capitulo 3

Capitulo 3.

Estoy feliz porque hoy es viernes, último día de escuela, esperando que el timbre suene para salir, mientras Margareth me entrega un papel con la dirección del evento de su madre.

_ Tienes que estar a las 7:00 p.m, y no llegues tarde, ya que mi madre odia la impuntualidad.

_ Gracias, estaré puntual _ le respondo, tomando mis cosas para volver a casa en el autobús que pasa puntual frente a la escuela.

_ Salgo del salón y veo en el pasillo un grupo de chicos, golpeando y burlándose de uno de mis compañeros de clases, que no puede defenderse porque cinco contra uno para cualquiera es imposible ganar la pelea.

_ Par de estúpidos idiotas, digo entre dientes cuando paso por el lado de ese montón de mastodontes sin cerebro.

_ Uno de ellos logró escuchar y me detiene quedando en frente de mí, mirándome fijamente, buscando en su pequeño cerebro qué palabras ocupar.

_ Permiso _ le digo.

_ ¿Dijiste algo? _ me dice el chico sin moverse.

_ Que me des permiso para seguir caminando _ le respondo.

_ ¡Me crees idiota! ¿Qué fue lo que dijiste antes? _ me grita.

_ ¿Dos clases de idiomas!, dije mientras caminaba pensando en las dos últimas aburridas clases que tuve hoy, y por lo mismo quiero irme luego a casa, pero contigo obstruyendo mi camino no puedo hacerlo _ le respondo mientras comienzo a perder la paciencia.

Porque una cosa es ser una chica, tímida, antisocial, que le gusta estar sola y otra es que no sepa defenderme cuando un idiota me trata de intimidar.

_ Déjala ir _ le dice un chico que está con él, mientras tiene afirmando del cuello a mi compañero de clases.

El animal de dos patas le obedece y se hace a un costado dejándome pasar, aunque su cara me dice que él será como una patada en mi estómago más adelante.

A mi suerte logré alcanzar el autobús y pude llegar temprano a la casa, puesto que hoy trabajaré doble turno en la pizzería. Alcanzándome el tiempo únicamente para dejar mis cosas y comer algo antes de salir.

_ ¿Dónde vas con tanta prisa? _ me dice mi madre que se encuentra acostada en el sofá de la sala fumando un cigarrillo y bebiendo de la botella de whisky que sostiene con su otra mano.

_ A mi nuevo trabajo, en la pizzería que está al costado del centro comercial _ le respondo para que no me haga más preguntas, porque con lo ebria que se encuentra de seguro comenzará con su sentimentalismo barato y el cargo de conciencia que le baja solo cuando está borracha.

Saldo de casa sin despedirme y me voy a la pizzería logrando llegar a tiempo.

_ Liz, atiende la mesa cuatro mientras yo preparo unos pedidos que me tienen un poco retrasado _ me dice el encargado.

Me coloco el delantal, tomo la libreta y el bolígrafo para ir a la mesa que me dijo mi jefe. Mientras camino veo un grupo de chicos en los que se encuentran tres de los mastodontes sin cerebro que me crucé en la escuela.

_ Buenas tardes, qué desean encargar _ les digo mirando la libreta para tomar apunte.

_ Miren a quién tenemos aquí _ exclama el chico que se me cruzó en la escuela impidiendo el paso.

_ Ya vas a empezar Bruno, deja a esa chica en paz y dile luego que vas a querer _ le dice otro chico que tiene sentada en sus piernas a una chica que le besa el cuello mientras él habla.

_ Pero si no le he hecho nada _ se defiende el bruto mastodonte que me mira con odio.

_ Tomarán la orden o espero a que piensen que es lo que quieren _ les digo un poco molesta por hacer perder mi tiempo, puesto que hoy la pizzería se encuentra llena y hay más clientes esperando a que los atiendan.

_ Lo de siempre _ me responde el gorila.

(Seré adivina, para saber que es lo que piden siempre) pienso...

_ Yo los atiendo _ me dice Margareth que llega a mi lado con cara de boba mirando al chico que tiene casi comiéndose a la chica que tiene en sus piernas.

_ Iré a atender la otra mesa _ dejando a ella que se encargue de ese grupo de trogloditas con ímpetus de superioridad.

Luego me fui a la cocina a preparar las pizzas mientras llegan y llegan más pedidos que se van acumulando sin que nadie los haga. Tomo el váucher de la mesa número cuatro y preparo las dos piezas extra grandes que pidieron: Doble queso, pepperoni, tomate, orégano y un toque de picante.

Voy leyendo mientras las preparo, hasta cuándo me toca echar el picante y recuerdo cómo golpeaban a mi compañero de clases. No sé en qué me convertí en ese momento y reconozco que no suelo ser así, pero el toque de picante se convirtió en una gran cantidad, disimulado con el extra queso que le coloqué encima.

La terminé de preparar y me coloqué a lavar los trastes sucios para ir desocupando el fregadero, quedando a cargo el encargado de la pizzería en preparar el resto de los pedidos.

Mi instinto demoníaco, que todos tenemos en nuestro interior hacía fiesta cuando escuché, a gritos pedir agua...

Yo me mantuve muy compuesta lavando los trastes sucios mientras todos corrían a socorrer a los chicos que gritaban rojos por la desesperación clamando por agua. Claramente, disimulo con mis audífonos puestos tarareando una canción, para que piensen que no he notado lo qué está sucediendo.

_ Liz, Liz... _ me dice el encargado cuando llega a mi lado.

_ Sí, dígame _ le digo sacándome los audífonos de mis oídos fingiendo que no me había dado cuenta de nada.

_ ¿Sabes que fue lo que sucedió con el pedido de la mesa cuatro? _ me pregunta el encargado.

_ Margareth tomó la orden y usted preparó ese pedido _ le respondo encogiendo mis hombros, con una naturalidad y tranquilidad qué hasta a mí me sorprende.

_ ¿Dónde tengo la cabeza? _ se pregunta y exclama _ Tengo a un par de chicos afuera casi intoxicados con el picante que le eché a las pizzas.

_ ¡No le puedo creer! _ le digo muy sorprendida, pero en mi interior celebrando una gran fiesta al imaginar sus caras rojas de desesperación.

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Comments

Marta Bedetti

Marta Bedetti

bien..

2024-03-22

1

Marta Bedetti

Marta Bedetti

a nenita vos también lastimas...

2024-03-22

1

Albalu HS

Albalu HS

un punto para Liz 👏

2024-03-14

1

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