Capítulo 8

Con el paso de los días, Andreas se acercó más a Ashley, entrelazando sus vidas con una mezcla de atención y manipulación. Comenzó a llamarla ‘Mono Ani’, el apodo que ella una vez usó cariñosamente para su hermana. Al principio, Ashley se sintió incómoda con la familiaridad que esto implicaba, pero poco a poco, la resistencia inicial dio paso a una aceptación resignada, un eco del vínculo que había perdido.

Un día, en un gesto que parecía tanto íntimo como calculado, Andreas le presentó a Ashley una selección de ropa que había pertenecido a Anabel.

—Pensé que podrías querer usar algunas de estas —dijo Andreas, extendiendo hacia ella las prendas cuidadosamente seleccionadas.

Ashley tomó la ropa, su tacto despertando recuerdos de una adolescencia pasada en la sombra de su hermana mayor. Con una risa suave, recordó cómo solía tomar la ropa de Anabel, que siempre le quedaba grande, una reminiscencia de su deseo de imitarla.

—Es extraño, pero… recuerdo haber robado la ropa de Anabel todo el tiempo cuando éramos más jóvenes —comentó Ashley, su voz teñida de nostalgia. Las prendas en sus manos se convirtieron en símbolos de recuerdos compartidos y tiempos más simples.

—Ella siempre fue mi modelo a seguir, sabes. Incluso si la ropa me quedaba grande, me sentía un poco más como ella al usarla —continuó, sonriendo tristemente mientras acariciaba el tejido.

Andreas observaba, su expresión era una mezcla de satisfacción y contemplación. El acto de darle la ropa de Anabel a Ashley no era solo un intento de consolarla, sino una forma de profundizar la conexión emocional, tejiendo los hilos de Anabel en su creciente relación.

—Mono Ani, estoy seguro de que Anabel estaría feliz de verte usar su ropa —dijo Andreas, su voz suave, utilizando el apodo para forjar un vínculo más íntimo.

Ashley levantó la mirada hacia Andreas, una mezcla de gratitud y confusión en sus ojos. Por un momento, la línea entre el pasado y el presente pareció difuminarse, con Andreas y Anabel entrelazándose en su percepción.

—Gracias, Andreas. Esto significa mucho para mí —respondió ella, aferrándose a las prendas como si fueran un puente hacia su hermana perdida.

En ese intercambio, la relación entre Andreas y Ashley tomó un nuevo giro, uno lleno de complicidad emocional y recuerdos compartidos, todo bajo la sombra manipuladora de Andreas, que continuaba tejiendo su red alrededor del corazón de Ashley.

Con cada día que pasaba, Andreas se acercaba más a Ashley, cada encuentro marcado por besos que se volvían cada vez más intensos y apasionados. Ashley, arrastrada por la corriente de emociones y el creciente deseo, comenzó a sentir que estaba enamorándose de Andreas. La intensidad de sus interacciones se intensificó hasta que, inevitablemente, culminó en un encuentro íntimo.

En la privacidad de la habitación, bajo el suave resplandor de las luces tenues, se entregaron el uno al otro en un acto de pasión y vulnerabilidad. Las palabras eran innecesarias mientras sus cuerpos hablaban el lenguaje universal del deseo y la conexión. Era una danza tan antigua como el tiempo, sus movimientos en perfecta armonía, impulsados por un deseo mutuo que borraba todo lo demás.

Después, yacían juntos en un silencio cómplice, el aire cargado con la fragancia de su unión. Ashley, acostada junto a Andreas, sintió un torrente de emociones abrumándola. En el calor del momento, con la barrera de su reserva rota por la intimidad compartida, le confesó sus sentimientos.

—Andreas, yo… yo te amo —susurró Ashley, su voz temblorosa pero decidida, revelando la profundidad de sus sentimientos por primera vez.

Andreas, volteando para mirarla, su rostro un enigma en la penumbra, la estudió durante un largo momento. Luego, con una mezcla de gravedad y un atisbo de emoción que rara vez permitía mostrarse, respondió a su declaración con una propuesta que cambiaría sus vidas para siempre.

