Entra al aeropuerto con plena seriedad en su rostro, nadie le menciona nada sobre su herida, una mujer enfermera intentó ayudarlo, pero él le dio la mirada mal traga almas existente y le dijo un simple "No, gracias." Compra el boleto para volver al país del águila de la libertad y se queda esperando en un asiento a que llegara el avión que lo llevaría de regreso.
Pasan horas, y un día hasta que llega a Estados Unidos, su rostro de furia y seriedad cambió a uno neutral, tipico en él. Tiene que volver a su aburrido trabajo y soportar a los idiotas de sus compañeros
Su traje se siente holgado, culpa a su falta de comida, su estómago siempre está vacío, pero come al escucharlo rugir. En todo su viaje a Polonia sólo tomó un trago de agua, sentía que estaba a punto de desmayarse con cada paso que daba, pero no queria probar ni un trozo de comida. Cuando llegó a su apartamento, fue a la nevera y encontró un yogurt a unos días de vencerse, lo agarró y lo comió muy rápido, no pasaron ni dos minutos y ya se lo había tragado. Richard quedó calculando hace cuantos dias soportaba el hambre, y tuvo sentido que comiera a lo bestia. Fue a dar un paseo por Nueva York y terminó comprando mucha comida, debía de comer aunque no deseara hacerlo, por lo menos para no dormir todo el día en su escritorio.
Como cualquier dia, debe de ir al trabajo. Le tomó unos minutos arreglarse, pero no llegó tarde, puntual como siempre.
-Guau, pensé que te habían despedido.-supone Thomas con una brillante sonrisa puesta en su rostro, parece ser una tomada de cabello, pero Richard ni se inmuta.
Ha pasado por la puerta y ya le han hablado cómo cotorra, eso ya era común, pero deseaba que algún día todos lo ignoraran, en primaria le ocurria todo el tiempo, pero al parecer el universo comenzó a odiarlo y desde la secundaria todos parecían tener algo en contra de él.
-No, sólo me tomé el día-responde sentándose en la silla. Su escritorio sigue estando intacto, ni una sola mancha, tal y como lo había dejado.
Thomas lo mira por un momento y se va, Richard siente un destella de luz contra su párpado, mira con confusión y observa de inmediato que fue la tarjeta de presentación brillante que tenía el de ojos celestes colgando de su cuello
Le parece innecesario que esté construida de ese material tan brillante, espera que sea un papel especial y que no sea una mierda de oro, eso realmente le daría pena por los billetes que gastó en esa estupidez
Sus manos se tensan y tiemblan por segundos, las mira con atención, su piel está del mismo tono fantasmal de siempre, pero el rojo de sangre mancha sus vendas y se esparce mucho sobre la tela blanca. En su rutina mañanera había sacado unas vendas y arreglado el problema en sus manos. No tenia ninguna infección, así que con un poco de vendas todo estaba solucionado. Sus manos no parecían caerse de su cuerpo y despegarse, así que eso era bueno.
Toca los botones de su computadora, debe de empezar a trabajar y seguir con su rutina diaria de día a día
No sabe cómo se le ocurrió la idea de ir alli, pero ¿Qué más da? Hace años no tenia planes después o antes del trabajo, debería de aprovechar que aún no le agarraba un cáncer por fumar o una contusión cerebral por desmayarse y partir su cabeza contra el suelo.
Las luces led le dan un aspecto de prostíbulo al bar, sabe que de tanto beber las personas llegan a ponerse hormonales como adolescentes, pero esas luces ya eran muy descriptivas, según él. Ya con todos esos colores llamativos podria asegurar que habia gente teniendo relaciones no románticas adentro, quizás alguna pareja lo estaba haciendo, pero ¿A quién se le ocurriría beber junto a su pareja en un bar barato lleno de borrachos con olor a cigarrillos y alcohol de cuarta?
Entra al lugar, y ya escucha los coqueteos y peleas en el bar lleno de borrachos, sus sentidos no pueden percibir otro olor para distraerse, todo el aroma esparcido en el aire era alcohol y perfume muy poco efectivo, que en vez de ser agradable para el olfato, era insoportable y asqueroso. Se sienta en la barra, en frente suyo hay un mesero con una mirada tranquila, es joven, a penas un adulto, podría decirse que le gustaba su trabajo.
-Una botella entera de vodka, niño.- pide sin dar rodeos, sabe muy bien que si pedía un vaso terminaría pidiendo diez más. De vez en cuando compraba botellas de vodka o latas de cerveza, pero se había detenido al ver su adicción, en menos de una semana ya se habia terminado un paquete entero de cervezas y la botella entera de vodka.
El joven hace una mueca de desagrado y ofensa, pero se mantiene bajo control y va en busca de la botella
—¿Richard? ¿Qué onda?
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