Capítulo 1

Anabel Larson, con el cabello al viento y una sonrisa de satisfacción amarga, conducía un Mercedes-Benz SL rojo descapotable por las sinuosas carreteras de la isla griega de Corfú. El paisaje pasaba en un borrón de verde y azul mientras ella aceleraba, dejando atrás la opulencia de la villa donde había confrontado a Andreas.

“¡Ese imbécil de Andreas!” masculló para sí misma, golpeando el volante con frustración. “Nunca llegará a nada. Yo merezco algo mejor, algo que Constantinos Romano sí puede darme.”

Un retortijón inesperado la hizo fruncir el ceño y agarrarse el vientre. “Mierda, ¿qué será esto?” Se preguntaba si el dolor se debía a que estaba embarazada del hijo de alguien “importante”, a diferencia de su primer embarazo con el hijo de Andreas, el pequeño Constantinos Papadopoulos, de apenas cinco meses.

“No dejaré que ese idiota de Andreas lo críe,” murmuró con determinación, pensando en Constantinos, tocando su vientre protuberante. “Él será un Romano, como su hermana.”

Las carreteras de Corfú eran traicioneras, con curvas cerradas y acantilados que ofrecían vistas espectaculares pero peligrosas. Anabel aceleró, cada vez más agitada por los pensamientos de venganza y triunfo.

De repente, sintió otro espasmo, más intenso que el anterior. “Mierda, ¿qué me pasa?” La preocupación empezó a hacer mella en ella, recordando que apenas hacía cinco meses había dado a luz y su cuerpo aún se estaba recuperando.

Un dolor agudo la atravesó, tan fuerte que sus manos temblaron y perdieron el control del volante. El Mercedes se desvió peligrosamente, zigzagueando por la carretera. Anabel luchó por recuperar el control, su respiración se hizo pesada y su frente se perló de sudor.

“No puede ser… no ahora…” jadeó, intentando enfocarse en la carretera.

Pero era demasiado tarde. Otro espasmo la golpeó con una fuerza brutal, y sus ojos se ensancharon al ver que el coche se dirigía directamente hacia un viejo Citroën que venía de frente. Con un grito ahogado, intentó girar el volante, pero su cuerpo no respondió.

El impacto fue ensordecedor, un estruendo metálico que resonó por los acantilados, seguido por el crujir de la carrocería y el estallido de cristales. El mundo de Anabel giró en un torbellino de dolor y confusión antes de sumirse en la oscuridad.

●●●

El teléfono en el bolsillo de Andreas sonó, rompiendo el silencio con su tono insistente. Con un gesto de molestia, Andreas lo tomó, su voz fría y distante.

—¿Sí?

La voz al otro lado era la de un médico del Hospital General de Corfú, una institución conocida por su prestigio en la región. La noticia fue directa y sin rodeos: Anabel Larson había muerto. Su número figuraba como el primer contacto de emergencia.

Andreas sintió un nudo en el estómago. A pesar de todo, Anabel había sido la madre de su hijo, Constantinos, y lo quisiera o no su amante, y una parte de él aún sentía dolor por su pérdida.

Pero entonces, los recuerdos de la traición lo inundaron, endureciendo su corazón.

—Entendido, —respondió con voz controlada—. Me haré cargo de los arreglos.

Colgó el teléfono y se hundió en el sofá, los pensamientos agitándose en su mente. En ese momento, la puerta se abrió y Constantinos Romano entró con dos vasos y una botella de whisky en mano.

—¿Quién era? —preguntó Constantinos, llenando los vasos con el líquido ámbar, las gotas reflejando la luz tenue de la lámpara.

Andreas lo miró, la máscara de indiferencia cubriendo su tormenta interna.

—Nadie importante. Perdimos un par de cientos de miles de dólares en un pequeño negocio, pero nada por lo que lamentarse.

Constantinos sonrió, ofreciendo un vaso a Andreas, quien lo aceptó con un asentimiento. El whisky brillaba en el cristal, prometiendo un breve olvido.

—Espero que no haya rencores, hermano —dijo Constantinos, llevando el vaso a sus labios—. Ya sabes... por haberte ganado a Anabel.

El comentario hizo que la rabia creciera dentro de Andreas, pero él bebió de su vaso, saboreando el ardiente líquido.

—No, no, no te preocupes, amigo, seria imposible poder olvidar nuestra amistad, —respondió, ocultando la ira bajo una sonrisa forzada.

Recordó sus días en la Universidad de Milán, donde había conocido a Constantinos. Habían sido inseparables, aventurándose juntos en un viaje de mochilero por Asia, explorando desde las vastas tierras de China hasta las islas tropicales de Indonesia.

—¿Y ese cuadro? —preguntó Andreas, señalando una pintura abstracta que colgaba en la pared, queriendo cambiar el tema.

Constantinos se giró hacia la obra, un lienzo vibrante de colores entrelazados.

—Es de un artista holandés, bastante nuevo en la escena. Pero estoy seguro de que su valor se triplicará en pocos años.

Andreas asintió, su mente trabajando frenéticamente en el próximo paso de su plan. Terminó su whisky de un trago, levantándose de la silla.

—Bueno, debo irme. No manejes, podrías chocar —dijo, su voz cargada de ironía.

Constantinos tosió, su cuerpo sacudido por espasmos. Andreas lo observó, una sonrisa cruel adornando su rostro.

—Claro, seguro —tosió Constantinos, ignorando la advertencia.

Una vez fuera, Andreas caminó por el corredor, su sonrisa ampliándose. Había añadido un poco de veneno al whisky de Constantinos, suficiente para pasar desapercibido y causar una "infección gastrointestinal" mortal.

Al cerrar la puerta detrás de sí, Andreas sintió una satisfacción fría. Había eliminado a los traidores. La partida de ajedrez de su vida se estaba jugando según sus reglas, y él estaba decidido a ganar, sin importar el costo.

Más populares

Comments

Diana Blanco

Diana Blanco

entonces el tenía conocimiento de la traición 😕

2024-05-24

1

아리아나^.^ariana

아리아나^.^ariana

más cap

2024-04-07

1

Total

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play