—Mono Ani, ¿te casarías conmigo? —preguntó, su voz tranquila pero cada palabra cargada de significado.

El tiempo pareció detenerse mientras Ashley procesaba la magnitud de su pregunta. La sorpresa, el miedo y el anhelo se entrelazaron en su corazón. Mirándolo a los ojos, buscando la verdad detrás de sus palabras, vio algo en la mirada de Andreas que la convenció de su sinceridad.

—Sí, Andreas, me casaré contigo —respondió finalmente, su voz ahora firme, sellando su destino con su aceptación.

En ese momento, se comprometieron no solo el uno al otro, sino también a un futuro incierto, tejido con hilos de amor, deseo y, en el caso de Andreas, un plan oculto que seguía sin revelarse.

●○○

La boda de Andreas y Ashley se celebró en la intimidad de la villa, un evento sencillo pero cargado de significado. El lugar estaba decorado con una elegancia discreta, flores blancas adornando el espacio, creando un ambiente de serenidad y solemnidad.

El único invitado, William Harrison, estaba de pie a un lado, observando la ceremonia con una expresión indeleble. A su lado, la niñera sostenía al pequeño Constantinos, quien dormía plácidamente, ajeno a la importancia del evento que se desarrollaba a su alrededor.

El sacerdote, un hombre de mediana edad con una presencia tranquila, comenzó la ceremonia con una voz clara y resonante.

—Nos reunimos aquí hoy para unir a estos dos individuos en matrimonio, no solo como un acto legal, sino como una unión de corazones y almas. El matrimonio es un compromiso sagrado, un viaje de crecimiento, comprensión y amor incondicional.

Andreas y Ashley se encontraban frente al sacerdote, de pie el uno al lado del otro, sus manos unidas. Andreas, con su característica postura confiada, miraba a Ashley, una mezcla de emoción y calculada contención en su expresión. Ashley, con un vestido sencillo pero elegante, mostraba una belleza serena, sus ojos brillando con emociones complejas.

—El amor que Andreas y Ashley comparten se ha fortalecido y profundizado con el tiempo, llevándolos a este momento, donde se comprometen a continuar ese viaje juntos —continuó el sacerdote—. En el matrimonio, cada día es una oportunidad para crecer, para aprender, para dar y recibir amor en todas sus formas.

Luego, dirigiéndose a la pareja, el sacerdote les preguntó:

—Andreas Kostas Papadopoulos, ¿aceptas a Ashley Larson como tu legítima esposa, para amarla, honrarla y protegerla, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Andreas, mirando a Ashley a los ojos, respondió con una voz firme:

—Sí, acepto.

El sacerdote se volvió hacia Ashley, repitiendo la pregunta:

—Ashley Larson, ¿aceptas a Andreas Kostas Papadopoulos como tu legítimo esposo, para amarlo, honrarlo y protegerlo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Con una mirada que reflejaba tanto amor como una inocente confianza, Ashley respondió:

—Sí, acepto.

El sacerdote, con una sonrisa benevolente, pronunció las palabras finales de la ceremonia.

—Por el poder concedido a mí, los declaro marido y mujer. Pueden sellar su unión con un beso.

Andreas y Ashley se besaron, un gesto que selló su compromiso ante los ojos de la ley y, para Andreas, un paso crucial en su plan. William, como testigo, aplaudió discretamente, su mirada escondiendo los pensamientos que bullían bajo su exterior impasible. En ese momento, el pequeño Constantinos, todavía en brazos de la niñera, dio una leve sonrisa en su sueño, un presagio inocente de los nuevos comienzos y los desafíos que esperaban a la nueva familia.

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Comments

Diana Blanco

Diana Blanco

que te puedo decir el tiene sus planes y utiliza a una inocente para castigar, es una lastima hombres como el que no tiene el alma del perdón también desatan sus propios enemigos que ante la ignorancia, vendrán con la fuerza necesaria para destruirlos y hacer justicia ⚖️⚖️ Ashley será su perdición

2024-05-24

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