recuperar tu confianza.
Zabdiel asintió en silencio, sin decir nada. Pero María pudo sentir cómo su corazón se llenaba de esperanza. Tal vez, con paciencia y esfuerzo, podrían reconstruir la confianza que habían perdido.
En los días siguientes, María se esforzó por ser completamente honesta con Zabdiel. Hablaba abiertamente sobre sus finanzas, sus planes y sus preocupaciones, sin ocultar nada. Poco a poco, el niño fue mostrándose más receptivo y dispuesto a escuchar.
Una tarde, cuando regresaban del colegio, Zabdiel hizo una pregunta que sorprendió a María.
—Mami, ¿qué pasará ahora con esos hombres? —preguntó, con cautela—. ¿Volverán a buscarnos?
María lo miró con seriedad, tomando su mano con suavidad.
—No lo sé, mi amor —respondió, con sinceridad—. Pero te prometo que haré todo lo posible por mantenernos a salvo.
Zabdiel asintió, con una expresión pensativa.
—¿Y qué hay del dinero que te daban? —insistió, con curiosidad—. ¿Qué haremos con eso?
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 34 Episodes
Comments